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Y después de Pittsburgh, ¿qué?

Uno de los mayores ataques antisemitas de los últimos tiempos remeció los cimientos de la vida judía en EEUU, pero también tuvo repercusiones en distintos lugares del mundo, incluido Chile. El fenómeno de odio racial subyacente en este atentado ha venido en aumento según diversos estudios, entre ellos un publicado recientemente por el Centro Simón Wiesenthal.

No es un midrash rabínico, pero por su sentido inspirador se le parece.

El sábado 27 de octubre, Robert Bowers abrió fuego contra los asistentes a una sinagoga de Pittsburgh. Allí, once personas murieron y seis más resultaron heridas. Entre los heridos estaba el propio atacante, quien fue llevado a un hospital de la zona. Al llegar, empezó a gritar “quiero matar a todos los judíos”, y paradojalmente de los doctores y enfermeras que luchaban por salvarle la vida, varios eran judíos.

El equipo médico que atendió al asesino siguió las órdenes del Dr. Jeffrey K. Cohen. Como director del hospital, Cohen se aseguró de que el tirador recibiera el mejor tratamiento. “Mi trabajo no es juzgarle”, dijo en una entrevista de TV, “mi trabajo es cuidar de él”.

Miembro de la congregación de la sinagoga, Cohen conocía a varias de las víctimas e incluso escuchó los disparos. A pesar de ello, rechazó condenar al atacante. “Es como mucha gente que entra aquí. Está asustado, está confundido,” dice.

“Honestamente, es una persona más. Es el hijo de alguna madre. ¿Cómo llegó de ahí a donde está hoy? Ese va a ser un largo debate que tendremos que tener”.

El impacto de las palabras de Cohen aún está por verse. Pero, mientras las divisiones culturales se amplían, algunos esperan que las acciones de Cohen ayuden a la sociedad a anteponer la compasión al odio.

Conmoción en Chile

La Comunidad Judía de Chile, unida en sentimiento y oración, se reunió una par de días después del ataque, para ofrecer un homenaje a las víctimas del brutal atentado antisemita perpetrado en la sinagoga de Pittsburgh. El acto, realizado en el Instituto Hebreo de Santiago, contó con la presencia del embajador de Israel, Eldad Hayet, el Presidente de la Comunidad Judía, Shai Agosin, rabinos, dirigentes comunitarios y numeroso público, que repletó el salón multiuso del plantel.

Tras las oraciones de los rabinos y el encendido de una vela por parte del diplomático y miembros de la Federación de Estudiantes Judíos y de los movimientos juveniles en memoria de las víctimas, se escuchó el mensaje de Shai Agosin, quien, en representación de la Comunidad Judía, expreso: “Etz Jaim, el árbol de la vida. Así se llama la sinagoga de Pittsburgh donde ocurrió este atentado antisemita. Una metáfora de lo que es realmente el pueblo judío: el árbol milenario de tronco grueso, cortezas duras y de profundas raíces, el cual cada generación va regando para que se fortalezca a pesar de nuestros enemigos. Aunque ellos sigan tratando de hacernos daño, el árbol de la vida de nuestro pueblo siempre crecerá y se hará más fuerte”.

Pero esta vez el repudio y la condena llegaron también de altas autoridades nacionales, partiendo por el Presidente Sebastián Piñera: “Condeno categóricamente la violencia y maldad que significa el letal atentado a una sinagoga judía en Estados Unidos, que costó 11 vidas, y las cobardes agresiones a quienes ayer participaron en una marcha cristiana en nuestro país. Mis sentimientos y oraciones están con las víctimas”.

La propia Cancillería de Chile emitió un comunicado, indicando que el Gobierno de Chile condena de la forma más enérgica el brutal atentado perpetrado contra una sinagoga en la ciudad de Pittsburgh en Estados Unidos. “Junto con reiterar su rechazo a toda forma de violencia, expresa su profunda solidaridad con la comunidad judía y con las familias de las víctimas de este aborrecible acto criminal”.

El canciller Roberto Ampuero se sumó al sentir del Gobierno y expresó su condena y repudio más absoluto por los crímenes cometidos contra personas que oraban en una sinagoga en Pittsburgh, EEUU. “Nuestra solidaridad con la comunidad judía y las familias de las víctimas de este aborrecible acto”.

