Creando historias en español, en Israel
Con la presencia de don Julio Martínez Mesanza -Director del Instituto Cervantes de Tel Aviv y Premio Nacional de Poesía de España- y de Mina Weil, escritora y presidenta de la Asociación Israelí de Escritores en Lengua Castellana, se llevó a cabo una tarde donde los autores presentaron cuentos bajo la consigna “un relato relacionado con un nombre”.
El voto del jurado y del público, se debatió en una difícil elección y favoreció finalmente al escritor uruguayo Nelson Gilboa, con su cuento “Renombrando”. En segundo lugar, fue elegido el relato de la escritora brasileña Lucía Wasserman, titulado “Cubiertos de plata”. A continuación, compartimos con los lectores de Radio Jai, el texto que quedó en primer lugar.
“Renombrando” – por Nelson Gilboa
Planeaba cambiar mi auto por un modelo deportivo y cuando hablé por teléfono con el propietario para encontrarnos para la transacción… me dijo que se llamaba “Ángel”.
Los nombres que ostentan una determinada cualidad en una persona me dan mala espina. Suele ser la primera frustración de los padres “por apresurarse a promocionarlos”.
Mi experiencia me advertía, que suelen ser todo lo contrario. Santos, resultó ser un pecador, Justin un abusador, Casta regenteaba un burdel, Linda era feúcha la pobre y Serena, en un arrebato mató a su padre. Y para que les quede más claro: papá me llamo Nelson en vez de Ernesto y mamá enfureció cuando lo supo.
Tenía razón, porque el mar no me agrada y hasta jugando con un barquito de papel en el agua me mareo. Y para colmo, no sé una puta palabra de inglés.
De niño, frecuenté el movimiento de los Boy Scouts y realizaban allí un ritual que llaman “totemización”, es decir, nos rebautizaban con un nombre apropiado a nuestros caracteres o cualidades.
Mi idea es -sobre esa base- que en la tierna infancia sólo le endosemos al chico un nombre provisional. Más tarde, reunidos en compañía de amigos y familiares, conciliar un apelativo más acertado, que contenga la esencia misma del individuo. Imaginen cuan sencillas serían nuestras vidas si nuestro nombre nos describe…
Milagros sería mi agente de bolsa, Remedios mi doctora, Lujuriana sería mi amante y escogería por suegro, al señor Rico o Fortunato, me da lo mismo… y mejor todavía si enviudo.
No vayan a pensar que mi idea es “descabellada”, pues incluso, tiene raíces bíblicas. Ya en el Génesis, “un poco antes que los argentinos crearan el dulce de leche”, el patriarca hebreo Abram cambió su nombre por el de Abraham, para adaptarse a su rol de “padre de multitudes”, que es el significado de esa palabra.
Y conviene recordar también, que estudios científicos de los últimos años, respaldan la relación entre nombre y destino de las personas.
¿Qué les parece mi idea, queridos compañeros? ¿No sería más justo vivir en una sociedad sin engaños premeditados?
Y disculpe “Lucifer”… perdón Ángel. Con usted, no haré ningún trato.
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