Los tres chiflados, la amarga historia del cómico que nunca pudo disfrutar de su éxito
Jerome Lester Horwitz hizo reír a todos menos a él mismo.
Rompió su extrema timidez para convertirse en la estrella de uno de los grupos cómicos más exitosos de la historia, pero eso no alcanzó para hacerlo feliz: jamás pudo disfrutar de su fama y, al promediar los cuarenta años, su luz empezó a apagarse, en medio de fracasos amorosos, pérdidas económicas y deterioro de su salud.
Horwitz no es otro que el hombre que se haría popular como Curly Howard o, simplemente, “el gordo de Los tres chiflados”. Nació el 22 de octubre de 1903, en Brooklyn, Nueva York, Estados Unidos, y fue el quinto y último hijo del matrimonio entre Solomon Horwitz y Jennie Gorovitz.
Desde chico, se caracterizó por ser muy tímido y por mostrar gran admiración por sus hermanos mayores, principalmente Moe y Shemp, que tenían inclinaciones artísticas. Jerry, como lo apodaron en un principio, fue un estudiante mediocre, pero un excelente atleta y un gran jugador de basquetbol.
En 1915, se disparó accidentalmente en el tobillo izquierdo mientras jugaba con el gatillo de un rifle que tenía en su falda, salvó su vida gracias a que fue trasladado de inmediato al hospital, pero ese suceso lo marcó para siempre, ya que le quedó una ligera renquera en esa pierna.
Nunca quiso operarse para corregir eso y, años después, lo explotó para hacer reír en sus actuaciones.
Jerry no terminó el colegio y su hermano Moe lo describió así alguna vez: “No era un buen estudiante, pero era muy solicitado socialmente, con su hermosa voz para cantar”. El propio Moe influyó mucho en la formación teatral de su hermano menor, llevándolo con él a espectáculos de vodevil y teatros de melodrama.
Jerry se mantenía haciendo trabajos ocasionales, pero le encantaba bailar y llegó a convertirse en un gran bailarín. También se interesaba por la comedia y observaba de cerca las actuaciones en el vodevil de sus hermanos Moe y Shemp, quienes, juntos con Larry Fine y guiados por Ted Healy, como mentor y director, pronto formarían un grupo cómico llamado Los Tres Chiflados.
No pasaría mucho tiempo para que el tímido Jerry tuviera la oportunidad de su vida: en 1932, cuando Shemp abandonó el grupo, enojado por lo que él consideraba un abuso económico y laboral de Healy, fue propuesto por Moe como el sustituto perfecto para el tercer chiflado.
Healy observó al joven Jerry, de aspecto impecable y con un gran bigote, y opinó que no era tan gracioso como los otros dos y que estaba más para caracterizar a Búfalo Bill que para hacer de cómico. Así que puso como condición que se rapara la cabeza y se quitara el bigote, si quería tener una mínima posibilidad.
A Jerry no le causaba ninguna gracia raparse y recién luego de mucha insistencia de sus hermanos aceptó hacerlo, pero no se afeitó el bigote (usó uno similar al de Adolf Hitler en sus primeras actuaciones, hasta que finalmente se lo quitó definitivamente). Cumplida la condición puesta por Healy, ingresó al grupo, donde fue apodado irónicamente Curly, que en inglés significa “enrulado”.
Cuando murió Ted Healy, en 1937, los tres cómicos decidieron actuar por su cuenta y fue ahí cuando Los tres chiflados se convirtieron en la atracción más popular en los cines y teatros de la época, con un Curly que cada vez que salía a escena abandonaba su timidez y se volvía desopilante.
No tenía formación académica, pero contaba con un carisma natural que lo hacía espontáneo y encantador. Raramente recordaba su libreto, así que improvisaba en plena actuación: la primera vez que se olvidó la letra, se tiró al piso y empezó a girar como un trompo, hasta que se acordó lo que debía decir. Esa pirueta quedó como uno de sus números distintivos. En poco tiempo se metió al público en el bolsillo y, para finales de la década del ’30, ya era claramente la estrella del grupo.
Aquel chico de Brooklyn
Quien había crecido admirando a sus hermanos mayores, era ahora uno de los artistas cómicos más exitosos del mundo, la estrella del grupo cómico del momento y el mimado de un público que se moría de risa con sus apariciones. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con sus manos. Pero… siempre hay un “pincelazo” que lo arruina todo..
En 1940, Curly se divorció de Elaine Ackerman, la madre de su hija Marilyn, con la que duró casado menos de tres años. Empezó a engordar mucho, a desarrollar hipertensión y a obsesionarse con el hecho de que ya no era atractivo para las mujeres, algo que lo llevó a beber en exceso. Dilapidó la mayor parte de su fortuna en propiedades y autos que regalaba a sus ocasionales amantes (se casaría tres veces más).
En 1944, su energía empezó a desvanecerse, su voz ya no sonaba como antes y sus acciones se tornaron más lentas. Fue diagnosticado con extrema hipertensión y obesidad, y empezó a sufrir pequeños derrames cerebrales que redujeron su capacidad mental.
Buscó refugio en un nuevo matrimonio, pero resultó peor el remedio que la enfermedad: se divorció a los tres meses en medio de un escándalo mediático, que aceleró su declive.
El 6 de mayo de 1946, mientras filmaba el corto número 97 “Half-Wits Holiday”, sufrió un derrame cerebral masivo. Había terminado la mayoría del film, excepto por una escena de pelea con pasteles que ocurría al final y, según contó luego Moe en su autobiografía, el director Jules White llamó a su hermano pero éste no respondía, entonces fue a buscarlo y lo encontró sentado con la cabeza caída sobre su pecho, llorando sin poder hablar porque tenía torcida la boca.
A partir de ahí su salud solo empeoró, un segundo derrame cerebral paralizó parte de su cuerpo y terminó en una silla de ruedas, hasta que finalmente murió, el 18 de enero de 1952. Se terminó así, a los 48 años, la vida del hombre que nunca pudo disfrutar su fama, pero que siguió haciendo reír a todo el mundo, aún mucho después de su muerte.
Por: Carlos Manzoni
LA NACIÓN, 14/09/2020
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