Mi “ex” y yo no estamos de acuerdo con las medidas contra el coronavirus
No soy el tipo de mujer que espera a que una pandemia venga a llamar a mi puerta, así que tomé COVID-19 muy en serio tan pronto como comenzó a extenderse por los Estados Unidos. Comencé a trabajar desde casa hace un mes, antes de que mi oficina cerrara oficialmente. Soy madre soltera e hice que mis tres hijos, de 15, 13 y 9 años se quedaran en casa, antes de que cerraran sus escuelas privadas. Corrí a Costco y me abastecí de comida y suministros. Compré pesas on line y dejé de ir al gimnasio a pesar de que todavía estaba abierto. Saqué una cuenta Instacart para no tener que salir a hacer compras. Compré juegos de mesa, libros, materiales de arte, cuerdas para saltar y tiza para escribir en la acera.
Vivo en Florida, un lugar que algunos podrían argumentar que ya ha pasado por un colapso social, así que además de preocuparme por el virus, ahora tengo que preocuparme por cómo reaccionará el proverbial “Hombre de Florida” ante un colapso económico. ¿Cómo se supone que debo protegerme a mí y a mis hijos si los servicios esenciales se ven interrumpidos y personas desempleadas hambrientas comienzan a manifestarse en las calles?
Siguiendo el consejo de mi exentrenador personal militar (que ha estado esperando alegremente este tipo de escenario), compré una radio con energía solar, una hoja de ruta, comida enlatada, productos secos, gas propano, un botiquín de primeros auxilios, artículos de tocador adicionales, tabletas de purificación de agua, semillas, batería y spray para osos (como alternativa a una pistola).
Creo que se entiende lo esencial: estaba PREPARADA. Sin embargo, lo único para lo que no estaba preparada, era para cómo reaccionaría mi exmarido ante la pandemia. Él y yo somos bastante diferentes, y él ha adoptado una actitud más relajada de “alguien proveerá” como respuesta. En las últimas semanas, ha hablado sobre priorizar la economía por sobre las vidas, cómo el autoaislamiento será psicológicamente perjudicial, cómo los medios de comunicación están generando miedo, cómo los riesgos personales no son tan grandes y cómo es cauteloso (se lava sus manos a menudo), pero no estaba demasiado preocupado.
Yo estoy en mi casa abarrotada y sobrecargada de provisiones y en pánico. El creciente pozo de miedo en mi estómago ahora se alimentaba de nuevas preocupaciones: ¿Cómo nos afectarían a mis hijos y a mí lo que hiciese mi ex? Normalmente él y yo tenemos una muy buena relación de trabajo, que hasta ahora nunca ha tenido que pasar por la prueba tensionante de una pandemia global. No estamos de acuerdo con muchas cosas, lo que probablemente contribuyó a nuestro divorcio, pero ambos hemos trabajado arduamente para ser padres con respeto y deferencia por las opiniones del otro.
Así que pensé seriamente en su perspectiva. Si bien estaba totalmente en desacuerdo con él, él tenía algunos puntos válidos, y ¿quién puede decir que mi enfoque extremo y del fin del mundo era correcto? Pensé en las lecciones inherentes que ambos estábamos ofreciendo a nuestros hijos. Mi enfoque les enseñó sobre la responsabilidad social, sacrificando por el bien mayor y el valor de la vida. Su enfoque les enseñó sobre el pensamiento independiente, ayudando a otros necesitados (pudo haber hecho más por los demás sin aislarse) y el valor de la vida.
Cuando las escuelas cerraron oficialmente, acordamos mantener nuestro tiempo compartido de 65/35, pero ser más flexibles sobre cómo dividir esos días. Sin embargo, como quedó claro que mi ex no estaba tomando este virus tan en serio como yo, traté de mantener a mis hijos conmigo el mayor tiempo posible, con la esperanza de que el gobierno de Florida se pusiera al día e impusiera restricciones más estrictas. Pero Pesaj se acercaba rápidamente y era su turno de tenerlos para las fiestas. Cuando hablamos de esto por teléfono, descubrí que estaba planeando tener otras familias para el Seder, que los niños de su vecindario todavía jugaban afuera, que las personas con las que estaba en contacto seguían trabajando, y que incluso con las nuevas restricciones gubernamentales y las sugerencias rabínicas, todavía pensaba que los medios de comunicación lo estaban desproporcionando.
Luché con qué hacer. El área en la que vivía tenía el segundo mayor número de casos en el Estado. ¿Ya había estado expuesto? ¿Dejo a los niños conmigo o se los envío? ¿Mis preocupaciones de seguridad para mis hijos y para mí reemplazan los derechos de su padre a estar con ellos? ¿Es realmente tan grande el riesgo para mi salud, la salud de mis hijos y la salud de cualquier persona con la que podamos entrar en contacto? ¿Es ese riesgo mayor que el riesgo para la salud mental y emocional de mis hijos por no estar con su padre en el futuro previsible? Ahora que nos enfrentamos a una pandemia ¿puedo opinar sobre cómo se comporta mi ex y las elecciones que hace, cuando el enfoque que hemos adoptado hasta ahora ha sido “para cada uno lo suyo”?
