A 50 años del increíble escape de cinco naves de Cherburgo
Yehuda Krell
El próximo miércoles 25 de diciembre se cumplen 50 años de una de las más increíbles fugas navales, fue el escape de cinco naves que zarparon del puerto de Cherburgo, Francia, hacia el puerto de Haifa en Israel.
Desde el nacimiento del Estado de Israel, su Armada era pequeña y anticuada. Contaba con pocos buques, en su mayoría de los tiempos del Mandato Británico, que a lo sumo servían para entrenar a las diferentes promociones de marinos de guerra, pero desde la operatividad dejaban mucho que desear. En la década del 60, dada la delicada situación bélica en la que se encontraba el país, el almirantazgo israelí se planteó una profunda renovación de su flota para adaptarla a las nuevas exigencias bélicas que habían asumido los países árabes, en especial Egipto con la modernización de su flota.
La Marina nacional consideró que necesitaba barcos ligeros y ágiles que pudiesen atacar tanto blancos en la costa como en alta mar, y a la vez servir como lanzamisiles. Por aquel entonces, Israel carecía de una tecnología acorde a las necesidades y no contaba con los astilleros necesarios para construir las naves, de manera que las encargó a Alemania. Los alemanes atendieron la solicitud y les aconsejaron fabricar unas lanchas torpederas de última generación.
Cuando la compra se anunció públicamente, la Liga Árabe elevó una airada protesta ante el Gobierno de Bonn. Adenauer no quiso líos con los árabes, ni ingresar a una espiral de marchas y contramarchas, por lo tanto canceló el contrato de construcción; pero no el diseño de las lanchas ya era propiedad de la Marina israelí.
Ante las dificultades, los israelíes se dirigieron a un astillero de Cherburgo que se comprometió a construir las naves sobre los planos alemanes. La Liga Árabe volvió a protestar, pero el gobierno francés hizo caso omiso, a tal punto que mientras la construcción de las lanchas iba avanzando se desplazó personal militar israelí a Francia para familiarizarse con el proceso y entrenarse en aguas francesas.
El amplio proyecto constaba de la construcción de doce naves, de las cuales siete fueron entregadas y restaban cinco buques más. Pero al estallar la Guerra de los Seis Días sucedió lo que ni los israelíes ni los franceses esperaban: la fulgurante victoria hebrea sobre sus enemigos árabes. Con este triunfo rápido y asombroso el gobierno francés dejó de ver a los israelíes como una pequeña nación entre grandes enemigos. Ante la nueva realidad, De Gaulle decretó en 1968 un embargo armamentístico contra Israel. Las cinco lanchas lanzamisiles ya construidas fueron confiscadas y quedaron estacionadas en el puerto de Cherburgo.
Para Israel el boicot francés fue un severo golpe. A pesar de las gestiones diplomáticas de los israelíes, De Gaulle no dio su brazo a torcer, mientras el presidente egipcio Naser presentaba las nuevas torpederas que acababa de comprar a la Unión Soviética. Ante tal situación la entonces primer ministro, Golda Meir, ordenó que se procediese al rescate de las naves; pero no por la fuerza, lo que constituiría un suicidio político, sino mediante el engaño.
El artífice de la operación fue el contraalmirante Mordejai Limon, apodado por los marinos Mokka. El plan consistía en hacer creer a los franceses que Israel desistía de la adquisición y que lo mejor era vender las lanchas a una empresa privada. Además, para Francia era importante finalizar el encargo y evitar que haya pérdida de puestos de trabajo e Israel no tendría los barcos pero recuperaría la inversión, en fin ganaban todos.
Mokka se trasladó a Francia y allí, a la vista de todos, fingió que llevaba a cabo unas duras negociaciones con una compañía panameña llamada Starboat para venderles las naves. En realidad era una empresa creada y montada por el Mossad, estaba inscripta en el registro de Oslo, y supuestamente se dedicaba a prospecciones petrolíferas en el Mar del Norte. Nada hacía sospechar de la falacia, era totalmente aceptable que una lancha lanzamisiles desartillada puede ser adaptada para la exploración petrolera.
Mientras tanto cambió el gobierno francés, Charles De Gaulle renunció a la presidencia y Georges Pompidou asumió como su sucesor el 15 de Junio. Si bien en la campaña se mostró proclive a levantar el embargo, cuando tomó el poder se dio cuenta que lo mejor era parecer imparcial y mantuvo el statu quo sobre las sanciones.
Convencidas las autoridades francesas de la venta, la misma se realizó en París con la autorización del ministro de Defensa. Starboat puso las lanchas bajo pabellón panameño y comenzó a realizar pequeños viajes de prueba por el Mar del Norte.
Quedaba la parte más difícil del plan: sacar los barcos de Cherburgo y llevarlos hasta Haifa sin que los franceses lo advirtiesen. Tal vez salir fuese relativamente sencillo, pero alcanzar la costa israelí significaba recorrer 5.800 kilómetros por el Atlántico y el Mediterráneo sin más puertos de escala que el de Gibraltar y el de Malta, que controlados por los británicos, estos harían la vista gorda.
Para tal misión hacía falta más personal. Se recurrió a ochenta oficiales de la Marina israelí quienes fueron arribando a distintas ciudades de Francia y se trasladaron a Cherburgo como turistas, vestidos de civil y alquilando habitaciones de hotel. Se les ordenó no quedarse más de uno o dos días en cada hotel, en la mañana del 23 de diciembre los 80 refuerzos estaban en Cherburgo.
En la noche del 24 al 25 de diciembre de 1969 llegó la orden de partir. Se sabía que en plena Nochebuena los servicios de inteligencia galos estarían ocupados en otros menesteres y así la flota ganaría un tiempo muy valioso para alejarse de la costa y acercarse a Gibraltar. Así sucedió: los franceses no se enteraron de que habían zarpado las lanchas hasta doce horas después; y no precisamente por los agentes destacados en Cherburgo, sino porque lo informó la BBC de Londres en su noticiero de las dos de la tarde.
El ministro de Defensa francés, Michel Debré, en un rapto de ira ordenó un ataque aéreo sobre la flotilla israelí. El jefe del Estado Mayor francés se negó rotundamente, se trataba de barcos noruegos con bandera panameña y tripulación civil israelí navegando por aguas internacionales, atacarlos sería pisotear las normas más elementales del derecho internacional y, además, una inasumible masacre de civiles en alta mar. El primer ministro, Jacques Chaban-Delmas, revocó la orden de muy mala gana y se puso a buscar al culpable del estropicio. Hechas las oportunas comprobaciones, el Gobierno ordenó la deportación inmediata de Mokka Limón por ser persona non grata para Francia.
Después de una semana de navegación los barcos llegaron a Haifa el 31 de Diciembre, en el medio de enormes expresiones de júbilo. Escoltados por cazas israelíes F-4, y seguidos de cerca por pesqueros llenos de antenas de la Inteligencia Soviética. Las naves atracaron ya con sus nombres oficiales: Sufa, Ga’ash, Jerev, Janit y Jetz. Terminaba así una odisea de 5800 kilómetros, dos reabastecimientos, varias tormentas y una historia de película, que sin embargo nadie quiere contar para no herir la susceptibilidad de los franceses.
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