Santo prepucio
Algunos desprevenidos -pero con algo de historial en su mochila- supondrán que el título de estos párrafos está vinculado a una de las archiconocidas frases pronunciadas por Robin (y por supuesto dirigidas a Batman) en las que el término “santo” prologaba cualquier situación sorpresiva para el famoso dúo dinámico, las que obviamente constituían la mayoría de ellas.
Lamento defraudar a los fanáticos de la tira de Ciudad Gótica, pero de lo que se trata aquí es de enfocar desde un ángulo tal vez novedoso para muchos, uno de los días más esperados del año, no casualmente el primero de los 365 que lo componen.
Mañana será primero de enero, y lamentablemente en casi ningún calendario (por no decir en ninguno) aparecerá este día marcado como “Día de la Circuncisión de Jesús”.
Y el dato es curioso por donde se lo mire.
Por un lado, habría que preguntarse qué diantres hace un rabino refiriéndose a Jesús. Sin embargo, eso es muy fácil de responder, ya que hablamos de uno de los miembros del pueblo judío más influyentes en toda la historia de la humanidad. Y más aún es adecuada la mención si justamente el tema que nos convoca es el de su circuncisión, acaecida como corresponde (y así lo venimos haciendo desde hace prácticamente 4000 años) al octavo día de su vida, según lo relatado por el mismísimo Evangelio de Lucas en el versículo 21 de su segundo capítulo.
Vale decir que el año nuevo celebra, en el calendario cristiano (llamado hace siglos “Gregoriano”), nada menos que el “Brit Milá” (Pacto de la Circuncisión) de quien había nacido precisamente ocho días antes de ello, un 25 de diciembre.
¿Por qué se ha olvidado esta fecha, o por qué ha caído en desuso su denominación? Las razones son múltiples, pero parece ser que la Iglesia, después de que durante siglos y siglos se venía intentando reivindicar por distintas abadías y congregaciones la posesión de semejante reliquia (en Roma, en Santiago de Compostela, y especialmente en el pueblito italiano de Calcata donde hasta hace pocos años había una peregrinación especial al respecto), en el año 1900 se derogó su culto, y en 1967 se dejó de incluir en el santoral o calendario litúrgico.
Me da la sensación de que es una pena tal abandono, ya que en esta antiquísima práctica descansan algunas metáforas y símbolos preciosos que en lugar de alejar, pueden ayudar a acercar aún más al judaísmo y al cristianismo, algo que gracias a Dios -y al liderazgo religioso- se viene dando a pasos agigantados desde hace casi 50 años.
¿Por qué? Porque este pacto de la circuncisión, o “Brit Milá” como se lo denomina en hebreo, es un corte que paradójicamente une.
Así como el ombligo de cada uno de nosotros es en última instancia la evidencia corporal más clara de la unión vital con nuestras progenitoras ya que el corte de aquel cordón umbilical es lo que finalmente nos permitió nacer, y a la vez, permanecer ligados para siempre a nuestras madres. Del mismo modo, este corte del prepucio es lo que justamente enlaza a cada miembro del pueblo judío con el pacto propuesto por Dios a Abraham y a su descendencia, tal como lo relata el capítulo 17 del libro del Génesis.
En la tradición cristiana, nacida en el seno del pueblo de Israel, la circuncisión fue una de las leyes abolidas por el apóstol Pablo para dar lugar a la nueva fe, priorizándose lo que ya la Torá señalaba como “circuncisión del corazón” (Deuteronomio 10:16), dejándose de lado la del prepucio.
Hoy, a siglos de aquellos siglos, y no sólo respetando sino celebrando nuestras diferencias, judíos y cristianos también podemos hallar aquí una herramienta más de comprensión mutua, y por qué no de unión, sabiendo que distintos senderos pueden conducir al mismo Dios.
Mientras tanto, feliz año nuevo para todos, con o sin prepucio.
Fuente: La voz del interior
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