“Una respuesta” a la impotencia e impunidad
Aquellos que conocen de terrorismo saben que el esclarecimiento de estos hechos y su autoría, deben ser descubiertos con eficacia en los primeros días. Tiempo que pasa, justicia que se aleja.
Si revisamos la inmensa mayoría de los atentados en el mundo, por no decir todos, excepto en la argentina, su autoría es determinada rápidamente y en muchos casos se da con sus autores. Los ejemplos sobran y Ud. puede hacer memoria.
Argentina, es en tantas cosas un país único, también en lo que hace al no esclarecimiento de estos hechos siniestros. La incapacidad, o falta de voluntad, sumada a la impericia, improvisación y descreimiento generalizado en todas las instituciones, hacen un caldo de cultivo propicio para que todas las heridas y casos queden abiertos.
La impunidad es demoledora para la víctima y para toda la sociedad. Se requiere encontrar a cualquier costo un culpable de dicho estado de situación.
En un país donde la corrupción, la negación de la realidad y las visiones conspirativas son la norma no es de extrañar que frente a la impotencia de no haber esclarecido oportunamente los atentados, hayamos enfocado nuestra necesidad de justicia (y venganza inconsciente) en los responsables locales de la fallida investigación.
Los autores intelectuales, materiales y los cómplices locales, del atroz atentado, deben estar sonriendo mientras nosotros lapidamos a Galeano, Anzorreguy, Mullen, Barbaccia, Menem, Beraja y otros. En Argentina se da que los encargados de buscar justicia, terminan acusados y sentenciados. Los autores materiales del hecho, gozan de impunidad. El mundo del revés.
No pretendemos disculpar por su accionar a los imputados en el juicio por encubrimiento, pero tenemos claro que ni Menem, ni Galeano, ni Beraja pusieron la bomba, aunque en la ausencia de los verdaderos autores, necesitemos en quién depositar nuestra frustración e indignación.
Debería preocuparnos seriamente que los señalados autores del atentado han evadido por años comparecer en los estrados judiciales. Han logrado incluso que algunos locales y víctimas salgan a defenderlos. Lo obvio, aquel que no tiene nada para ocultar, solicita todas las garantías procesales e incluso la comparecencia de veedores internacionales y se presenta de inmediato para formular su descargo. No ha sido el caso de los iraníes.
La libertad que gozan aquellos que sirvieron de apoyo y conexión local de los atentados, es otro capítulo que debería espantarnos. Seguro nos hemos cruzado por la calle con esos criminales en alguna ocasión.
En el país del cambalache, la opinología y sobre todo la impunidad, suicidamos fiscales, en lugar de investigar la primera y más obvia hipótesis de asesinato. Tenemos ejércitos de manipuladores y operadores de todos los tipos y ámbitos.
No hay dudas que esta editorial será muy criticada por muchos, que, en el dolor de la impotencia, la desesperanza y la falta de justicia, sienten que finalmente alguien paga por tantos años de impunidad.
Desde este medio, que se comprometió desde el primer día en cuerpo y alma, por la memoria de las amadas víctimas, a la búsqueda de la verdad, no podemos, ni queremos, espejitos de colores que calmen por un rato la genuina necesidad de esclarecer y juzgar a los autores del peor atentado terrorista sufrido en el país.
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