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Algunos secretos del milagro israelí

Allí donde se juntan dos judíos hay siempre al menos tres opiniones sobre una misma cuestión. Eso reza un viejo cuento popular. La duda y la controversia son parte inescindible de la identidad judía.

Los hijos del pueblo de Israel no le temen a la confrontación. Conviven con ella en excitante cotidianidad. Contraponer argumentos e interpretar desde un punto de vista diferente cada cosa es parte del ser nacional.

Las jóvenes israelíes de este tiempo reivindican esa capacidad irrefrenable de cuestionarlo todo sin reparar en jerarquías. Esta particular manera de relacionarse y tomar decisiones se practica incluso en el ejército.

El pequeñísimo y asediado territorio del Estado de Israel contiene no solo a los ciudadanos nativos sobre esta tierra disputada, sino a millones de judíos nacidos y criados en otras lenguas y culturas. Procedencias, estilos de vida y creencias sociales y religiosas muy diversas logran reconocerse en una misma comunidad sellada en la tolerancia.

Viven el día a día haciendo pie en una caótica versión del pluralismo pero se sienten parte de una unidad. Los une un propósito.

¿Cuál es el secreto israelí? ¿Qué hizo posible que este país en extremo pequeño, de territorio seco y desértico, escaso de recursos naturales y bajo permanente amenaza bélica, lograra no solo superar los estragos de la inflación que los colocó de frente al abismo sino posicionarse como un punto líder de la innovación tecnológica a nivel global?

“En Start up Nation, Dan Senor y Saul Singer ofrecen algunas pistas para comprender las claves del milagro económico israelí.

La escasez y el peligro permanente obligan a producir creatividad, sostienen los autores de este libro que investigó las razones profundas de este asombroso despegue.

Un ecosistema que integra lo público y lo privado se apalanca en una tradición milenaria que hace un culto de la duda y la argumentación.

Israel exporta innovación y conocimiento porque hace de la controversia y el debate permanente su fortaleza. Un entorno que demanda libertad de expresión, tolerancia a la experimentación y al fracaso y libre acceso a la información económica gubernamental en un contexto de estabilidad de las instituciones y continuidad jurídica.

Israel emergió de su “década perdida” entre los 70 y los 80, cuando la hiperinflación los llevó a conocer el infierno de un 500% anual sobrellevando un tremendo ajuste. Pudieron hacerlo alineándose tras un convencimiento: el de estar invirtiendo en futuro. Tienen un propósito. No es poco.

Salir de una indexación permanente de precios y salarios para sincerar la economía demandó sostener una línea de política de manera ininterrumpida durante 35 años.

Los israelíes de este tiempo se jactan de pertenecer a una generación para la cual la visión de futuro cuenta más que la experiencia.

Se aferran al legado de Shimon Peres, quien instaba a cambiar los recuerdos por la imaginación bajo el convencimiento de que lo que es capaz de imaginar un pueblo en el exilio por miles de años puede ser algo muy poderoso.

Cuando la paz y el futuro son tan frágiles cada minuto cuenta, tiene un valor estratégico y eso obliga a acortar los tiempos. Por eso enfrentan con desprejuicio la búsqueda de ideas para solucionar los problemas. No le temen al fracaso. Tienen tolerancia a la experimentación y se permiten fallar. Ponen la improvisación por sobre la disciplina.
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Exaltar la meritocracia y la libertad individual es parte del ADN israelí. Se inspiran en la figura de Ben Gurion, un hacedor irrefrenable.

El 45% de los israelíes alcanza hoy formación universitaria. La penetración digital es del 125%.

El Instituto Weizmann lidera la investigación en ciencias básicas absorbiendo a investigadores de todo el mundo y encabezando miles de proyectos que se sostienen con los ingresos que generan cientos de patentes.

Biólogos, químicos, físicos e ingenieros informáticos trabajan en comunidad convirtiendo a centro en un hub internacional. Una agencia especializada administra los ingresos gestiona las inversiones que se requieren para los miles de laboratorios obre los que se trabaja.

La palabra chutzpah, acuñada por el académico judío Leo Rosten, encierra parte del secreto. Tomada del yidis, alude a “insolencia, descaro, frescura, atrevimiento y coraje no exento de un toque de arrogancia”.

Pero a la chutzpah que marca el perfil de tanto israelí contemporáneo hay que sumarle el concepto de “mashup” que alude a la capacidad de combinar de manera desafiante las nuevas tecnologías con otras disciplinas para acelerar los procesos innovación. Biología e informática corren a la par.

La guerra dejó muchas enseñanzas. Obligó a poner en juego nuevas tácticas en tiempo real acelerando el desprejuicio en relación a las jerarquías.

