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Los archivos, la memoria y los sentimientos

Por Eduardo Kohn.

Tal como se había anunciado por el Papa Francisco, el Vaticano ha abierto esta semana todos los archivos relativos al pontificado de Pío XII (1939-1958) a los académicos, que podrán acudir a la Santa Sede para estudiar dieciséis millones de folios ordenados durante catorce años e intentar aclarar las opiniones y acusaciones sobre su Papado.

Pío XII ha sido acusado por su eventual inacción frente a la Shoá y por tener una actitud demasiado pasiva ante Hitler. Es bastante probable que ni los archivos puedan curar las enormes heridas dejadas por el silencio papal durante la redada nazi en el gueto de Roma en octubre de 1943 cuando más de mil personas fueron trasladadas a un colegio militar a dos pasos del Vaticano, y después deportadas a Auschwitz. Sólo regresaron quince hombres y una mujer.

A las 5:30 de la mañana del 16 de octubre de 1943, unos 300 soldados alemanes entraron al guetto de Roma, y empezaron a cazar y acorralar a los judíos. A las 2 de la tarde, la operación  del comandante de las SS Herbert Kappler estaba completa. Después de 30 horas de detención, los 1,022 judíos arrestados en la redada fueron enviados desde la estación de tren Tiburtina de Roma a Auschwitz-Birkenau.

De los 16 sobrevivientes, el último en fallecer a los 91 años en 2018 fue Lello di Segni. En una entrevista con el historiador Marcello Pezzetti en 1995, Di Segni relató cómo la noche del 15 de octubre, soldados alemanes advirtieron a los judíos locales que no abandonaran el vecindario. Hacía poco, el 28 de setiembre habían pagado una suerte de rescate de 50 kilogramos de oro a los alemanes para evitar su deportación.

Engañados por los alemanes, los judíos romanos fueron deportados a pesar de todo; y el Papa Pío XII allí estaba, en silencio. Podrán surgir explicaciones desde los archivos, pero una cosa son las explicaciones casi un siglo después, y otra muy diferente, los hechos. Y los hechos fueron el asesinato en masa.

“Yo era un caballo, el número fijado a mi ropa decía que yo no era más que una bestia”, contó Di Segni. Después de 30 días en Auschwitz, Di Segni fue trasladado al Gueto de Varsovia. Cuando las tropas soviéticas comenzaron a avanzar en el frente oriental, Di Segni fue enviado al sub campo de Allach, y luego a Dachau, donde finalmente fue liberado por las fuerzas de los Estados Unidos.

En la Santa Sede siempre han insistido en que Pío XII hizo lo que pudo en una coyuntura muy difícil. Con el miedo de que Hitler entrara en el Vaticano, o de empeorar la situación para los católicos atrapados en territorios ocupados, el Vaticano mantiene que el papa Pacelli trabajó discretamente para salvar a los judíos que pudo. De nuevo, quizás los archivos puedan dar explicaciones. Hasta hoy sólo nos iluminan los hechos. Bastante oscuros por cierto.

Aunque la Santa Sede acostumbra a esperar 70 años después del final de un pontificado para abrir los archivos, el Papa Francisco siempre ha dado su beneplácito a la apertura, la cual anunció hace ya un año. Dijo entonces: “La Iglesia no tiene miedo de la historia, al contrario, la ama, y quiere amarla más y mejor, como la ama Dios. Con la misma confianza de mis predecesores, abro y confío a los investigadores este patrimonio documental”.

En la presentación de los millones de documentos, el prefecto de los archivos, monseñor Sergio Pagano, avisó que “harán falta años para examinar todo los dossiers y hacer un juicio histórico”.

Juan 23, hace seis décadas, cambió el rumbo del relacionamiento judeo-católico con Nostra Aetate y con la decisión Conciliar de terminar con la acusación antisemita de deicidio. Sus sucesores han dado pasos importantes y el acercamiento fue muy fuerte en el siglo pasado y mucho más sólido en este siglo.

Como toda relación, ha tenido altos y bajos. Juan Pablo II y Benedicto 16 hicieron llamados fuertes: al visitar la sinagoga de Roma en 2010, el Papa Benedicto pidió que se sanen las heridas del antisemitismo y recordó a los judíos italianos deportados durante la guerra.

Benedicto XVI visitó sinagogas pero a mediados de 2007 emitió un Motu Proprio en el cuál validó el uso del Rito Tridentino del Viernes Santo de, titulado Por la Conversión de los Judíos. Al igual que su predecesor, fue a Auschwitz, en el 2006, pero evitó caracterizar a la Shoá explícitamente como un crimen del pueblo alemán contra los judíos, atribuyéndolo en su lugar “a un grupo de criminales que alcanzó el poder mediante falsas promesas”.

Quizás los Archivos que ahora se han abierto puedan algún día modificar todos los escritos, la memoria y los sentimientos que Pío XII despertó por la Shoá.

En la Navidad de 1942 habló de los “cientos de miles que sin haber cometido ninguna falta, a veces sólo a causa de su nacionalidad o raza, se ven marcados para la muerte o la extinción gradual”. ¿Se refería a los judíos?¿Por qué no dijo la palabra “nazis” para identificar a los perpetradores?. De nuevo, los archivos podrán dar explicaciones, pero lo dicho, dicho está, y lo no dicho, no está. Y guiarse por especulaciones o cálculo de probabilidades con la Shoá, no es posible.

No lo intentemos ni por asomo, no es posible.

La memoria es permanente. Con ella, recordamos y entendemos. Y también debemos ser positivos y mirar el mañana. Un mañana que comenzó Juan 23 y que hoy tiene sólidas raíces: el relacionamiento judeo-cristiano camina por espacios de tierra firme, tanto que las desavenencias no son una espada que separa, sino oportunidades de buscar más concordancias. Los Archivos son ineludibles. Construir convivencia y futuro también.

Acerca de Kohn

Dr.en Diplomacia egresado de la Facultad de Derecho del Uruguay
Docente de Historia de la Shoa
Director de B’nai B’rith en Uruguay y B’nai B’rith Latinoamérica
Conferencista y columnista sobre Antisemitismo,DDHH y Medio Oriente

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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