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El asesinato de los grandes escritores del idish

En la noche del 12 al 13 de agosto de 1952, fueron asesinados por orden de Iósif Stalin trece escritores judíos en los sótanos de la prisión de Lubyanka en Moscú. Eran los máximos exponentes de la literatura idish en la URSS, quienes diez años antes, durante la Segunda Guerra Mundial, habían fundado y organizado el Comité Judío Antifascista, bajo la anuencia del dictador soviético.

El comité tenía por finalidad conseguir un apoyo económico de los judíos que vivían en los países occidentales, incluido EEUU, para ayudar a los dos millones de exiliados judíos, que huyendo del nazismo, habían encontrado refugio en la URSS.

Los miembros del Comité eran leales comunistas, estaban convencidos que la URSS era el lugar ideal para vivir y desarrollar una cultura idish vital. Su presidente, Shlomo Mijhoels, un destacado actor y director del Teatro Estatal de Idish en Moscú, viajó durante la contienda bélica a EEUU e Inglaterra a fin de lograr el apoyo de la judería occidental. Su éxito en la misión fue significativa, recaudó 10 millones de dólares que significaban fondos sustanciales para el esfuerzo soviético.

Al concluir la guerra, el activismo del Comité se trastocó en una tarea política, ya que la inmensa mayoría de los judíos que se habían refugiado en el país soviético decidió no permanecer más en él, mientras unos intentaban radicarse en los países de occidente, donde tenían parientes, otros optaban por emigrar a Israel, desoyendo los consejos de los miembros del Comité.

Si bien Stalin había apoyado la creación del Comité y luego el establecimiento del Estado de Israel, con el inicio de la Guerra Fría el dictador comenzó a desarrollar todo su virulento antisemitismo, tal como lo había demostrado en décadas anteriores.

Con el jubiloso recibimiento que los judíos soviéticos le dispensaron a Golda Meir en su primer viaje a Moscú como embajadora del incipiente Estado judío, el gobierno estalinista vio con preocupación la posibilidad de que los judíos soviéticos transfirieran su lealtad a ese país,

Los prejuicios de Stalin contra los judíos se exacerbaron aún más al comprobar que Israel había optado por los EE UU como aliado estratégico. Decepcionado y temeroso de que la causa sionista ganara peso en el país, Stalin no permitió que los judíos soviéticos viajaran a Israel y decidió acabar con el Comité Judío Antifascista, que servía como nexo entre los judíos de la URSS y de otros lugares del mundo.

En 1948 el Soviet desmanteló el Comité y detuvo a sus miembros, acusando a la organización de haberse convertido en un centro de propaganda antisoviética y de traición a los intereses del país por mantener lazos con las potencias occidentales. La acusación se basaba en un anterior proyecto de Mijhoels en establecer un Estado judío en Crimea en el que se asentarían los sobrevivientes de la Shoá, idea que se interpretó como un intento de ‘desgarrar’ esta región de la Unión Soviética.

En su paranoia, Stalin comenzó a sospechar que había una quinta columna de gente pro-occidental en la URSS y que los escritores judíos formaban parte de ella, creía, que dicho nuevo Estado contaría con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, y desde allí, en un futuro no lejano, se invadiría la URSS para derrocar al régimen soviético.

La política comenzó a volverse contra los judíos, Mijhoels, en un accidente de tránsito simulado fue asesinado a principios de 1948. Semanas antes, en diciembre de 1947, Stalin había ordenado al Ministro de Seguridad del Estado, Víktor Abakúmov, el asesinato secreto de Mijhoels. Era el indicio de que el gobierno soviético había comenzado a atacar a los miembros del Comité, acusándolos de practicar un ‘nacionalismo burgués’. Al mismo tiempo, se inició una campaña oficial en la prensa, donde se utilizaban expresiones como ‘cosmopolitas desarraigados’, o ‘esos que se arrodillan ante Occidente’, seguido de una lista con los apellidos judíos.

Entre septiembre de 1948 y junio de 1949, comenzó una ola de detenciones. Más de 400 judíos asociados al Comité fueron arrestados, 15 fueron juzgados por el Estado, todos fueron falsamente acusados de espionaje y traición, así como de varios otros delitos. Centenares fueron enviados a campos de trabajos forzosos, los líderes en su lugar de detención, fueron torturados, golpeados y aislados durante tres años antes de ser formalmente acusados, además se les obligó a firmar confesiones en los que aceptaban los cargos imputados.

En el juicio, los miembros del Comité no contaron con abogados defensores, la sentencia ya estaba decidida de antemano: era la pena de muerte. De acuerdo a las declaraciones de un oficial que presenció el juicio, efectuadas luego de la muerte de Stalin, reconoció que los juicios fueron una parodia en los que realmente se los juzgaba por ser judíos.

De los quince líderes acusados, trece fueron ejecutados, once hombres y dos mujeres. Entre los asesinados se encontraban: los escritores David Bergelson, David Hofstein, el actor y director Benjamin Zuskin, el historiador Josef Jozefowicz, el poeta y líder cultural Peretz Markish, el conocido poeta idish Itzik Feffer, el gran poeta infantil Leib Kvitko, y el famoso cirujano Boris Shimelyovich.
La pérdida cultural y artística fue enorme, el poeta Peretz Markish había sido el único escritor soviético en idish en recibir la Orden de Lenin, uno de los honores más destacados de la URSS. David Bergelson era considerado por algunos como el cuarto gran pilar de la literatura idish, después de Mendele Mojer Sforim, Sholem Aleijem e I.L Peretz. Este asesinato marcó la culminación de la cultura judía soviética, fue el epitafio de un cambio político que se venía dando desde hacía varios años contra la comunidad judía.

Si bien Stalin había ordenado que no se difundiera el ajusticiamiento de los intelectuales judíos, la noticia trascendió, y muchos judíos socialistas o adeptos al comunismo soviético de diferentes latitudes se negaron a condenar el asesinato de los escritores judíos y optaron por acatar la disciplina partidaria, otros, quienes si sostenían que se trataba de un repudiable crimen, fueron expulsados de los cuadros militantes judíos a los que pertenecían. Luego del deceso del dictador, al ser confirmado el crimen, surgieron aquellos adláteres judíos que intentaron justificar lo injustificable, hasta que, años después, Nikita Krushchev publicara una reivindicación póstuma de las víctimas.

Por Yehuda Krell

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