Conociendo el Terrorismo Yihadista, 1ª. parte
Si bien en lo que va de este año, el tema recurrente y porque no, acuciante, es la pandemia del Covid 19, sin embargo, el fenómeno global del terrorismo yihadista no se ha detenido, y prueba de esto son las más de 4.800 vida que se cobró en algo más de seis meses del 2020, la mayoría de estas víctimas se dieron en Afganistán, el país más golpeado por el terrorismo yihadista, con más de 400 ataques sobre los 1013 ataques que se perpetraron en casi una treintena de países, y que representan un 34% más, que los llevados a cabo en el primer semestre del año 2019, con lo cual se prueba que la actividad terrorista no sólo no se ha detenido sino que se ha incrementado, a pesar de la emergencia mundial por el Covid 19.
Según un estudio realizado, un 16% de países ha sido afectados por terrorismo yihadista, al menos por un atentado, y algo más del 70% de los ataques ocurrieron, además de Afganistán, en Burkina Faso, Camerún, Nigeria, Níger, Mali, Chad, Mozambique y República Democrática del Congo, pero sin dudas, Afganistán se ha vuelto el epicentro de la actividad yihadista, como consecuencia de la pérdida de territorios del Estado Islámico en Siria e Irak, pero que también están mostrando una “alqaedización” del DAESH, es decir, una descentralización y un aumento de franquisias terroristas a nivel global.
Es obvio, que el Covid 19 también ha golpeado a los yihadistas, pero en parte, la pandemia también ha favorecido las actividades terroristas, pues la mayoría de los gobiernos han tomado las siguientes medidas en función de una seguridad sanitaria dentro y fuera de sus fronteras, por ejemplo, comprometer a sus respectivas FF.AA. y FF.SS., en el control de la cuarentena y del mantenimiento del orden ante el descontento social emergente, y por otro lado, el retiro de tropas de misiones internacionales, sea tanto para coadyuvar las tareas ya señaladas en sus respectivos países, como también para prevenir contagios entre las mismas, y en consecuencia, al centrar los esfuerzos para enfrentar la pandemia, ha favorecido las actividades yihadistas.
Veamos por el caso, Europa, que por las políticas de seguridad y cooperación de las agencias de Inteligencia, habían provocado que ha partir del 2017 se reflejara un disminución de atentados terroristas yihadista, pero tal como lo señalé, en lo que va del primer semestre del 2020, ya se superó el número de ataques en el mismo período del año anterior, por lo que es esperable que los números finales del corriente año superen al 2019 y muestren un incremento en las acciones, sean estas grupales o en ataques de modus operandi, “lobo solitario”.
Analizando este escenario en Europa, abordaré la particular relación entre el terrorismo yihadista y la actividad del narcotráfico, como así también, de como una visión radical del Islam justifica tanto el uso como el tráfico de drogas.
En Julio ppdo., la Unidad de Investigación contra el Crimen Organizado de la Guarda de Finanzas de Italia, llevó a cabo un procedimiento en el puerto de Salerno, secuestrando 84 millones de pastillas de estupefaciente sintético, el Captagon o más conocida como la droga de los yihadistas, estas 14 Tn. de droga ha sido hasta ahora uno de los decomisos más grande realizados en Italia, y fue fruto de la cooperación de las fuerzas italianas con la DEA de EE.UU., que como resultado de las tareas de inteligencia practicadas previamente, se sabía que la droga secuestrada, el Captagon, había sido producida por el E.I., en los lugares donde aún se hallan presente y mantiene el control, aunque muy rápidamente, el DAESH a través de su semanario en árabe Al Nabá, ejemplar Nro. 242, responsabilizó al régimen de Bashar al Assad del tráfico de las cápsulas.
Ahora bien, ¿Qué es el Captagon?, también conocido como Bíocapton, es un derivado de la Anfetamina y la Teofilina, con un agente activo, la Fenetilina, que tiene efectos estimulantes muy fuerte y que comenzó a ser comercializada en 1961 por la empresa farmacológica alemana DEGUSSA AG., y fue destinada al tratamiento de menores con déficit de atención producido por narcolepsia, depresión o hiperactividad, y por no afectar la presión arterial, tal como lo hacen las anfetaminas, luego fue prescripta para pacientes con patologías cardíacas.
Los efectos de esta droga son, el aumento de energía, la supresión del cansancio y la quita del apetito, que se experimentan a los 10 o 15 minutos de haberla ingerido y se prolonga por un período de 10 a 12 horas sus efectos, tanto a nivel psíquico como corporal, pero finalmente en la década de 1980 se prohibió su uso por la fuerte adicción que provocaba.
La producción y la distribución del Captagon se centra en la región del MONA, principalmente en el norte de Siria, en el sur de Turquía y en el valle del Bekaa en el Líbano, en esta última región, para el 2014 se registra una sensible baja en la producción y en contrapartida, aumenta en suelo sirio.
Siria, históricamente ocupa una ubicación geográfica que es el paso de todo tipo de mercaderías, incluyendo las drogas, tanto hacia el oeste, Jordania, Líbano, Turquía, como hacia el oriente, Irak y la península Arábiga, y por supuesto, sin olvidar el intercambio con Europa.
Para el 2011, con el estallido de la guerra civil siria, se produce un desgobierno e incluso la desaparición de las estructuras estatales y las fronteras se diluyen, se generaliza así, un sistema de poliarquías armadas, y entre estas el Estado Islámico o DAESH.
