Cómo el comercio de carbón oculta el tráfico de drogas entre Hezbollah y los cárteles latinoamericanos
Una investigación del especialista Emanuele Ottolenghi reveló cómo funciona el esquema que el grupo terrorista libanés usa para financiar sus operaciones
La exportación de carbón vegetal se está convirtiendo en un sistema cada vez más usado por los cárteles del narcotráfico para comercializar y transportar cocaína desde América Latina sin que sea detectada. La conclusión se desprende de un detallado informe que publicó esta semana el investigador italiano Emanuele Ottolenghi, en el que instó a los gobiernos a aumentar la vigilancia sobre su comercio.
Ottolenghi, miembro de la Fundación para la Defensa de las Democracias, un think tank con sede en Washington DC, señaló al grupo terrorista libanés Hezbollah como uno de los principales actores de esta trama. En concreto, indicó que utiliza sus vínculos con los cárteles latinoamericanos para comercializar la droga y así poder financiar sus operaciones.
Los cárteles utilizan compuestos químicos para convertir la cocaína en productos similares a ladrillos de carbón vegetal, que luego son escondidos por los traficantes en bolsas más grandes de carbón auténtico.
“A veces, la cocaína se oculta dentro de grandes trozos de carbón, pero en cada vez más ocasiones los traficantes le dan a la cocaína forma de ladrillos de carbón y la tiñen de negro, lo que requiere ingenieros químicos en ambos extremos del comercio. Una vez que se entrega la cocaína disfrazada, los expertos la transforman de nuevo en polvo antes de que salga a las calles. Es una cobertura ingeniosa”, afirma Ottolenghi en su investigación.
El investigador citó diferentes casos que han tenido lugar a lo largo de los años en los que las autoridades han incautado grandes cargamentos de cocaína negra.
En marzo de 2012, los cuerpos de policía de España y Portugal incautaron 380 kilogramos de cocaína disfrazados de carbón en un cargamento procedente de Argentina. En mayo de 2013, las autoridades españolas incautaron 50 kilogramos de cocaína escondidos en bolsas de carbón procedente de América Latina a través del puerto español de Valencia. Las autoridades peruanas incautaron un récord de seis toneladas de cocaína escondidas en un cargamento de carbón vegetal en agosto de 2014. En diciembre de 2014, las autoridades españolas incautaron nuevamente 390 kilogramos de cocaína en Santiago de Compostela. El carbón vino de Paraguay. En marzo de 2015, las autoridades de Guyana encontraron cocaína escondida en un contenedor de 12 metros de largo repleto de bolsas de carbón con destino a Estados Unidos. Las autoridades colombianas incautaron 306 kilos de pasta de coca disfrazada de carbón vegetal en Barranquilla, el 10 de abril de 2015. En junio de 2015, las autoridades colombianas incautaron otros 634 kilogramos de cocaína disfrazados de ladrillos de carbón vegetal, cuyo destino era Bélgica. Dos de los contenedores fueron incautados en Barranquilla, nuevamente, y el tercero en Cartagena. En febrero de 2016, las autoridades españolas en Valencia allanaron un laboratorio encargado de separar la cocaína del carbón. En febrero de 2017, las autoridades australianas incautaron cocaína y anfetaminas escondidas en carbón vegetal por valor de 130 millones de dólares. En enero de 2019, las autoridades canadienses incautaron casi cinco kilogramos de cocaína escondidos dentro de bolsas de carbón vegetal en tránsito de Panamá a Israel. Y en septiembre de 2019, las autoridades malayas incautaron doce toneladas de cocaína escondidas en bolsas de carbón.
Ottolenghi hace un llamamiento a los legisladores en el mundo a poner el foco en las exportaciones de carbón vegetal y estar alerta ya que su producción contribuye al tráfico de drogas, atenta contra cambio climático y acrecienta las arcas de Hezbollah.
Hezbollah y el narcotráfico
Según Ottolenghi, la policía estadounidense descubrió la participación directa de Hezbollah en este tipo de esquemas en el año 2007, al captar conversaciones en árabe en escuchas telefónicas que monitoreaban las actividades de un cartel colombiano.
En la investigación iniciada a partir de ese descubrimiento, con nombre en código Operación Titán, la DEA se dio cuenta de que había abierto una caja de Pandora. Esa operación llevó al Proyecto Cassandra, una operación estadounidense de una década que buscaba evitar que Hezbollah traficara drogas en Estados Unidos y Europa.
La DEA reveló el alcance total del nexo entre cárteles y Hezbollah y su centralidad en la estructura organizativa del grupo terrorista en el año 2016, cuando concretó la Operación Cedar, un esfuerzo conjunto con las agencias europeas en siete países.
La operación tuvo como objetivo desarticular una gran red de lavado de dinero de Hezbollah que incluía a Hassan Mohsen Mansour, un comerciante de carbón libanés-canadiense que operaba desde Colombia. Ottolenghi indicó que los documentos judiciales franceses muestran como Mansour usó su oficio para devolver la droga y lavar dinero en efectivo para los cárteles colombianos.
Mansour también está implicado en una investigación de tráfico de drogas y lavado de dinero por parte de las autoridades canadienses, y además ha sido acusado en Florida. Durante el tiempo que las autoridades francesas lo tuvieron bajo arresto, Hezbollah perdió el acceso, al menos temporalmente, a sus contactos en las aduanas y puertos colombianos que protegían sus contenedores de posibles inspecciones. Sin embargo, las autoridades francesas lo liberaron sin exmplicación alguna. Hoy sigue prófugo.
El investigador italiano afirma que desde entonces Hezbollah incrementó sus actividades en el Área de la Triple Frontera de Argentina, Brasil y Paraguay. El grupo vio a la zona como el lugar ideal para reconstruir las líneas de suministro de cocaína negra que la Operación Cedar había interrumpido temporalmente. Se dice que la zona tiene “la mayor economía ilícita del mundo”.
Hezbollah sigue siendo un socio clave para los cárteles en América Latina.
Según el experto, hay buenas razones para creer que esta área se está convirtiendo rápidamente en un importante centro de operaciones de “cocaína negra”. Señala que tanto Paraguay que Argentina son grandes exportadores de carbón vegetal. La evidencia de esto surge en julio de 2018, cuando las autoridades paraguayas allanan un laboratorio dirigido por tres colombianos cuya especialidad era convertir la cocaína en ladrillos de carbón. Se preparaban para enviar un cargamento de estos ladrillos a Latakia, un puerto sirio utilizado con frecuencia por Hezbollah, controlado por el dictador sirio Bashar Al Assad.
Relata como también en el año 2016, un narcotraficante libanés fue arrestado en el Área de la Triple Frontera y luego extraditado a Miami. El culpable, Ali Issa Chamas, reveló en documentos judiciales que su jefe tenía su base en Colombia, aunque operaba desde Paraguay.
Ottolenghi destaca en su investigación cómo la producción de cocaína peruana y boliviana ha ido en aumento a lo largo de los años, siendo Brasil un importante consumidor. Paraguay, que limita con Bolivia y tiene fronteras muy porosas con todos sus vecinos, ha sido descrito como un país de tránsito ideal.
Ottolenghi concluye diciendo que se deben aumentar los controles fronterizos y aduaneros en ambos extremos de los envíos ya que, si bien el carbón no era un tipo de mercancía que despierte sospecha, con la nueva evidencia debería hacerlo.
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