La profunda crisis de la comunidad judeo-argentina: Disfrazar un fracaso presentándolo como un éxito
Que la Argentina vive una crisis valórica no es nada nuevo. Que sus instituciones y dirigentes carecen de credibilidad, tampoco. Que la falta de honestidad intelectual y de la otra, seriedad, responsabilidad y visión la han llevado a una decadencia de décadas, una verdad incontrastable.
Un país que supo ser vanguardia y una de las diez potencias más importantes del mundo en la década del 40 del siglo pasado, es hoy un tango nostalgioso por una fortuna despilfarrada.
De un cinco por ciento de pobres e índices educativos y culturales sobresalientes, movilidad social ascendente, a un 55 por ciento de pobreza y que uno de cada dos estudiantes en la provincia de Buenos Aires no completen el secundario, requiere de mucha capacidad de autodestrucción.
Todo lo expresado previamente es aplicable como un fiel reflejo e incluso potenciado a la comunidad judeo-argentina. Su decadencia es permanente.
De una comunidad vibrante (además de la más numerosa), con instituciones ejemplares y usina cultural e intelectual del mundo judeo hispanoparlante, que exportaba conocimientos, maestros, rabinos, profesionales y modelos, a una que solo puede recordar un pasado glorioso.
Son demasiados los motivos y aspectos que se podrían analizar. Sólo mostraremos un ejemplo de lo mal que estamos.
Hace unos días, después de conco meses de cuarentena con muchos bombos y platillos, videos, gacetillas de Prensa, notas en los medios, convocatoria a “celebrities”, la Federación de Escuelas Judías de la República Argentina (FEJA), y AMIA (dirigentes acompañados de un importante grupo de profesionales asignados) salieron con una campaña de recaudación de 36 horas para afrontar la enorme crisis económico-financiera que produce la pandemia en las escuelas comunitarias, y donde donantes anónimos duplicarían cada dólar. Se estableció como slogan “asegurar la continuidad de la educación Judía”.
Si hay un tema al que los judíos decimos ser sensibles, es en la educación de nuestros hijos como garantía de la continuidad. Se trata de más de 40 colegios que tienen una población de 24mil alumnos.
Resultado de la campaña que nos “venden” como un enorme éxito, un poco más de 400 mil dólares, cuando el déficit acumulado es de por lo menos 1.5 millones. La nada misma. Una aspirina para el cáncer o en éstas épocas para el covid. Si distribuyen lo recaudado entre las 40 escuelas de la red cada una recibirá 10 mil dólares ¡Sin comentarios!
Un fondo de emergencia que dé aire y flujo a las escuelas de la Red requiere por lo menos de 4 millones de dólares.
Cerca de dos mil donaciones en una comunidad de 220 mil miembros, y de las cuales el 80 por ciento fueron entre uno y 100 dólares.
En la falta de compromiso y miseria alucinante que se vive, dos expresidentes de AMIA plantearon con anterioridad a esta iniciativa, salir con una campaña de 1000 x 1000 dólares para “asegurar la educación judía”.
Que estos expresidentes de la Mutual”, que B”H no necesitan de Tzedaká pongan la vara en mil dólares, muestra lo mal que viene la dirigencia comunitaria.
¿Dónde están las donaciones de las grandes fortunas, y de la de nuestros dirigentes? Si en una comisión directiva sus integrantes no logran juntar de sus bolsillos cuarenta mil dólares para un fondo de emergencia ¿con qué cara salen a pedir? Multiplique: Cuarenta escuelas por cuarenta mil dólares, eso ya suma un millón seiscientos mil dólares. Seguramente algunos se justificarán diciendo que ellos aportan cotidianamente. Déjenos dudar, y por otro lado eso no excluye esta campaña excepcional.
No hay duda de que nadie está exento de la crisis económica y la parálisis absoluta del mercado, pero:
Hay varios judíos en la Argentina cuya fortuna personal o la de sus empresas superan los miles de millones de dólares. Uno, sólo como ejemplo, un miembro de la comunidad tiene una empresa valuada en 54 millones de dólares. Hay otro club de aquellos de los cientos de millones, otros de los de las decenas de millones e incluso aquellos que participan del club de los que buscan sus primeros 10 millones.
No somos la impositiva, ni menos es de nuestro interés meternos con los patrimonios privados. Sólo planteamos números para que se puede dimensionar la crisis valórica y la corrupción cultural que enfrentamos.
Para ponerlo en términos macro, es como la deuda externa del país y el posible default por incumplimiento de los pagos, cuando hay ciudadanos argentinos que tienen en sus arcas personales en el exterior, varias veces los montos que adeuda el país.
Para salir del ombligo argentino, mostraremos el ejemplo de una comunidad vecina de no más de 15 mil miembros y cuyo país sufre seriamente como la mayoría, del COVID y además arrastra una inestabilidad socio-económica grave desde hace meses.
Han realizado campañas puntuales para sus instituciones. Reshet (la red de asistencia social), los hogares de ancianos, Bnai Brith, Hatzalá y otras cuantas entidades. Cada una logró su objetivo y contar con los fondos que permitan continuar con la vida comunitaria sin sobresaltos.
Vender un fracaso como un éxito lo hace aún más dañino, porque intenta como hace décadas, disfrazar lo mal que estamos y la falta de una dirigencia que esté a la altura de las circunstancias.
Somos un pueblo generoso y acostumbrado a la filantropía. Centenares de instituciones se crearon y se sostienen gracias a ella. Sabemos sobreponernos a las peores adversidades. Claro, para ello se requiere un liderazgo que sea ejemplo y marque el rumbo.
Nuestros maestros enseñan: “Piensa bien y estará bien” y nosotros agregamos “Piensa mal y saldrá mal”.
Reproducción autorizada por Radio Jai citando la fuente.
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