Derecho a tener familia
La vida en el hogar de niños “Reina Ester”, transcurría en su cauce habitual: las preocupaciones por los subsidios del Estado provincial que demoran en llegar, las escasez de donaciones a causa de la crisis, y los malabares de siempre para brindarle una vida digna a cada uno de los pequeños residentes.
Los niños no han ido a la escuela en todo el año, y los teléfonos celulares de los operadores y voluntarios no dan a basto para que todos puedan conectarse a sus clases virtuales. Ellos van y vienen, se dispersan, corren, juegan, a veces se pelean; mientras tanto que, la conectividad escasea, los políticos dilatan la reapertura de las escuelas.
En horas del mediodía, cuando el sol impactaba de frente sobre el ventanal de la sala de estar y el calor se tornaba cada vez más abrumador; una tristeza inesperada quebró la monótona cotidianidad. El dolor sobrevolaba los aires, y una profunda aflicción en los corazones, se apoderó de todos. Fue un golpe que los tomó por sorpresa y no había forma de librarse del mismo.
Muchos de los niños huyeron a sus habitaciones, pues reconocían ese sentimiento, y su instinto los llevaba a protegerse. Incluso Dylan que eludía sus clases virtuales y se trepaba al techo por horas sin hacer caso, bajó sin que nadie le diga nada. Confundidos, los operadores, estaban sin reacción ante la tristeza que asolaba, y se miraban entre sí; mientras Alma, Bauti y Tizi, los más “peques”, de tres años de edad, se aferraban a ellos en busca de alguna señal de seguridad.
El tiempo parecía haberse detenido, el aire era espeso y lo llenaba todo. Nadie se movía, todos aguardaban el desenlace final. Sin embargo, el estupor fue disipado por el estallido de la rotura de platos y vasos provenientes de la cocina. También por los gritos y alaridos de Mabel la cocinera:
¡Se murió el Diego! ¡No puede ser, debe ser un error! – entre tanto gritaba y lloraba al escuchar que había muerto Diego Armando Maradona-
Las lágrimas de los adultos, no se hicieron esperar. Al verlos llorar, los niños se plegaron a ellos; sintiéndose desprotegidos, y suponiendo que algo malo les estaría por pasar. Era lógico, pues cada uno arrastraba una historia de vida muy dura, y la inestabilidad era parte de su rutina. Los pequeños y no tan pequeños gritaban: “me voy a poner las pilas con la escuela”, “voy a ayudar a limpiar mi habitación”, “No quiero volver a mi casa”, “No me lleven con mi padrastro”
Los adultos, tan shockeados por la noticia, se perdieron dentro de sus teléfonos, con la ilusión de que se tratara de una fake news, o de un simple error. Sin darse cuenta, y sin quererlo, se olvidaron por un instante de los niños y nunca notaron la alarma que habían generado en ellos.
Un rato después, Susana, la directora del hogar llegó visiblemente compungida por la dolorosa novedad. Todos los chicos corrieron a abrazarla, dándole cobijo contra la angustia que había asolado el ambiente, y que no comprendían; a su corta edad, dejaron de lado la preocupación personal, para contener a su querida Susi.
Rápida de reflejos, se dió cuenta de la situación y les llevo tranquilidad:
Como ya sabrán Maradona se fue al cielo. Para los más grandes era como Messi para ustedes, en los momentos más difíciles nos dio alegrías. Llevó al país a lo más alto, y nos convirtió a todos en campeones del mundo. Pero, el legado más importante que nos dejó, es que los sueños pueden ser alcanzados. Al igual que todos ustedes, él vivió una niñez difícil, paso hambre, frío, calor, muchas necesidades, pero siempre siguió adelante. Él soñaba con jugar al fútbol con la camiseta Argentina y ganar un mundial. Y lo logró. Ese ejemplo que nos dejó, lo tenemos que atesorar y poner en práctica: lo sueños estan para ser cumplidos.
Tras las palabras de la directora, grandes y chicos, futboleros y no futboleros a su forma rindieron homenaje, o al menos le dedicaron un momento en sus pensamientos. El símbolo del fútbol se transformó en leyenda y su recuerdo quedará en el imaginario popular, por generaciones.
Con todo lo sucedido, se saltearon el almuerzo y cuando el hambre comenzaba a hacerse notar en los ruidos de cada panza, Mabel improvisó con los pocos elementos que quedaban, una merienda para salir del apuro: gelatina de frutilla con trozos de manzana.
En el interín que comían, todos querían saber sobre Maradona, no se hablaba de otra cosa en la mesa. Ninguno de lo niños, de entre 3 y 13 años de edad, lo había visto jugar; habían crecido idolatrando a Leo Messi y siguiendo sus huellas. Los más pequeños apenas distinguían qué era el fútbol; pero, la curiosidad por “el diez” fue tan grande, que terminaron reproduciéndoles videos con sus goles, por Youtube.
El ocaso del sol había pasado, y nadie se movía de delante del televisor, salvo los más chiquitos que no aguantaron y se quedaron dormidos.
A la mañana siguiente, tal como habían quedado, se levantaron más temprano de lo habitual; estaban entusiasmados y exultantes, porque iban a pintar un mural de Maradona en el patio. Era el homenaje de los grandes y de los chicos; y para tender ese puente generacional también retratarían a Messi, su heredero futbolístico.
