La dura controversia por el Acuerdo de Reparaciones
El 10 de septiembre de 1952 se firmó en Luxemburgo un acuerdo entre el Estado de Israel y la República Federal de Alemania conocido como el ‘Acuerdo de Luxemburgo’ también llamado el ‘Acuerdo de Reparaciones’ o ‘Compensaciones’, en alemán Wiedergutmachung, ‘Corrección de la Injusticia’.
El acuerdo fue suscripto por el Ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Moshe Sharet y el Canciller alemán Konrad Adenauer, por el cual Alemania transfirió a Israel, entre 1953 y 1965 alrededor de 3.450 millones de marcos alemanes (unos 845 mil millones de dólares) como compensación por la pesada carga sobre el Estado de Israel en reasentar a un gran número de refugiados judíos desplazados que perdieron sus propiedades y sus bienes durante el régimen nazi y la Shoá. El acuerdo entró en vigor en la sede de las Naciones Unidas el 27 de marzo de 1953.
El tratado firmado no venía a reemplazar o interferir en el derecho de los ciudadanos israelíes a recibir una compensación directa del gobierno de Alemania Occidental por los daños causados a ellos. Desde el surgimiento del Estado de Israel la cuestión de la compensación ya estaba presente en la conciencia general. En septiembre de 1950, por recomendación del Ministerio de Relaciones Exteriores, se nombró una comisión especial para tratar el tema con Alemania. La decisión se debió, entre otras cosas, a la difícil situación económica del país, en ese momento había una escasez muy severa de divisas en Israel, el país había duplicado su población en los primeros tres años de existencia, y quedó claro que la política de austeridad destinada a resolver el problema de la escasez no tuvo éxito.
Después de varias y complejas deliberaciones, en abril de 1951, David Horowitz, Director General del Ministerio de Finanzas, y Maurice Fischer de la Embajada de Israel en Francia se reunieron con el Canciller alemán Konrad Adenauer. La reunión fue secreta y no oficial, si bien el gobierno israelí consideraba que la difusión de la reunión con Alemania Occidental podía obtener una opinión favorable, se temían reacciones furiosas de políticos de diferentes partidos y en especial de los sobrevivientes de la Shoá.
El 27 de septiembre de 1951, Adenauer declaró en el Bundestag diciendo: ‘El pueblo alemán en su mayor parte aborreció los crímenes cometidos contra los judíos y no participó en ellos. Durante el nacionalsocialismo, muchos en el pueblo alemán mostraron su voluntad de ayudar a los ciudadanos judíos mientras se arriesgaban concienzudamente y se avergonzaban del daño hecho a Alemania. Fueron crímenes indescriptibles que requieren una regulación moral y material.’ El Canciller anunció que el gobierno federal estaba dispuesto a resolver el problema de la compensación material junto con representantes del judaísmo y del Estado de Israel.
La redacción del anuncio se acordó previamente con Nahum Goldman, presidente del Congreso Judío Mundial y con representantes del gobierno israelí. El Bundestag confirmó que el anuncio fue aprobado por unanimidad y permitió la apertura de negociaciones oficiales.
Desde el momento en que se dieron a conocer las negociaciones directas con Alemania, Israel entró en un estado de efervescencia sin antecedentes. Fueron días de acalorados debates públicos sobre si negociar con los alemanes, si recibir o no una indemnización, que arrastraron a toda la sociedad israelí a una severa controversia. La prensa no estuvo ajena a los debates, los dos periódicos vespertinos, Maariv y Yediot Ajronot, adoptaron una postura clara en contra de las reparaciones
La protesta alcanzó su punto máximo el 7 de enero de 1952, cuando el acuerdo se incluyó en la agenda de la Kneset. Los opositores al acuerdo realizaron una manifestación con la participación de miles de manifestantes, en la que el presidente del partido Jerut, el diputado Menajem Begin, criticó duramente la política del gobierno pidiendo una rebelión fiscal y civil frente a lo que denominaba una traición.
