El negocio detrás de la usurpación
Las relaciones entre vecinos no son fáciles. Es una convivencia no elegida y que muchas veces transcurre en la indiferencia absoluta. Sin embargo en algunas oportunidades termina forjando amistades, y en otras las rispideces son tales, que la tornan imposible.
El aislamiento social ha generado que estas relaciones cobren mayor notoriedad y relevancia. Los grupos de Whatsapp en los edificios se han vuelto de los más cotidianos y el tráfico de mensajes es incesante, como al nivel de cualquier grupo de amigos. Ya no solo se limitan a informar cuestiones normales de condominio, tales como desinfección, reparaciones o reuniones de consorcios; sino más bien para hacer catarsis, enviar memes, quejarse de alguien o intentar atraer la atención del algún vecino en particular.
En el edificio donde vive Micaela, ubicado en el barrio porteño de Balvanera, no es la excepción. El grupo de whatsapp se ha convertido en un campo de batalla, en el que todos han sacado a relucir sus diferencias, problemas de arrastre y malestar por diversas causas: la música fuerte, los ruidos por el uso de la agujereadora, los ladridos del perro, los gritos en la noche, el ingreso de personas ajenas, el arrojo de residuos por la ventana, la desaparición de la correspondencia, etc., etc., etc.
Ella participaba poco de ese chat. Se involucraba solamente en cuestiones operativas, aunque en algunas ocasiones trató de mediar entre vecinos que peleaban continuamente; pero, fue en vano. Todo terminó dirimiéndose en una fiscalía. También estaba disgustada con un vecino, que viendo su foto de perfil, le empezó a escribir por privado y la invito a tomar una cerveza a la terraza común. Lo peor fue cuando descubrió que era casado y padre de familia.
Por ser justa, y advertirle a la esposa de la conducta del marido, ésta la acusó de provocarlo y querer destruir su familia.
Ese hecho la llevó a cambiar su foto de perfil, cambiar la privacidad de su teléfono, y evitar que nadie más la molestase por un tiempo. Entonces, para mantener su imagen en el anonimato, decidió poner la de uno de sus referentes: Theodoro Herzl, con la bandera de Israel. Con esa foto, se protegería de pervertidos, desubicados y desleales a su familia -pensó- .
Sucedió que, unos días después, el departamento lindero, que había estado vacío durante años, fue finalmente ocupado. Los nuevos residentes se dieron a conocer rápidamente. Llegaron un día de semana, por la madrugada y derribaron la puerta del departamento.
Mica, se levantó sobresaltada, pensando que le habían entrado a robar; y rápida de reflejos corrió hasta la puerta de su habitación y logró trabarla. Tomó su teléfono, que se estaba cargando y con sus manos temblorosas intentó pedir auxilio en el chat del edificio. Llamó al 911, pero habló tan bajo por temor a que la escuchen, que le terminaron cortando la llamada.
Unos minutos más tarde, Walter, el portero, les llevó tranquilidad a todos, diciéndoles que los nuevos vecinos del 9° B, habían perdido la llave y tuvieron que forzar la puerta. Esa explicación, o más bien relato, nunca le resultó convincente. Algo le olía mal, tuvo un mal presentimiento.
Con el correr de los días, la convivencia se tornó imposible, pues se trataba de un monoambiente en el que de repente comenzaron a residir ocho personas. Los ruidos eran incesantes en todos los días y en diferentes horarios. Los olores nauseabundos le aromatizaban todo el departamento. Usaban el pasillo como una extensión de la vivienda, colocando bolsas, cajas y ropa.
La falta de higiene era alarmante, la llegada del Covid19 y otras enfermedades sería cuestión de tiempo. Tenía terror de salir de su casa, pues lo que había tras su puerta era un asentamiento.
Y las pocas veces que lo hacía, volvía con el corazón en la boca, pensando que tal vez, le habrían entrado a robar u ocupado la casa.
Mica tuvo que vencer su orgullo, y por fin pidió ayuda en el grupo de whatsapp. Allí descargo toda su angustia por lo que estaba viviendo e intentó que entre todos pudieran diseñar una solución. Para su sorpresa, nadie le respondió. Todos, como ella, estaban atemorizados con los recién llegados. Ni siquiera el administrador le contestaba los mensajes y los mails.
Nadie lo decía, pero todos lo sabían. Era un secreto a voces: esa gente había usurpado la unidad.
El contexto social tampoco ayudaba, las usurpaciones de terrenos y viviendas se estaban produciendo en cantidades en todo el país.
Luego de varias horas de silencio en el chat, un número desconocido le respondió diciendo:
¿Qué te pasa con nosotros? ¿Por qué no me decís las cosas en la cara? Te vas a tener que ir sionista… – mientras leía el mensaje e intentaba descifrar de quien sería, alguien le estaba pateando la puerta.
Al ver la foto del perfil, se dio cuenta que era uno de los usurpadores de al lado. Por temor, decidió no contestar. Se sintió vulnerada y traicionada por sus vecinos, el portero y el administrador, pues la dejaron sola y a la deriva.
A partir de allí, le hicieron la vida imposible. También, le pintaron la puerta con la leyenda de “Palestina libre” y “fuera burguesa, imperialista y colonialista”.
