El discurso del rey saudita en la ONU y un posible acuerdo Irán-China presagian consecuencias tras las elecciones estadounidenses
Las próximas elecciones estadounidenses pueden ratificar el curso del mapa geopolítico regional que ha venido impulsando la administración del presidente Trump si el actual mandatario resultara reelecto. Una victoria del candidato demócrata Joe Biden, indica que Oriente Medio podría experimentar cambios donde los detractores de la política actual de Washington esperan que una administración de Biden les permita maniobrar en beneficio de sus intereses cuyos objetivos son claramente contrapuestos a la política de Donald Trump.
Las principales capitales mundiales con intereses involucrados en los resultados de la elección que indicará quién será el próximo inquilino del salón oval siguen los hechos con suma atención planificando sus estrategias antes y después de conocerse el nombre del futuro presidente estadounidense.
Por un lado, los palestinos de la Autoridad Nacional (ANP) han solicitado a Naciones Unidas a través de su presidente Mahmud Abbas organizar una conferencia internacional sobre el proceso de paz para principios del año próximo. La esperanza del ajado gobierno de Abbas es que haya un cambio de administración en Washington y están dispuestos a tratar diversos temas, entre ellos el reconocimiento de Israel por parte de Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin, los dos estados árabes del Golfo que han modificado posturas históricas en su diplomacia con los israelíes. El pedido no manifiesta de forma abierta la voluntad de modificar las posiciones palestinas pero pudiera ser un paso de apertura de una dirigencia que en el pasado ha cometido demasiados errores y dilapidado numerosas oportunidades en beneficio de su pueblo. Sin embargo, habrá que ver cuál será la posición definitiva de la ANP en el caso que su candidato no sea el vencedor y Donald Trump resulte re-electo.
En otro orden, según información de la comunidad de inteligencia de los países árabes sunitas derivada de la actividad del Majlis (Parlamento) de la República Islámica de Irán, Teherán y Pekín llevan varios meses de conversaciones negociando un acuerdo que podría ser de alto impacto para Washignton, Europa y los propios países árabes del Golfo.
El régimen khomeinista ha sido el más golpeado por las sanciones económicas impulsadas por la administración Trump en estos casi cuatro años. Por su parte, China confrontó duramente con Estados Unidos en una guerra económica aún en curso, de allí que ambos gobiernos comulgan en sus intereses para avanzar en ese acuerdo presentando un frente común contra los Estados Unidos.
Como derivado de esa política estratégica iraní, en caso de lograr sus metas, el acuerdo sería una respuesta de alto impacto en lo político y económico al plan auspiciado por el presidente Trump entre los Países del Consejo de Cooperación Golfo encabezados por Arabia Saudita e Israel.
Estimaciones de agencias de seguridad de países sunitas, indican que los contratos estimados del acuerdo oscilarán entre los 200 y 250 mil millones de dólares en inversiones de Pekín hacia Teherán. Además, según información que ya dispone el secretario de Estado Mike Pompeo, se destaca un importante soporte militar chino que favorecerá un blindaje a la República Islámica de Irán a cambio de contratos por provisión de petróleo por un periodo de 25 años.
Si el acuerdo se da a conocer en días previos a la elección presidencial estadounidense conformaría un fuerte golpe de efecto para Trump y minimizaría la importancia de los acuerdos auspiciados por su administración entre los estados árabes sunitas e Israel. Fuentes saudíes consideran que un acuerdo de tal naturaleza abriría un nuevo mapa geopolítico de alto impacto a nivel mundial trascendiendo las implicancias regionales.
En materia militar, la presencia china en Irán configuraría un aspecto estratégico central para Teherán y China se beneficiaría en gran forma con su presencia en territorio iraní dada la estratégica ubicación geográfica de Irán, lindante con el Golfo Pérsico, la región de producción petrolífera más importante del globo.
La relevancia de un acuerdo Iraní-Chino genera un importante interrogante. ¿Cómo un acuerdo de tal magnitud e implicancias pudo haber trascendido el secreto con que debió ser manejado? La respuesta se encuentra en que la filtración se produjo días pasados, cuando un debate en el Majlis rompió con el secreto “dada la fuerte discusión parlamentaria ante la negativa de los diputados reformistas a concesionar soberanía”.
Según las fuentes, el primer año China invertirá 100 mil millones de dólares en sectores de obra pública y ferrocarriles iraníes. También en modernización de la flota marítima y aérea de Irán y en tecnología para las telecomunicaciones. Pekín destinará un importante porcentaje de su inversión en la industria petrolífera y gasífera. En contrapartida, obtendrá concesiones y amplia rentabilidad en las dos áreas y las transacciones se manejan en yuanes, no en dólares estadounidenses.
