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A 130 años del arribo del vapor Weser

JAI – A partir de los crueles pogromos que se desataron en Rusia en los años 1881 y 1882, cientos de miles de judíos comenzaron a abandonar sus hogares en busca de nuevos horizontes.

 

Se realizaron convenciones y congresos judíos en los que se procuraba hallar soluciones a los miles de afectados que se desplazaban desde sus lugares de origen. Entre los destinos que se barajaban se mencionaban Estados Unidos, África e Israel. En los cónclaves se elegían delegados que tenían por misión desarrollar contactos diplomáticos y obtener la asistencia económica que permita a los judíos llegar a un destino seguro, pero las gestiones demoraban varios meses y en su mayoría fracasaban.

En la región de Podolia, en los poblados rurales de Kamenetz Podolsk, fue elegido el emisario Eliezer Kaufman para encontrar un refugio seguro para los emigrantes de esa comarca. En 1888 viajó a París para solicitar el apoyo y la ayuda del Baron de Rothschild, pero la misión no tuvo éxito. Kaufman intentó hallar otra solución, a través del Gran Rabino de París, Tzadok Kahn, logró vincularse con la organización KIAJ (Kol Israel Javerim), la Aliance Israelite Universelle, quien en el mismo año había auspiciado el traslado de ocho familias judías a la Argentina con fines de colonización.

Cabe señalar que en ese entonces el nombre de Argentina era poco conocido en Rusia, sin embargo, Kaufman se puso en contacto con la Oficina Oficial de Informaciones de la República Argentina en París que estaba a cargo de Pedro S. Lamas y con la persona encargada de hacer la propaganda para la inmigración y colonización del país, el agente J. B. Frank, de origen judío.

El agente trató de zanjar los inconvenientes menores y solicitó al Comisario General de Inmigración la autorización para permitir el ingreso de aproximadamente 800 inmigrantes rusos que viajarían con destino a la Argentina en el vapor Weser. En su misiva fechada el 6 de julio de 1889 expresaba que no sabe exactamente el número de los mismos, pero asegura que se trata de “bravos agricultores que aspiran a crearse una situación por medio de su trabajo”, y anticipa que son “precursores de muchos otros”.

Un terrateniente argentino, Rafael Hernández, estaba interesado en vender tierras a inmigrantes europeos, y su agente en Europa era el mismo Frank. Kaufman no vaciló e inició el trámite para que más de un centenar de familias de judíos rusos pudieran radicarse como colonos en la Argentina. Al principio del mes de junio de 1889, las familias se encontraron en Bremen, Alemania, para ser embarcados hacia la nueva tierra.

A los viajeros no les faltaron inconvenientes ni peripecias angustiosas durante el trayecto desde Rusia hasta el puerto de embarque. El 10 de julio embarcaron en el vapor Weser, un barco de pasajeros que transportaba un total de 1.200 inmigrantes, 138 familias eran judías, viajaban hacinadas en tercera clase, y conducidas por el Rabino Aaron Halevi Goldman, quien era el guía espiritual y comunitario del núcleo inmigratorio.

El 14 de agosto de 1889, llegaron a Bs. As, y el mismo día de su desembarco empezaron los problemas y las desventuras: pagaron por campos bonaerenses que jamás recibieron,  y quedaron abandonados en una estación ferroviaria santafecina en construcción. En un nuevo país, con un nuevo idioma, con carencias, escasez y enfermedades, padecieron y se sobrepusieron a las dificultades.

Fundaron Moisés Ville, cultivaron el campo y desarrollaron la ganadería, crearon cooperativas, levantaron molinos, inauguraron escuelas, seminario de maestros y bibliotecas. El Weser navegó 35 días y pasó a la historia porque trajo en su vientre a los primeros colonos judíos, a los primeros gauchos judíos.

Se realizaron convenciones y congresos judíos en los que se procuraba hallar soluciones a los miles de afectados que se desplazaban desde sus lugares de origen. Entre los destinos que se barajaban se mencionaban Estados Unidos, África e Israel. En los cónclaves se elegían delegados que tenían por misión desarrollar contactos diplomáticos y obtener la asistencia económica que permita a los judíos llegar a un destino seguro, pero las gestiones demoraban varios meses y en su mayoría fracasaban.

En la región de Podolia, en los poblados rurales de Kamenetz Podolsk, fue elegido el emisario Eliezer Kaufman para encontrar un refugio seguro para los emigrantes de esa comarca. En 1888 viajó a París para solicitar el apoyo y la ayuda del Baron de Rothschild, pero la misión no tuvo éxito. Kaufman intentó hallar otra solución, a través del Gran Rabino de París, Tzadok Kahn, logró vincularse con la organización KIAJ (Kol Israel Javerim), la Aliance Israelite Universelle, quien en el mismo año había auspiciado el traslado de ocho familias judías a la Argentina con fines de colonización.

Cabe señalar que en ese entonces el nombre de Argentina era poco conocido en Rusia, sin embargo, Kaufman se puso en contacto con la Oficina Oficial de Informaciones de la República Argentina en París que estaba a cargo de Pedro S. Lamas y con la persona encargada de hacer la propaganda para la inmigración y colonización del país, el agente J. B. Frank, de origen judío.

El agente trató de zanjar los inconvenientes menores y solicitó al Comisario General de Inmigración la autorización para permitir el ingreso de aproximadamente 800 inmigrantes rusos que viajarían con destino a la Argentina en el vapor Weser. En su misiva fechada el 6 de julio de 1889 expresaba que no sabe exactamente el número de los mismos, pero asegura que se trata de “bravos agricultores que aspiran a crearse una situación por medio de su trabajo”, y anticipa que son “precursores de muchos otros”.

Un terrateniente argentino, Rafael Hernández, estaba interesado en vender tierras a inmigrantes europeos, y su agente en Europa era el mismo Frank. Kaufman no vaciló e inició el trámite para que más de un centenar de familias de judíos rusos pudieran radicarse como colonos en la Argentina. Al principio del mes de junio de 1889, las familias se encontraron en Bremen, Alemania, para ser embarcados hacia la nueva tierra.

A los viajeros no les faltaron inconvenientes ni peripecias angustiosas durante el trayecto desde Rusia hasta el puerto de embarque. El 10 de julio embarcaron en el vapor Weser, un barco de pasajeros que transportaba un total de 1.200 inmigrantes, 138 familias eran judías, viajaban hacinadas en tercera clase, y conducidas por el Rabino Aaron Halevi Goldman, quien era el guía espiritual y comunitario del núcleo inmigratorio.

El 14 de agosto de 1889, llegaron a Bs. As, y el mismo día de su desembarco empezaron los problemas y las desventuras: pagaron por campos bonaerenses que jamás recibieron,  y quedaron abandonados en una estación ferroviaria santafecina en construcción. En un nuevo país, con un nuevo idioma, con carencias, escasez y enfermedades, padecieron y se sobrepusieron a las dificultades.

Fundaron Moisés Ville, cultivaron el campo y desarrollaron la ganadería, crearon cooperativas, levantaron molinos, inauguraron escuelas, seminario de maestros y bibliotecas. El Weser navegó 35 días y pasó a la historia porque trajo en su vientre a los primeros colonos judíos, a los primeros gauchos judíos.

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