La experiencia obtenida por el ejército y las tareas de defensa, que obliga a tomar decisiones de vida o muerte prescindiendo de la cadena de mandos, capacita para el mundo de los negocios.

De los “Talpiones”, la fuerza de élite de las IDF, fuerzas de la defensa Israelí, han salido académicos de renombre y exitosos empresarios.

La mentalidad multitarea y la capacidad de intercambiar cargos genera comunidades muy productivas.

El desafío del orden establecido que predomina en los jóvenes Israelíes de este tiempo alcanza a la jerarquía del ejército. También en las IDF, se incentiva el debate. Cuenta más el alcance de los objetivos que la obediencia a una línea de mando.

Don Frohman, fundador de Entel Israel, dice que fomentar la cultura del desacuerdo y el diseño es la clave. La falta de oposición dentro de un equipo en en sí misma un gran problema, para espanto de muchos.

El ejército es considerado como un motor de la innovación, como una incubadora tecnológica.

El Be’er Sheva, en el Neguev, se implanta el parque tecnológico de Gav Yam. En cooperación con la Ben Gurión University y con el concurso de recursos públicos y privados, incuba un entorno de conocimiento que busca soluciones disruptivas para mejorar la vida apurando la entrada al futuro.

El espíritu emprendedor encuentra su antecedente e inspiración en los kibbutzim. Conmueve escuchar al argentino Chelo Tunik, el alma de Hatzerim, el emblemático Kibbutz del que salió al mundo el riego por goteo, un recurso creado desde la desesperación por arrancar vida de la tierra que no deja de generar divisas para lsrael. De las comunidades socialistas sin propiedad privada al modelo de éxito económico propio de la economía de marcado.

En Haifa, brilla Technion. De allí salió Rafael, la “cúpula de hierro” el dispositivos móvil que intercepta misiles en las zonas calientes.

En el Museo del Holocausto el pasado reciente no se olvida. Allí se trabaja diario sobre la razón y la emoción para sellar el “Nunca más” del pueblo judío que interpela a toda la humanidad. Pero el futuro apremia y se nos viene aceleradamente encima.

En la “tierra prometida” de los israelíes miles de jóvenes trabajan hurgando en lo todavía inimaginable para entrar de manera creativa a lo viene. Buscan soluciones para la vida de todos.

Una empresa en Tel Aviv está a punto de lanzar al mercado una impresora de carne para los restaurantes que se vendrrá con los cartuchos capaces de dar forma y sabor a un jugoso bistec.

En Jerusalén se avanza en un dispositivo digital que permitirá a los no videntes a reconociendo de personas y lectura de textos. En Haifa un grupo de investigado perfecciona una grúa que podrá trabajar con absoluta precisión sin operadores. Otros tanto en colorándose ideas para revivir el Mar Muerto.

Autos sin conductor, nanodispositivos de diagnóstico escanean el cuerpo humano, robots dotados de inteligencia artificial capaces de casi todo ya son parte del presente.

Esto es solo el comienzo. Una certeza que produce vibraciones en las almas inquietas.
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Mientras Tel Aviv huele a una Silicon Valley de segunda generación, en Jerusalén la idea de Dios lo impregna todo.

En la Ciudad Vieja las tres grandes religiones monoteístas pugnan por los espacios para la adoración.

En el Santo Sepulcro las distintas versiones de la fe en Cristo se disputan metro a metro altares y reliquias.

El muro recibe miles de peregrinos que llegan con sus plegarias a lo que quedó en pie del Segundo Templo. Los viernes por la tarde, cuando comienza el Sabbath, el Kotel deviene un sitio vibrante de rezos y canciones.

Para acceder a la Explanada de las mezquitas donde se encuentra la dorada Cúpula de la Roca no hace falta ser musulmán, basta sortear los check point de seguridad en los brevísimos horarios en que los islamitas abren la pasarela que conecta el Barrio Judío con los sitios de adoración.

La fe en un Dios late en todos los detalles de la Ciudad Santa. Algunos lo encuentran en la Biblia, otras en la Torá o el Corán.

Yuval Noah Harari, autor de Homo Deus, cree que Dios está en los datos. Cree que el dataísmo que hace nace en la Inteligencia artificial nos acerca a una nueva definición de lo divino,

En las estrechas callejuelas de Barrio Judío también está en controversia la idea de Dios.

Para muchos jóvenes judíos Dios está en todos y cada uno de nosotros, en todo lo creado y lo por crearse, en los que a diario aplican su vida a hacer posible un mundo mejor.

Por Mónica Gutiérrez para Infobae

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