El judaísmo y la mujer, tiempo de repensar
En el día internacional de la mujer es bueno revisar el lugar que ocupa la misma en nuestro pueblo.
No hay duda que provenimos de una cultura machista, el hombre se erigió en el centro del universo, la mujer su extensión, en su necesaria “complentariedad” y compañía. Su lugar lo estableció el relato del hombre en el ejercicio de su poder.
Los textos clásicos pueden ser leídos de múltiples maneras y en ellos se encuentran maneras ejemplares de exaltar a la mujer. Es verdad que los mismos existen, pero también es verdad, que siempre es en función al hombre como centro del mismo.
El pilar del hogar, la bendición de un hombre y tantas otras expresiones, encierran en realidad una mirada parcial y ciertamente discriminatoria de la mujer en términos de su igualdad con el hombre. Igualdad no quiere decir similitud.
La civilización humana avanza, no exenta de desafíos, aprendizajes, conflictos y retrocesos. Hombres y mujeres debemos repensar el mundo que hemos construido, sus paradigmas, pilares, valores y roles preestablecidos.
La mujer no debe ser más la figura decorativa para el hombre; debe, desde su particularidad, ser respetada, escuchada y ubicada en un plano de igualdad absoluta con el varón. No se trata de que la mujer se transforme en varón (esa es una respuesta machista errónea de muchas mujeres), se trata, que, desde su femeneidad, tenga las mismas posibilidades y accesos que el varón.
Hay mucha tarea para hacer y es verdad que son las mismas mujeres las que deben en algunos casos querer romper cariñosamente con modelos que ellas mismas asumieron como “lo normal”. No existe eso de la mujer a la cocina y los hijos. Los varones y las mujeres a la cocina y a los hijos.
La excusa (los preceptos que tienen un tiempo definido) para excluir a las mujeres del libre acceso y obligaciones a ciertos rituales debe ser repensada. El estudio de la Torah y los textos sagrados deben ser también una obligación para la mujer.
La política es otro ámbito donde todavía la igualdad de género se encuentra distante. Miren el parlamento israelí y vean que las mujeres son las excepciones, y no la regla. Las instituciones comunitarias reflejan el mismo síntoma, tan sólo el 13% de los cupos en las comisiones directivas son ocupados por mujeres y en algunos casos muy dramáticos, menos. Es hora que la participación sea por deseo, vocación y capacidad.
No se trata de que deje de incorporar la luz a nuestros hogares con su belleza y sensibilidad. No se trata de que deje de encender las velas sabáticas y de las festividades. No se trata de que deje de ser mujer, se trata de que tenga libre acceso a todo lo que quiera de acuerdo a su búsqueda y necesidad. No debería haber ámbitos vedados a la mujer por una cuestión de género.
Cada Shabat exaltamos a la mujer cantando “Eshet Jail” a una mujer virtuosa, tal vez debe llegar el día en que la mujer pueda cantar “Ish Jail” a un hombre virtuoso.
No todo el pasado fue mejor, es posible que más allá de dificultades, temores y contradicciones, pueda haber un futuro mejor.
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