Los Judíos en Toledo
“Toledo, ciudad de las tres culturas”, hemos oído todos los que alguna vez hemos estado en esta ciudad milenaria. Una de éstas culturas, que llegó hasta los muros toledanos en su diáspora es la Judía.
“Vine a la extensa ciudad de Toledo, capital del reino, que está revestida del encanto de la dominación y ornada con las ciencias, mostrando a los pueblos y príncipes su belleza. Porque allí emigraron las tribus, las tribus del Señor. ¡Cuántos palacios hay en su interior que hacen correrse a las luminarias para la magnificiencia de su belleza y esplendor!
¡Cuántas sinagogas hay en ella de belleza incomparable! Allí toda el alma alaba al Señor. En su medio habita una congregación, de semilla santa, que tiene como ornamento la justicia, numerosa como las plantas del campo”.
(Yehudah ben Shlomo al-Jarizi, siglo XII)
Los historiadores no se ponen de acuerdo en cuanto a la “convivencia” de estas tres religiones (musulmanes -que deciden seguir viviendo en la ciudad tras la reconquista-, cristianos -descendientes de Visigodos y otros pueblos que residían en la península antes de la invasión musulmana-, y hebreos -que recalan en Toledo tras las sucesivas invasiones de sus tierras por diversos pueblos-). Es cierto que estas “tres culturas” vivieron dentro de las mismas murallas, pero bien delimitados por sus barrios (Toledo tuvo hasta dos juderías) e incluso por sus murallas interiores, con recias puertas que bien cerraban cuando los problemas acechaban.
Numerosas leyendas son testigo de esta -esencialmente fructífera y dura en ocasiones- convivencia. Este largo proceso de siglos finalizará con la expulsión de toda la comunidad judía por las Reyes Católicos, Isabel y Fernando, en el siglo XV, hecho que indudablemente afectó a la sociedad y economía de la época.
Muchos españoles sefardíes marcharon a Portugal (poco les duraría puesto que de allí también fueron expulsados en 1497) y otros muchos marcharon a países de Europa (Francia, Italia, Inglaterra…) o a tierras americanas recién “descubiertas”. A esta nueva “diáspora” española seguirán otras tantas en casi todos los reinos europeos. Diversos historiadores incluso afirman que fueron emigrantes sefardíes los que fundaron la ciudad de Nueva York.
Todavía son numerosos los Sefardíes que conservan, como recuerdo de su estancia en Toledo, la llave con la que abrían y cerraban las puertas de sus residencias en la ciudad. Grandes llaves del siglo XV que, narra también “la leyenda” alguno ha traído en la actualidad hasta la judería toledana para intentar abrir las viejas puertas que aún resisten el paso del tiempo. Igual que guardan estas llaves, atesoran en su recuerdo los restos de la lengua sefardí y las pautas que conformaron una rica sociedad en la península ibérica. Hoy en día en tierras de Israel aún se recuerda -y se añora- Sefarad. (Continua en la siguiente página)
Orígenes del odio hacia los Judíos.
Si bien es cierta la existencia de este odio hacia el pueblo que “según la tradición” asesinó a Cristo -motivo por el cuál ya eran odiados sin más consideración-, numerosos sectores de la población cristiana, incluyendo la monarquía, no dudaban en ponerse en manos de médicos hebreos, sastres, orfebres… E incluso de prestamistas, siendo esta otra de las semillas del odio hacia este pueblo, pues las casas reales sufragaban parte de los gastos de guerras y contiendas con el dinero prestado por hebreos; dinero que se tenía que devolver en cuotas pagadas con los impuestos al pueblo, en su mayor parte “cristiano”, que achacará el incremento de éstos a los hebreos, y no a sus monarcas que lo gastan sin miramientos.
Respecto a lo anterior, dice Juan G. Atienza en su libro “Caminos de Sefarad. Guía judía de España.” (ed. Robinbook. Barcelona 1994):
“De los judíos de Toledo, establecidos en la ciudad, al parecer, desde la noche de los tiempos, se dice en fuentes cristianas que escribieron una carta al Sanhedrín de Jerusalém pidiéndole que no condenase al reo Jesucristo. Se trata, naturalmente, de una leyenda imposible de ser tomada en consideración, pero nos descubre que, en un determinado momento de su historia, esos judíos toledanos intentaron de algún modo demostrar que no era cierto lo que la Iglesia se empeñaba injustamente en cargarles: la muerte del Salvador, de la que los historiadores contemporáneos coinciden ya unánimemente en responsabilizar a los ocupantes romanos de Palestina.”