Me preocupaba que al querer quedarme con nuestros hijos, abriera una caja de Pandora de problemas. ¿Cómo me sentiría si mi ex, que es más religioso que yo, no me enviara a los niños a menos que aceptara una adhesión más estricta a la ley judía? Como terapeuta y coach especializada en divorcio y crianza de los hijos, que impulsa una agenda de co-crianza pacífica, ¿afectará esto a mi carrera? ¿Puede mi propia salud mental (y cuenta bancaria) sobrevivir a la crianza ininterrumpida sin un respiro? Y finalmente ¿valen la pena las posibles consecuencias entre nosotros, deshacer años de construcción de relaciones positivas y destruir un futuro de paternidad amistosa?
Reuní todos los recursos terapéuticos internos que tenía y comencé un tipo de preparación completamente diferente para las negociaciones con mi ex. Al hablar con él, mantuve la calma, utilicé oraciones utilizando “yo”, expresé mis temores y preocupaciones personales, e incluso me reí con él por mi enfoque “demente”, pero le rogué que lo complaciera. Busqué la verdad objetiva y pregunté cuánto jugaba mi ego aquí. Llamé a todos los recursos externos que se me ocurrieron para ayudarme a darme una perspectiva, claridad y consejos, entre ellos mis amigos, familiares, el rabino, un funcionario del gobierno y mi pediatra para su recomendación oficial.
Llamé a mi abogado para revisar mis derechos y conocer las implicaciones legales involucradas. Como sus planes violaban la orden de aislamiento en el lugar, estaba dentro de mis derechos legales de retención y me aconsejaron priorizar mi salud y la salud de mis hijos. Y aún dudaba. Así que me senté y escribí un correo electrónico, donde le pedí que se adhiriera a ciertas pautas (las de los CDC y la OMS) y las aceptara por escrito. Él podría tener los niños, dije, solo necesitaba algunas garantías.
Pero fue demasiado tarde. Sintió que estaba infringiendo sus derechos parentales, interfiriendo en su vida personal y haciendo demandas que no tenía derecho a afirmar. Le preocupaba que mi observancia religiosa negligente me impidiera brindarles a los niños una experiencia judía apropiada para Pesaj. Estábamos estancados y acordamos traer un mediador.
El estrés fue abrumador. Estaba teniendo recuerdos de mi divorcio difícil y emocionalmente agotador. Mis hijos comenzaban a preguntarse por qué no iban a ir a casa de su padre y yo no sabía cuánta información compartir con ellos. Les dije que la nueva orden impuesta por el gobierno de quedarse en casa nos dejó inseguros sobre cómo proceder con el tiempo compartido. No lo creyeron.
Entonces les expliqué que estos son tiempos sin precedentes, que nadie está realmente seguro de cuál es el mejor enfoque, que su padre y yo tenemos opiniones diferentes, que tener opiniones diferentes está bien, y que en lugar de pelear, estábamos dejando que un tercero imparcial tomara la decisión. Mis hijos lloraron y dijeron que extrañaban a su papá. También lloré y les dije que deseaba que las cosas pudieran ser diferentes. Pensé en retractarme, pero el vacío siempre presente en mi estómago me recordó que en un momento tan inestable, donde las cosas están cambiando drásticamente día a día, donde los problemas de vida o muerte están en juego ¿cómo puedo enviar a mis hijos a alguien que no tendrá en cuenta mis sensibilidades, opiniones e instintos maternos? En un mundo de rodillas por un virus pequeño y poderoso, ¿no es mejor simplemente errar por precaución?
Ambos presentamos nuestros lados al mediador y al final, él decidió que la decisión más segura era que los niños se quedaran conmigo. Mi ex, para su crédito, aceptó la decisión con gracia, al igual que mis hijos que me dijeron que aprovecharían la situación lo mejor posible.
Cuando se trata de la crianza conjunta, generalmente creo que ninguno de los padres tiene más derechos sobre el otro. Pero cuando la seguridad es una preocupación, esa creencia puede ser cuestionada. No tomé esta decisión unilateralmente. Hice participar a expertos y puse la decisión final en manos de un mediador. No sé cuáles serán los efectos a largo plazo de esto, pero en este momento estoy operando día a día. Les demostraré amor extra a mis hijos, le extenderé ramas de olivo a mi ex, lidiaré con mis frustraciones por la injusticia hacia todos y, lo más importante, agradeceré todo lo que tengo.
Traducido por Alicia Weiss para Radio Jai con información de JTA
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