La repulsión de los judíos por el carnaval
El origen del Carnaval
El origen de su celebración parece probable que esté en las fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco, el dios romano del caos, la fiesta y el vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del toro Apis en Egipto.
Según algunos historiadores, los orígenes de esta festividad se remontarían a la Sumeria y el Egipto antiguos, hace más de 5.000 años, con celebraciones muy parecidas en la época del Imperio romano, desde donde se expandió la costumbre por Europa, siendo llevado a América por los navegantes españoles y portugueses a partir de fines del siglo XV.
El carnaval, aunque la Iglesia cristiana no lo admite como celebración de tono religioso, está asociado con los países de tradición católica, y en menor medida con los cristianos ortodoxos orientales; las culturas protestantes tienen tradiciones modificadas, como el carnaval danés.
En países con tradición cristiana está fuertemente relacionada con la época de Cuaresma. Actualmente se ha extendido a casi todo el mundo y destacan los casos de Río de Janeiro (Brasil) o el de Santa Cruz de Tenerife (España).
La Edad Media europea se caracterizó por el control y la enorme difusión de la Iglesia Católica en la vida política y privada de todas las clases sociales. Durante el tiempo de Cuaresma, por ejemplo, la población debía guardar un ayuno voluntariamente impuesto y un celibato del mismo tipo durante los 40 días correspondientes. El carnaval surgió precisamente como una forma de coger fuerzas antes de la Cuaresma. La celebración, de carácter popular, se centraba en realizar grandes banquetes centrados en el consumo de carne y dejarse llevar por otro tipo de excesos, de carácter sexual en muchos casos, que agotara sus ansias y les permitiera resistir durante la Cuaresma. El sentido de “despedida de la carne” hace referencia tanto al alimento como al cuerpo humano, dos de las tentaciones a las que se renunciaban.
Su origen parece tener dos fuentes probables dentro del Imperio Romano. La primera es Saturnalia, de la que deriva la actual Navidad, una celebración en la que los romanos organizaban fiestas, banquetes y orgías para conmemorar el día del dios sol. La segunda fuente sería Lupercalia (San Valentín), una fiesta en la que las reglas morales se volvían más laxas y las relaciones sexuales eran frecuentes. Además, se realizaban sacrificios animales para los dioses y, durante el ritual, los hombres se disfrazaban con pieles de animales.
Estas fiestas fueron adaptadas al cristianismo conforme la religión de la Iglesia se extendía y solo se puede ver su conexión con el actual carnaval en algunos pequeños detalles. Sin embargo, el verdadero florecimiento de esta fiesta se produjo durante la Edad Media en toda Europa, pero especialmente en Italia. El carnaval se celebraba antes del comienzo de la Cuaresma, una festividad religiosa en la que se debía respetar el ayuno propio y la abstinencia sexual, por lo que su finalidad era conceder al pueblo llano una última alegría antes de esa penitencia impuesta.
El carnaval solía tener una duración de tres días y en ellos se celebraban grandes banquetes de carne y alimentos ricos en grasa para que las personas cogieran fuerza antes del ayuno. En la ciudad de Koenigsberg (la actual Kaliningrado), los carniceros llevaron en procesión 440 libras de salchichas durante un carnaval. Pero como ya hemos dicho, la Cuaresma también significaba decir adiós a la carne como cuerpo, a las relaciones sexuales. En Francia, estudios históricos demuestran que la temporada de carnaval producía más concepciones que cualquier otra del año y es muy probable que esta fuese una práctica habitual en el resto de Europa.
En el siglo XVII, el carnaval de Venecia cobró especial esplendor por su trabajada ornamentación y el uso de máscaras se hizo cada vez más común. Estas permitían dejar a un lado las distinciones sociales y que la nobleza pudiese mezclarse libremente con el pueblo llano. Otro posible uso para estas máscaras era, precisamente, ocultar la identidad y que no se supiera quien era el “pecador”.
Para los judíos, los carnavales fueron históricamente fechas trágicas, cuando hordas descontroladas especialmente en Europa salían a perseguir y asesinar a los negadores de Cristo.
Hoy en Bélgica los viejos arquetipos antisemitas se reproducen en carrozas que ofenden a la judeidad y preocupan en el marco del renovado e histórico flagelo
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