Sucedió que, cuando arrancaron a dibujar, los hermanitos Pablo y Mariano fueron llamados para ir a la oficina de la directora; allí los aguardaba Fabiana, su “Abogada del Niño”.
Ella había sido designada para representarlos en varias causas, desde que se tomó una medida de protección excepcional, y mediante la fuerza pública los sacaron de su casa, porque sus padres los violentaban física y psíquicamente.
Los niños fueron enojados, querían seguir dibujando con el resto de sus compañeros.
La abogada, los recibió con alegría, golosinas y un cuento para explicarles nuevamente como sería la audiencia con el juez, unos minutos más tarde.
Después de muchos años de estar judicializados e institucionalizados, por fin había llegado el momento de contarle al juez, el deseo que tenían de poder ser adoptados por una familia. Para eso su abogada había luchado durante mucho tiempo, para que la voz de los niños pudiera ser tenida en cuenta en el proceso judicial.
No fue una tarea sencilla, pese a que la Convención de los Derechos del Niño que tiene carácter constitucional, establece que todo niño aún desde el momento de la concepción, tiene derecho a un abogado especializado en niñez; y que muchos jueces apartándose de la convención, restringen ese derecho.
El día de la audiencia llegó. Pablo y Mariano por fin serían escuchados por el juez y conocerían a la persona que había decidido su destino por largo tiempo. Tras épicas batallas judiciales, Fabi había logrado victorias históricas en favor de los niños, para que no sean obligados a volver a su antiguo hogar donde fueron violentados.
Tal encuentro, no se daría de forma presencial, sino a través de la plataforma Microsoft Teams. Como en el hogar, no tenían computadoras con cámaras, ni con micrófonos, la abogada tuvo que llevar su notebook, y además previendo que el Wifi no funcionaría, el día anterior compró un pack de 6 gigas para utilizar ante cualquier contingencia.
Todo tenía que salir a la perfección, el futuro de dos hermanitos estaba en juego y se encontraba ante la oportunidad jurídica de poder asistirlos en el camino hacia un mejor porvenir.
Previo a conectarse, le dijo a los niños: – Sientan libertad para hablar con el juez, él esta para escucharlos, no tengan vergüenza, no se guarden nada, diganle todo lo que me contaron a mí, y lo que piensan.
Llegó la hora y se conectaron. – Buenos días, mi nombre es Diego Armando Buenamelis, soy el juez de familia a cargo de este juzgado.
– Diego Armando…. como Maradona – respondieron al unísono los hermanitos.
Si, mi papá me puso ese nombre porque era fanático de Argentinos Juniors, el club en donde surgió. – respondió el juez sorprendido por la respuesta de los chicos –
Antes de la audiencia, ellos estaban pintando un mural de Diego en el patio del hogar– acotó la abogada –
¡Que bueno! Es una muy buena forma de recordarlo. – replicó el magistrado –
Juez, ¿Ya nos podemos ir? Queremos seguir pintando… – Le pregunto un ansioso Mariano-
En un ratito… Me dijo la Doctora Fabiana que tenían algo para contarme – les habló su señoría en un tono amigable –
Ehh… Si, nos gustaría tener una nueva familia… – respondió con timidez Pablito-
Y vos Mariano, ¿Te gustaría tener una familia?
Si… quiero tener una familia, pero no quiero que me separen de mi hermano. – respondió el niño con cierta preocupación –
Me parece bien… tienen derecho a tener una familia. Por lo que veo los niños manifiestan su deseo de ser adoptados. ¿Es así, Doctora?
Es así, luego de años de procesos judiciales y de estar institucionalizados, Pablo y Mariano desean ser adoptados por una familia, siempre y cuando permanezcan juntos.
Entonces que así sea… voy a proceder a declarar el estado de situación de adoptabilidad y a pedir legajos de pretensos adoptantes compatibles con los niños, para comenzar una pronta vinculación. Chicos no los entretengo más, vayan a seguir pintando. – les dijo el juez Buenamelis mientras daba por finalizada la audiencia –
¡Esperá juez, te queremos mostrar la pintura de Maradona y Messi! -Dijo Pablito, entusiasmado por mostrar su arte.
¡Claro que lo quiero ver! -y de ese modo cerraron la audiencia, de manera poco habitual, recorriendo las instalaciones hasta el patio, donde al ver el mural, el juez no pudo evitar emocionarse, mientras los niños les explicaban el sentido de cada detalle…
Tras más de seis años de experiencias traumáticas, y juicios interminables, por fin ahora podrían comenzar con una nueva vida. Fabiana y los niños lloraban de alegría. Los pequeños corrieron por el hogar contándole a todos:
¡Vamos a tener mamá y papá!, ¡Vamos a tener una familia nueva! Nuestra abogada del niño nos consiguió una familia.
Al oír las buenas nuevas, varios de los que estaban pintando el mural, dejaron lo que estaban haciendo y fueron a pedirle a la directora que también deseaban tener una familia y una abogada del niño.
Susana, les prometió que pediría abogado para cada uno.
Cuando vieron a Fabiana que se estaba por ir, los pequeños la rodearon y le pedían por favor que sea su abogada, y de paso, que los ayude a seguir pintando el mural.
Historia ficcionada.
Por Ruben Budzvicky
Ilustración: Sabrina Fauez
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