Conversión

Una historia verídica.
Una mujer de Sudamerica decidió convertirse al judaísmo y al intentar hacerlo por la vía ortodoxa se dio cuenta que debería pasar por la “vía crusis” en cuanto estudios, exámenes y hasta una prueba incomoda para ella en la cual ella debería entrar a una piscina (mikve) mientras rabinos la observan y le hacen preguntas, le hacen decir, hacer y escuchar cosas para luego aprobarla como judía. Un proceso de conversión que dura mínimo dos años.
Esa misma mujer decidió ir a rabinos más liberales los cuales la convirtieron de una manera más amena, la ayudaron en el proceso y la aceptaron desde el primer momento sin necesidad que tenga que demostrar algo del otro mundo.

Un proceso de semanas.

Al pasar a ser judía, automáticamente recibió derecho a “La Ley del Retorno” de Israel, la Agencia Judía le pago el pasaje de avión y el Estado de Israel le otorgó los beneficios que le otorga a cualquier judío que retorna a su Tierra.

Lo trágico del asunto es que ella paso a ser judía cuando el Estado se refería a obligaciones y “no judía” cuando se refería a derechos. Ella pasó a pagar impuestos como todos, fue llamada al ejército y llevo a cabo como buena ciudadana lo que el resto de sus compatriotas hacían pero a la hora de contraer matrimonio o cuando le llegue la hora de morir, le dijeron que la ortodoxia judía no la consideraría como tal (como judía) y por ende tampoco el Estado. Ella debería casarse en el exterior y ser enterrada del otro lado del alambrado del cementerio judío como una israelí que su Judaísmo esta en dudas.

Luego le informaron que sus hijos tendrían problemas, sus nietos tendrían problemas y esa “mancha” de conversa la perseguiría por generaciones. Mancha por no haber hecho la conversión por la Ortodoxia.

Ella decidió no hacer la conversión ortodoxa en Israel y abandono el país para seguir viviendo como judía en la diáspora, allí las cosas le resultan mucho más fácil.