En la 32ª Conferencia Internacional de Lucha contra las Drogas, que se llevó a cabo en la ciudad colombiana de Cartagena de Indías, la UNODC u Oficina de Lucha contra las Drogas y el Crimen Organizado, dio a conocer un Informe en el que se consigna que el Talibán en Afganistán y los grupos Yihadistas en el África Occidental, el Sahel y el Oriente Medio –MONA-, de manera directa o indirecta estaban obteniendo importantes beneficios de la producción y el tráfico de drogas, y en particular el DAESH y Jabhat al Nusra, eran los principales actores en el contrabando de precursores químicos para la producción del Captagon.
Ahora bien, veamos en que términos se relaciona la Yihad con el Narcotráfico, algo que no es nuevo, por ejemplo los yihadistas chechenos poseían los contactos necesarios en Afganistán que le posibilitaron tener redes de tráfico de Heroína, otro ejemplo, anteriormente Osama Ibn Laden, líder entonces de Al Qaeda, en el 2000 compró al Talibán una cantidad importante de opio, y no fue casualidad que tiempo después, en una operación de los SEALS, al abordar un buque carguero en el Golfo Pérsico, secuestraran un cargamento de Opio por valor de más de u$s. 3 millones y la detención de operativos de Al Qaeda, y más cercano al presente, el grupo yihadista Movimiento Armado de Uzbekistán, una de las franquicias del DAESH, protege el tráfico de drogas del Talibán y a su vez, le facilitan los precursores químicos procedentes de Rusia y China, para la producción de Heroína.
En el 2018, en la localidad siria de At Tanf, tropas de la coalición secuestraron un importante cargamento de Captagon, 300 mil pastillas, que representan unos u$s.1.400 millones en el mercado negro, y constituían una operación de narcotráfico del DAESH.
Pero en el caso de Captagon, también se hallan vinculados algunos miembros de importantes familias reales árabes, tal el caso del príncipe saudí, Abdulmohsen Ibn Walid Ibn Abdulaziz, quién fue detenido en el 2015 junto a otros cuatro sujetos en el aeropuerto RafiK Hariri, Beirut, Líbano, cuando transportaba en un jet privado 2 Tn de Captagon y una cantidad importante de Cocaína, con destino a Hail, locación en la región norte del Reino Saudita.
Como se puede observar, tanto los movimientos yihadistas como ciertos sectores de algunas de las familias reales árabes, que se supone predican la pureza del Islam y llevan adelante una Yihad Global, no son más que terroristas, traficantes y/o consumidores de drogas, pero no obstante esta realidad, ellos encuentran justificación a sus acciones en el Corán.
Es sabido que el alcohol esta terminantemente prohibido según el texto sagrado islámico, que lo considera que es un instrumento de Satán para suscitar el odio y la enemistad y alejar a los creyentes de Alá, y es más, el jurisconsulto y teólogo Ibn Taymiyyah, Siglo XIII, expresó que todos los tóxicos están prohibidos, es Haram, y el consumo de sustancias tóxicas debe ser sujeto al Hadd o castigo físico, sin embargo, los yihadista encuentran una justificación, y es que en el Corán no hay una referencia expresa a las drogas, e incluso se hallan prescriptas en tratados de medicina islámica, interpretándose que por necesidades medicinales o de urgencia o necesidad o por aplicación del principio de Zarurat, que se traduce en llevar a cabo actos prohibidos por razones suficientes que hagan a la supervivencia del creyente, algo que contempla el Corán en diferentes citas coránicas, deriva en lo que se conoce como Taquilla, que significa que se pueden dejar de lado prescripciones religiosas justificando un estado de necesidad, concepto que se extiende en el Derecho Islámico a la figura de Maslahah, según el cual en ciertas y determinadas circunstancias se pueden llevar a cabo actos prohibidos si su fin es el beneficio o sobrevivencia de la comunidad.
Como se puede apreciar, la relación yihadismo, consumo y tráfico de drogas, por un lado parece contradictoria sin partimos de un punto de vista rigorista del Islam, pero esto no es lo que nos muestra la realidad de los actos terroristas, que encuentra la justificación en la interpretación de redención y supervivencia.
Para ir finalizando la columna, y encontrar una explicación a la relación mencionada, voy a apelar al profesor de la cátedra de Psicología y Psicoterapia de la Universidad Zayed, E.A.U., Justin Thomas, quién explica que en el caso del Captagon, los yihadistas no lo ven como una droga, porque no esta asociada con lo lúdico o al hedonismo, sino con la Yihad, y concordando con el citado catedrático, y para ir construyendo una conclusión, por un lado desde el paradigma de pureza esgrimido en la cosmovisión del islamismo radical terrorista, el consumo y tráfico de drogas sería reprochable, pero desde la realidad, en particular en lo que hace al DAESH, ambas acciones son permisibles en base a la manipulación teológica para lograr objetivos teleológicos, en otras palabras, el consumo es el segundo estadio de la peligrosidad del Yihadismo, el primero es el fanatismo irracional, y el tráfico de drogas es una forma de financiación del terrorismo radical que se complementa con las donaciones, la extorsión, los delitos informáticos y cualquier otro latrocinio, porque el fin último es reforzar la Yihad, vencer a los Kufar o infieles e imponer como única verdad, el Islam.
*Luis Fuensalida es especialista en asuntos internacionales. Fue Comisario Inspector y Jefe de Departamento Interpol de la Policía Federal Argentina.
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