Por su parte la ministra del Deporte, Pauline Kantor, indicó que nuevamente la intolerancia provoca daño y dolor. “Condenamos la violencia ocurrida en la marcha cristiana y sobre todo los crímenes de personas inocentes de la sinagoga en Estados Unidos”.

Y el presidente del PPD y ex canciller, Heraldo Muñoz, expresó sus más sentidas condolencias a familias de 11 asesinados en brutal ataque a Sinagoga en Pittsburgh, EEUU. “Demasiada violencia sin sentido, demasiado odio, guerra y represión”.

Más cristales rotos

Pero tal vez la opinión más impactante fue la expresada por el destacado economista chileno, residente en EEUU, Sebastián Edwards, quien en una columna publicada en el Mercurio se preguntó a sí mismo si Chile es un país antisemita y comparó lo sucedido en Pittsburgh con la Noche de los Cristales Rotos, cuyo 80 aniversario se conmemora este fin de semana.

A continuación, algunos de los párrafos destacados de la columna:

“Lo más deplorable de los eventos que desembocaron en Kristallnacht, es que la gran mayoría de los vecinos, amigos, compañeros de trabajo, y condiscípulos de las familias judías, se quedaron en silencio. No protestaron, no se pusieron de pie, no dijeron al unísono “yo también soy judío”. Claro, no es que hayan aplaudido a rabiar o necesariamente apoyado a las tropas de las SA, pero, se quedaron en silencio. Y esta es una verdad que nos duele hasta el día de hoy y nos seguirá doliendo por los 80 años venideros.

“Mientras preparaba este texto, me pregunté si Chile era antisemita. Hace muchos años -más de cuarenta- que no vivo en el país. Por eso mi percepción sobre ciertas cosas es más bien nebulosa, poco precisa, sin la textura y granularidad que se obtienen con las vivencias del día a día. Al momento de hacerme la pregunta, pensaba que en Chile no había antisemitismo. Pensaba que para la mayoría de la gente este no era un tema importante. Lo que veía era amistad, admiración, y amores; también peleas y desencuentros, como entre gentes de todos los ámbitos y procedencias.

“Pero igual decidí indagar, por lo que hice una encuesta por WhatsApp. Les pregunté a 80 personas si en su opinión Chile era un país antisemita. En mi pequeña muestra había judíos, católicos, protestantes, evangélicos, agnósticos, ateos, e incluso un par de curas. Gente de derechas y de izquierdas. Como era de esperar, las respuestas fueron variadas. La mayoría podría describirse de la siguiente manera: “No, Chile no es un país antisemita, pero…”

“Lo interesante de estas respuestas estaba en lo que seguía a la palabra “pero”. Varias personas mencionaron la profusión de chistes de mal gusto, los estereotipos, las frecuentes referencias a rasgos faciales, y el lenguaje a veces inapropiado. También, dijeron que las manifestaciones anti Israel en diversas universidades van casi siempre acompañadas de antisemitismo. Pero, recalcaron, no ha habido violencia; no hemos tenido, como Argentina, el horror de una AMIA.

“Después de leer y releer las respuestas, y de hablar con varios de mis “encuestados”, pensé que si bien en Chile hay una cierta tolerancia, esta tolerancia es frágil. Detrás de los chistes y de los estereotipos, detrás de las frases hirientes masculladas por lo bajo, hay un antisemitismo en potencia, un antisemitismo larvado. En Chile hay un cierto temor por lo diferente; temor por los inmigrantes, por la gente con un acento tropical y caribeño, por aquellos de otros colores y de otras latitudes. Una amiga conservadora, católica, y muy sabia me escribió lo siguiente: “No sé cuál es la diferencia entre ser antisemita, antiturco, anticoreano, o antihaitiano. No lo sé, pero percibo que es algo diferente”.

El germen del odio digital

Pocas veces la virulencia de las redes sociales desemboca en un acto de violencia real, sin embargo, diversos estudios han advertido sobre la creación de atmósferas tolerantes a la violencia a partir del odio digital.