Para que el acuerdo vea la luz debería ser ratificado por ambos parlamentos, cuando eso ocurra, los khomeinistas esperan impresionar al mundo con su éxito diplomático ya que actualmente no existen registros de inversiones de tal magnitud económica internacional entre dos países. Con ello, Irán buscará revertir la imagen de debilidad de su régimen proyectada ante la comunidad internacional por los acuerdos entre los países sunitas del Golfo e Israel.
Otro aspecto de importancia es la implicancia geopolítica derivada de un acuerdo de tal naturaleza. Irán transita un tiempo económico negativo por el embargo estadounidense que paralizó sus capacidades y estranguló su economía. La industria iraní está a un metro del quebranto. Sus laboratorios farmacéuticos son quienes más padecieron las sanciones económicas, la tecnología en general y el transporte han ido deteriorándose y el país no puede desarrollarse. En consecuencia, más allá del golpe de efecto político a Washington, el régimen iraní piensa que podrá dejar atrás las sanciones si el acuerdo se implementa en el corto plazo. El beneficio de China seria inmediato, se aseguraría la energía que necesita ya que puede consumir por si misma toda la producción de petróleo y gas iraní más allá de cualquier cambio político internacional. Al mismo tiempo, Pekín oxigenará a Teherán frente a sus problemas económicos por haber perdido mercados internacionales en el marco de las sanciones estadounidenses.
En lo militar, la presencia de China en Irán es el mejor paraguas de seguridad para los khomeinistas que esperan poner freno a cualquier amenaza de ataque sobre su territorio debido a la presencia de intereses chinos allí . Por otra parte, bases chinas en el país persa significaría una mejora en la capacidad iraní en materia de armamento, incluidos los sistemas chinos de defensa antiaérea.
Consumado el acuerdo, Irán sumaria más poder en su propio territorio pero también en países donde su presencia es concreta, como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Libano, Siria e Irak, donde se ampliarán y abrirán nuevos mercados para China. Y lo más importante, desde lo económico, Teherán podrá liberarse de la hegemonía del dólar al tiempo que China avanzará con el yuan en el comercio mundial para debilitar la hegemonía de la moneda estadounidense.
En esa dirección, aunque sin mencionar abiertamente el acuerdo ni a las partes, debe entenderse el discurso del rey saudita Salmán bin Abdulaziz días pasados en la Cumbre anual de Naciones Unidas. El monarca denunció la existencia de negociaciones oscuras que no deben ser ignoradas porque afectan la estabilidad regional y mundial al tiempo que favorecen al terrorismo y atacan los intereses de los árabes igual que de Occidente por medio de maniobras que obstaculizaran el desarrollo global.
En su discurso, el rey Salman, también celebró los acuerdos patrocinados por Estados Unidos que derivaron en el restablecimiento de relaciones entre los países del Golfo con Israel e instó a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU a no cometer errores haciendo mal uso de su poder de veto ante situaciones que deban instrumentarse para neutralizar al terrorismo y al expansionismo en la región.
El monarca brindó varios títulos importantes en su discurso, por ejemplo, cuando señaló que: “Si los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no asumen sus responsabilidades, los estados sunitas integrantes del Consejo de Cooperación de Golfo siempre pueden recurrir a Resoluciones que emanen de la Liga Árabe”.
Así, Salman dejó abierta una vía expedita de libertad de movimiento para las políticas de defensa de Arabia Saudita y sus socios del Golfo en materia de decisiones económicas, políticas y militares si se encontrara con el veto a cualquier proyecto de resolución beneficiosa para el reino.
El discurso del monarca preparó el terreno desde la diplomacia para maniobras estadounidenses e israelíes en conjunto con los países árabes sunitas contra Irán de ser necesarias y dio a entender que si el Consejo de Seguridad de la ONU rehúsa asumir sus responsabilidades, la Liga Arabe allanaría el camino habilitando un marco de legalidad a cualquier acción necesaria para los países sunitas. En consecuencia, el rey dejó en claro que Arabia Saudita hará lo necesario en el momento adecuado por mucho que un acuerdo que involucre a Irán pretenda impresionar al mundo, socavar las elecciones estadounidenses o proteger a Teherán en sus políticas regionales.
En conversaciones reservadas entre el reino y sus socios del Consejo de Cooperación del Golfo, una fuerza árabe multinacional de desplazamiento rápido sobre el terreno es motivo de diálogo desde tiempo atrás y puede tener marco legal a través de la Liga Árabe para terminar con los males y el expansionismo iraní a través de Hezbollah en Líbano, los houtis en Yemen y los grupos terroristas en Irak y Siria. En este punto, la comunidad de inteligencia de países sunitas y altos cargos militares árabes consideran que esto no sería visto negativamente por Estados Unidos e Israel, de quienes no se descarta apoyo logístico amplio aunque no una intervención directa sobre el terreno.
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