Manifestantes iraquíes incendiaron el consulado de Irán en Basora
Quince años después del derribo de Sadam Husein, los basoríes no aceptan que la principal región petrolera del país carezca de infraestructuras básicas. La última queja la ha desatado una intoxicación por agua contaminada, pero se está convirtiendo en arma política.
Desde 2014, el Gobierno central ha justificado la falta de inversiones por el esfuerzo financiero que ha supuesto la expulsión del autodenominado Estado Islámico (ISIS, en sus siglas inglesas) de los territorios que ocupaba en el norte del país. Logrado su desalojo, los basoríes reclaman atención.
“Es verdad que desde la aparición del ISIS no se ha invertido nada, pero ya antes había carencias producto de la corrupción”, apunta un observador occidental en Bagdad. Los diplomáticos extranjeros están muy atentos a esta nueva ola de descontento social porque sucede en un momento político especialmente delicado en Bagdad. Las elecciones del pasado mayo no dieron mayoría suficiente a ningún grupo. El Parlamento, que se reunió el pasado lunes por primera vez desde entonces, fue incapaz de elegir al presidente de la Cámara, un paso constitucionalmente necesario para proceder a la formación de Gobierno.
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