En ese contexto, lo acontecido en Pittsburgh actualiza la preocupación respecto de lo que está sucediendo en Internet y redes sociales, un tema que el Centro Simón Wiesenthal ha venido siguiendo con especial atención los últimos años, revelando hace poco un reporte sobre la situación del antisemitismo digital en el mundo.

El informe interactivo Digital Terrorism and Hate 2018 se centra en lo que se ha convertido en una frontera global crítica en la comercialización del odio y el terrorismo. El inquietante incremento en la sofisticación que demuestran los extremistas al difundir sus mensajes en línea subraya la necesidad de una coalición de corporaciones, padres, educadores, organizaciones sin fines de lucro y gobiernos para empoderar a los jóvenes a movilizarse en la lucha contra el odio.

El Informe evalúa los esfuerzos de las poderosas plataformas en línea para eliminar publicaciones relacionadas con el odio y reconoce los avances que algunas de las plataformas más grandes, como Facebook y Twitter, han hecho trabajando de la mano con el Centro Simon Wiesenthal.

Entre los descubrimientos que se destacan en el informe se encuentran el surgimiento de la llamada Alt-Tech, herramientas de social media empleadas por supremacistas blancos de las generaciones millenial, post-millenial, y otros extremistas, quienes crean contenido altamente sofisticado; aprovechamiento de las plataformas por parte de extremistas, incluyendo miembros de la Generación Z, como vk.com, que son menos agresivos en la eliminación de contenido extremista; surgimiento de nuevos canales de Alt-Tech, como “goyfundme” y “hatreon”; normalización del odio, con especial atención a las generaciones más jóvenes, usando un lenguaje que en la superficie no suena como lenguaje de odio, pero que denigra a ciertos grupos y, a menudo intenta reescribir la historia; mezcla y combinación de plataformas públicas con encriptación comercial por parte de terroristas en línea y fanáticos en línea por igual, etc.

Chile no es la excepción

Según el reporte del Centro Simón Wiesenthal, en Chile existen plataformas digitales bien establecidas, que promueven mensajes antisemitas y de odio racial.

Entre estos sitios destaca “No Al Plan Andinia”, un grupo de Facebook con sede en Chile que se opone al llamado Plan Andinia, según el cual supuestamente soldados israelíes quieren apoderarse del extremo sur de Sudamérica. En esta misma línea resalta el video Sionistas en la Patagonia, que se subió a YouTube en 2014 y ha tenido más de 120,000 visitas hasta febrero de 2017. Según el video, muchos de los israelíes que visitan la Patagonia cada año se hacen pasar por turistas, pero en realidad son militares que intentan lentamente hacerse cargo de la Patagonia, en línea con el plan de Theodor Herzl amenazando la herencia chilena y argentina. El video parece haber sido producido por estudiantes de la Universidad Técnica Federico Santa María, en San Joaquín, Chile.

También hay una mención Acción Identitaria, un grupo chileno que se presenta como “una respuesta al abandono y deterioro gradual y deliberado de nuestra identidad nacional original, la identidad criolla”.

Más preocupante aún es lo que publica el Movimiento de Acción Nacional Socialista, un grupo neonazi chileno, que, aunque su sitio web afirma que no es neonazi, su lema es “Chile para los chilenos”. De hecho, promueven el nacionalsocialismo y argumentan que “la globalización, el internacionalismo, el capitalismo, el liberalismo, el socialismo marxista y el sionismo internacional” son amenazas para la existencia de Chile como una nación independiente. El sitio web promueve el antisemitismo, la negación del Holocausto y la homofobia, y glorifica a Hitler y al partido nazi.

En esa misma línea, Fuerza Nacional-Identitaria (FNI) promueve en Internet una ideología racista, donde consideran que los criollos son genéticamente superiores a otras razas. FNI realiza campañas de adhesivos y folletos en varias ciudades de Chile; participando en marchas contra el “sionismo internacional”, y expresando su apoyo al partido griego neonazi Golden Dawn.

Finalmente, Greenline Front se presenta como una organización de “eco-fascistas” que consideran la protección del medio ambiente como parte de su identidad racial blanca. La preocupación por el medio ambiente se vincula con las creencias nazis que conectan “sangre y suelo”.

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