Una familia judía en Brasil convirtió su negocio en un comedor comunitario
Un día en Recife, al norte de Brasil, un hombre se acercó al restaurante en donde la familia Pasternak esperaba un lugar para sentarse a cenar. Pedía agua y pan. Explicó que solía dormir en la costa, y que allí cuenta con agua potable y relativas comodidades, pero que debido al coronavirus las playas fueron cerradas por completo y que al mudarse a las calles de la ciudad había sido víctima de robos.
“Lo sacaron del restaurante antes de que pudiera acercarse a nosotros, lo trataron como si fuera basura”, recuerda Rebecca Pasternak, quien ese día cumplió 23 años, y para quien nada volvió a ser lo mismo tras ese testimonio desesperado: Durante la cena la familia decidió que su tienda de venta de golosinas se iba a convertir en un comedor de beneficencia.
Los empleados del negocio familiar se convirtieron en cocineros y Luciana, la madre de Rebecca, convocó a sus amigas de la institución judía Naamat para colaborar con el proyecto. Otras mujeres de la comunidad judía de Recife se sumaron y desde entonces allí se cocinan unas 400 porciones de comida semanales que se distribuyen en los barrios más pobres de la ciudad.
“Es una mitzvá, algo profundamente arraigado en mi cultura y educación judía”, asegura Rebecca, graduada en la escuela judía más antigua de Brasil y estudiante de psicología, quien define al voluntariado como una “parte integral de su identidad judía”.
“Hay mucha confusión en la gente, no se sabe qué está permitido hacer y qué no, y probablemente eso no ayuda a detener la propagación del virus”, afirma por su parte Andrea Engelsberg, voluntaria del comedor de la familia Pasternak y perteneciente a una organización local que distribuye alimentos en las barriadas más empobrecidas.
Al hablar sobre el caos demográfico, Andrea mencionó no solo la complejidad de la pandemia, sino también la crisis política que acompañó al país:dos ministros de salud renunciaron en las últimas semanas en medio de una disputa pública entre el presidente Jair Bolsonaro, firme opositor a una política de aislamiento y cierre de la economía, y gobernadores de numerosos estados lo desoyeron y tomaron sus propias decisiones.
Además Engelsberg destaca que en estos barrios de Brasil, conocidos por sus enormes niveles de densidad y hacinamiento en casas precarias, se experimentan “condiciones de vida terribles” para sus habitantes, especialmente en el contexto de una pandemia. “Las cloacas desbordan, no hay equipos sanitarios, cualquier intento de crear distanciamiento social es imposible”, detalló.
Al igual que Recife, otras comunidades judías brasileñas han lanzado campañas de solidaridad para apaciguar el devastador impacto de COVID-19 en el país con mayor mortalidad del mundo. Río de Janeiro, Sao Paulo y Porto Alegre son algunos lugares, y la recaudación de dinero, la entrega de alimentos o la donación de equipamiento médico son algunas de las vías para ayudar al sistema de salud y a la población más necesitada.
Esta es la reacción de algunas comunidades judías brasileñas compuestas por muchos descendientes de europeos que escaparon del nazismo, cuyas condiciones socioeconómicas contribuyeron a la tasa extremadamente baja de infección entre sus miembros: muchos judíos en el país viven en edificios cerrados o ciudades importantes y las comunidades deben tener condiciones sanitarias apropiadas para reducir la posibilidad de infección.
Con información de Ynet.
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