Una tarde Micaela, tuvo que salir a comprar y mientras esperaba el ascensor, la increparon entre varios de ellos y le exigieron:
– Te tenes que ir de acá, tenes una semana para buscarte un lugar. La propiedad es del pueblo, este lugar está destinado a familias necesitadas.
¡Este departamento es mío! Lo compró mi bisabuelo, por generaciones vivimos acá, y ningún violento me va a quitar mi casa. ¡Si quieren un departamento propio, gánenselo trabajando! – En ese instante llego el ascensor y logró evadirlos por un rato-
– Andante a tu país sionista imperialista…-le seguían gritando mientras se cerraba la puerta del ascensor, y por casualidad logró ver al portero, asomarse desde adentro del departamento usurpado, y contemplar con aprobación todo lo que ocurría.
Mica estaba indignadísima, por todo lo que había pasado, por descubrir que el portero era cómplice y sobre todo por haber recibido agravios antisemitas.
No podía entender como estos delincuentes, con ideas de “extrema izquierda”, la extranjerizaran por ser judía y al mismo tiempo que se consideraran con derecho a echarla siendo que ellos eran los intrusos. Era una contradicción muy grande.
Al final de cuentas la joven dedujo para sí: – “la falta de principios y la ideología les usurpo la capacidad de pensar.”
Luego de caminar, tomar aire, y pensar, llego a una conclusión: si hacía la denuncia, la policía no iba a hacer nada.
Además, los ocupas, se encargaron de llevar niños, por lo que solo podrían ser desalojados mediante resolución judicial, resguardando previamente la integridad de los pequeños, y eso tardaría demasiado tiempo. Su situación era apremiante. No tenía tiempo de actuar, y tampoco quería dar aviso a su familia, porque se preocuparían. Se encontraba sola, luchando por su territorio.
En ese instante se acordó de una historia sobre el Rey David, que, en la infancia, le relataba muy seguido su bobe: – “En una ocasión los amalecitas, habían saqueado el campamento de David, habían matado algunos hombres y secuestraron a sus esposas e hijas. La desesperación fue tal que muchos hablaban de apedrear a David. Éste se anticipó, pidió el efod al sacerdote y clamó a Dios, pidiendo sabiduría. Allí el Creador le dijo que persiguiera a esa banda y que los iba a derrotar”
Al rememorar esas palabras, recuperó el ánimo y ahora sería ella quien atacaría a los usurpadores. En primer lugar, cayó en la cuenta que ella tenía acceso a las cámaras del edificio, pues el cuñado de su mejor amiga había sido quién les colocó el sistema de video. La otra persona que tenía acceso era el portero titular, que por ser persona de riesgo no estaba trabajando desde el inicio de la cuarentena, y ni siquiera se encontraba en el edificio.
Tras revisar durante horas las grabaciones, pudo descubrir que Walter, el encargado suplente, fue quién les abrió la puerta. Era su cómplice desde adentro del lugar, y él también pertenecía a una organización social con ideas de extrema izquierda.
Incluso pudo observar como éste apretaba a muchos otros vecinos, y a algunos los había golpeado junto a los ocupas. Todas esas víctimas, tenían un común denominador: eran inquilinos.
Sin perder el tiempo, Mica se comunicó con cada uno y todos le confesaron que los habían amenazado para que se fueran, sin decir nada a los propietarios. Además, la vecina del 4° A, contó que logró escuchar que los intrusos, estaban planeando utilizar los departamentos como un negocio de alquileres populares para la clase trabajadora.
Con toda la información recopilada, la joven elaboró un informe denunciando en las redes sociales toda la situación: las amenazas, los golpes, el hostigamiento, la violencia de genero que padecía ella y muchas otras personas por parte de los usurpadores. Sobretodo expuso ante la sociedad, el negocio detrás de la usurpación. Así fue, como los medios tomaron conocimiento del hecho y le dieron una gran cobertura, develando que estos personajes habían estado vinculados a tomas de terrenos anteriormente.
Al poco tiempo, llegaron los móviles de la televisión y la policía. Enseguida, los detuvieron a todos. Los detenidos esposados y sentados en la vereda, insultaban a Micaela con improperios por su identidad, contra ella y el Estado de Israel. Y mientras pedían por una Palestina libre, los subieron al patrullero.
En tanto que el móvil policial se perdía a lo lejos, los micrófonos y las preguntas de los periodistas se centraron en la joven que atinó a decir:
– Espero que se haga justicia y no los liberen en un par de horas. Desde un primer momento se ensañaron conmigo por ser judía y querían echarme de mi propio departamento. También quiero aclarar, que yo también quiero una Palestina libre. Libre de sus autoridades que se cansaron de rechazar propuestas de paz por parte Israel. Y además empobrecen a su pueblo, lo hunden en la Edad Media y sacrifican la infancia de sus niños llenándolos de odio. Deseo también que sus mujeres puedan tener derechos y libertades, y que cada ciudadano pueda tener libertad de expresión sin ser perseguido ni censurado.
Historia ficcionada basada en hechos históricos reales
Por Ruben Budzvicky
Ilustración: Sabrina Fauez
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