China y su creciente relación con Israel y el mundo judío
Una de cada cinco personas en el planeta es china. El gigante que finalmente se despertó va disparado a convertirse en la potencial mundial por excelencia. Felizmente, tanto China como el Extremo Oriente son zonas donde el antisemitismo y antisionismo son bichos raros y no son parte de su milenaria historia. Obviamente, en parte se debe a que la presencia judía allá ha sido mínima, pero también es apropiado decir que si algo existe en esas lejanas tierras es un inmenso interés y gran admiración por la cultura judía y por los éxitos del Estado de Israel. Para esas civilizaciones frugales, trabajadoras, perfeccionistas y creativas, nosotros somo ejemplo de superación.
No haré acá un recuento histórico de la presencia judía en China, pero sí mencionaré, al menos, ciertos capítulos e historias célebres. Los radhanitas, aquellos legendarios mercaderes judíos que viajaron por la Ruta de la Seda llegaron a China hace un milenio y establecieron pequeñas comunidades y puestos comerciales. De ellos, quedan los descendientes de la comunidad de Kaifeng, que contaba hasta hace unos 150 años con una pequeña sinagoga en forma de pagoda. Son unos pocos cientos que, con el apoyo de Shavei Israel -entre otros – han ido recuperando su judaísmo e incluso haciendo aliyá, a pesar que en los últimos años la ayuda desde afuera ha sido limitada por directrices emanadas del Partido Comunista.
China fue también refugio para judíos rusos, principalmente, que escaparon de las garras del Nazismo y quienes pudieron salir de Europa atravesando Siberia. En Harbin y Shanghai establecieron bonitas comunidades. Durante la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas japonesas ocupantes trasladaron a los ciudadanos de países Aliados a campos de internados hasta el final de guerra.
Pero en China las religiones oficiales son cuatro: Budismo, Confusianismo, Islam y Catolicismo. Enseñar yidishkeit, promover aliyá son hoy en día mal vistos.
No obstante, el desarrollo de grandes urbes y el crecimiento exponencial de su economía ha atraído a judíos de todo el mundo. Nuevas y pequeñas comunidades de expats judíos se han venido estableciendo en los últimos años. No es de sorprenderse que Chabad haya sido capaz de encontrar la forma de organizar comunidades en ciudades como Beijing, Shanghai, Chengdu, Chonqquing, Hong Kong y otras más. Hong Kong, por haber sido colonia británica hasta hace poco, sí mantuvo comunidades, sinagogas y rabinos que hoy mantienen felizmente la llama de la vida judía. Se calcula en unos pocos miles los judíos que hoy viven en el gigante asiático.
China no maneja sus relaciones internacionales sobre la base de principios políticos. Sus alianzas son reflejo de sus intereses económicos. China es amigo de todos e invierte donde la dejen. Es amiga de Irán, de los palestinos y de Israel. Hoy en día, el agregado de China, Hong Kong y Macao ranquea en segundo lugar de las relaciones comerciales de Israel, después del comercio con estados Unidos.
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