También destaca en este libro Juan G. Atienza el siguiente texto que nos aproxima al ambiente de la época:
“Bastaria recordar aparte las grandes matanzas de sobra conocidas, que, en muchas ciudades españolas y en la misma Toledo el Viernes Santo era un día en el que, tradicionalmente, el pueblo se entregaba a la diversión de apedrear las calles y las ventanas del barrio judío; “
Otros muchos motivos influirían, como veremos en este texto en el odio cristiano hacia los hebreos, impulsado en gran parte por las oratorias de obispos y sacerdotes desde los púlpitos…
Las Leyendas, anotaciones de la historia sefardí en Toledo
Las persecuciones tras el decreto de expulsión de los Reyes Católicos (y anteriores en numerosas ocasiones) también tienen un intenso reflejo en la historia y en las leyendas que han perdurado en la ciudad. Cientos de ellas hacen referencia (en ocasiones no demasiado amistosa para con los Judíos) a los años inmediatamente anteriores o posteriores al decreto de expulsión.
Pero ya desde antiguo este tipo de leyendas, en una época sin radio ni televisión, ni grandes medios de comunicación, influenciaban a la población en contra de sus vecinos de otras culturas. Algunos ejemplos, reflejados en esta Web reflejan el odio y la intolerancia de una parte de la sociedad, como “El Santo niño de la Guardia” o aquellas que narran las relaciones “mal vistas” en muchas ocasiones entre cristianos y judíos, que siguen un patrón muy similar: cristiano que ama a judía, comunidad que lo rechaza y todo acaba en tragedia, como por ejemplo en la leyenda del “Pozo amargo”, también en estas páginas.
Si bien la base histórica de este tipo de leyendas es muy confusa, hay que remontarse a la época para comprender la mentalidad de aquellos hombres y mujeres, vecinos de Toledo, que compartían la ciudad. Dado el recogimiento de estas comunidades (musulmana y judía) en sus ritos y barrios, con sus propios comercios y centros de cultura y religión, con su propio lenguaje en ocasiones, y el desconocimiento de éstos que muchos toledanos de la época tenían, era un caldo de cultivo ideal para la aparición de ideas y movimientos tendentes a “demonizar” todo aquello que no perteneciera a su cultura.
El reflejo de este aspecto está en leyendas que hacen referencia a los hechizos y conjuros -incluso de magia negra según las leyendas- que algún que otro judío realizaba en los sótanos de no pocas casas y palacios toledanos, entre ellos los grandes sótanos (o cuevas) de la actual “Casa del Greco”, que no fué de tal, sino propiedad de Samuel Ha-Leví, financiador de la construcción de la Sinagoga del Tránsito y tesorero del rey Pedro I “El Cruel”. Estos ritos, relacionados intensamente con ciertos judíos relevantes de la época en la ciudad incidían en la relación con su cultura y religión desembocando todo ello en no pocas ocasiones en duros procesos inquisitoriales (posteriores al decreto de expulsión) que a buen seguro terminaron alimentando el brasero que había cerca del antiguo circo romano de Toledo.
Juan G. Atienza nos dice en su magnífica obra:
“El gran esplendor toledano de los judíos se desarrolla entre los siglos XI Y XIII. En aquel momento la ciudad fue sede cultural y centro esotérico al mismo tiempo.
Funcionaba ya la Escuela de Traductores de Toledo y funcionaba, al mismo tiempo, una escuela de ocultistas hebreos que, a partir de las enseñanzas y de la experiencia de la Cábala, desarrollaban todo un mundo de ciencia hermética y heterodoxa que prendió pronto en cristianos y musulmanes y fundamentó, con el tiempo, la gran leyenda de la magia toledana, incrustada en los rincones de la ciudad, en sus cavernas y en sus calles.”
Pese a esta lamentable y conflictiva época de confrontación entre culturas, es cierto que en Toledo convivieron durante siglos tres formas diferentes de apreciar la realidad. Y que el beneficio que mutuamente obtuvieron fue más importante que los lamentables hechos que desembocaron en el famoso decreto de expulsión. Los restos que actualmente Toledo atesora son muchos: sinagogas, barrio de la judería… Grandes tesoros que hacen de Toledo patrimonio de toda la humanidad.
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