Las reacciones del partido Jerut en la calle fueron furiosas, ante el temor por graves desórdenes de la multitud, la policía desplegó alrededor de la Kneset alambres de púa y colocó muchos puestos de control en las calles. Fue un verdadero campo de batalla, a pesar de los intentos de la policía de bloquear a los manifestantes con bastones y gases lacrimógenos, éstos llegaron a la puerta del Parlamento y arrojaron piedras al salón del plenario. Unos 100 policías resultaron heridos, como así también, varios diputados. Al Primer Ministro David Ben Gurión se le gritaba ‘fascista’ y ‘hooligan’, mientras los vidrios de la Kneset estallaban en añicos.
El Parlamento estaba dividido, los partidarios del acuerdo, Ben-Gurion junto a los partidos Mapai y Hapoel Mizraji, presentaron una serie de argumentos, todos centrados en una idea pragmática acerca de la necesidad de las reparaciones para el futuro y la continuidad del país. Ben-Gurion acuñó el término ‘otra Alemania’, que significaba que la Alemania de hoy no es la Alemania nazi y, por tanto, no hay razón para no entrar en contacto con este país. Según el Primer Ministro, no se puede culpar al Estado alemán y al pueblo alemán de hoy por la plena responsabilidad de los crímenes de la Shoá, y que las reparaciones resolverán gran parte de la escasez de divisas y contribuirán a la consolidación del Estado y evitar su colapso económico.
La oposición al acuerdo vino de ambos extremos del mapa político. La derecha, con el partido Jerut encabezado por Menajem Begin, afirmaba que ‘la insignia amarilla, es un signo de honor, y las reparaciones y negociaciones con los alemanes son una vergüenza para las futuras generaciones’. Begin argumentó que es una injusticia moral firmar el acuerdo, ya que el mismo constituía una especie de perdón o expiación para los nazis por sus crímenes, y no existe un precio material que pueda paliar el sufrimiento.
La izquierda, encabezada por el partido Mapam, que incluía a algunos de los líderes del levantamiento de los guetos, como Yitzjak Zuckerman y Aba Kovner, describió el acuerdo como una estafa a la voluntad de las víctimas y una traición a su memoria. Otra de las críticas planteadas por Mapam, era que el establecimiento de relaciones económicas tan profundas con Alemania Occidental determinaba la integración de Israel al bloque occidental de la Guerra Fría, y no al bloque soviético al que apoya Mapam. Incluso Mapam fue un paso más allá al afirmar que la firma del acuerdo sirve a los intereses capitalistas e incluso podría conducir a otro Holocausto.
Después de tres intensas jornadas de acaloradas discusiones se sometió el Acuerdo a votación en el plenario del parlamento. El mismo fue aprobado por una mayoría de 61 diputados contra 50 oponentes y 6 abstenciones. El 10 de septiembre de 1952, tras seis meses de deliberaciones, finalmente el acuerdo fue firmado por Adenauer y Sharet. Para la ceremonia de la firma, el ministro israelí preparó un discurso y se lo pasó a Adenauer, pero éste se negó a convalidarlo, le dijo a Sharet: ‘Yo estoy listo para escuchar esto, pero Alemania no está lista’. Por lo tanto, los dos acordaron que ninguno de ellos hablaría durante el acto. En ese año las reparaciones se convirtieron en una parte significativa de los ingresos de Israel, ya que representaron un 87,5% del total.
Si bien en el acuerdo firmado no había ninguna cláusula sobre las relaciones políticas con Alemania Occidental, con el tiempo, estas se fueron volviendo más cálidas. Un proceso de reconciliación con el pueblo alemán comenzó a tomar forma. Antes del acuerdo, Alemania era definida como un estado enemigo y no había vínculos con él, ni siquiera vínculos secretos informales.
El proceso gradual de acercamiento culminó con el establecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países. Fue en 1965, cuando la Embajada de Israel en Alemania se inauguró oficialmente en la ciudad de Colonia el 24 de agosto. Doce años después, cuando Menajem Begin formó su primer gobierno en 1977, no desconoció los acuerdos de reparación y no rompió las relaciones diplomáticas con Alemania.
Por el profesor Yehuda Krell
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