La Jamaica judía
Por extraño que parezca existe una relación muy estrecha entre las creencias religiosas jamaiquinas y el judaísmo.
Un vínculo relativamente reciente basado en la genealogía bíblica. Una profecía cumplida, un líder carismático, una forma de usar el pelo y una Tierra prometida a la que se llega al ritmo de reggae.
La relación de Jamaica con el judaísmo es compleja.
La isla, originalmente dominio español, fue conquistada por Inglaterra. En ambos períodos sirvió, entre otras cosas, como refugio para muchos judíos sefaradíes que escapaban de España después de que ese reino dispusiera su expulsión.
Algunos de ellos incluso se convirtieron en importantes piratas y corsarios, dedicados a vengar su condena atacando barcos españoles. Pero esa es otra historia.
Jamaica fue también, como casi todos los países de América, destino de otra diáspora: la africana.
Millones de esclavos fueron sometidos al trabajo rural en nuestro continente.
Después de los procesos independentistas y de las diferentes formas de organización que resultó en el mapa actual de los pueblos que comparten el Caribe, en Jamaica comenzó a gestarse un movimiento que podríamos llamar afrocéntrico, basado en la idea de diáspora negra cuya culminación sería la del regreso a la tierra original.
El mayor impulsor de ese movimiento fue Marcus Garvey, un activista afrodescendiente formado en Estados Unidos, que llegó a profetizar la llegada de un líder que sería el primer rey negro de la historia moderna, y quien haría realidad ese retorno.
Estamos en los barrios periféricos de Kingston, capital de Jamaica, en los primeros años del Siglo XX.
En 1930 la profecía pareció cumplirse con la llegada al trono de Etiopía –antes conocida como Abisinia- de Ras Tafari Makonnen, quien tomó para el ejercicio de su reinado el nombre de Haile Selassie I.
De manera que el movimiento “rastafari” es en realidad una deformación del nombre de ese monarca: Tafari significa “creador”, y la palabra “ras” en el idioma local hablado en Etiopía (el amárico) significa “príncipe”.
Con la presencia de monarcas europeos, Haile Selassie I fue coronado como “Rey de Reyes, Señor de Señores, y León conquistador de la tribu de Judá” y de acuerdo a la tradición etíope, el número 225 de una línea ininterrumpida de reyes del linaje de Salomón, Hijo del Rey David.
Para tener una idea de la magnitud del personaje, enterado de la invención de la silla eléctrica, hizo llevar una a su país, donde no había electricidad por lo que dispuso utilizarla como trono. En sus viajes oficiales llevaba dos leones como parte de la comitiva.
Judaísmo negro.
Los “rastafaris” sostienen que tanto ellos como el resto de personas negras son descendientes de los antiguos israelitas.
De acuerdo a su libro sagrado, el Kebra Nagast, en el siglo X antes de Cristo Etiopía fue fundada por Menelik I, hijo de Salomón y la reina de Saba, Makeda.
De esa relación ella habría dado a luz un hijo.
La existencia de judíos negros en Etiopía, llamados falashas, y reconocidos como tales por Israel en la década del ´70 impulsó el movimiento rastafari apoyando la idea de que Etiopía era Zion.
Por lo demás, los rastafafris jamaiquinos no cumplen con los preceptos jasídicos como los etíopes. Se consideran parte de la diáspora judía, pero a su manera, incluyendo el consumo de canabis como forma de elevación espiritual.
Es un caso extraordinario de sincretismo, sobre todo por su actualidad y por haberse transformado a sí mismo hasta el límite de la transculturación, como sucede con algunos pueblos latinoamericanos que, afectados por la influencia cristiana, funden en una misma práctica religiosa sus creencias ancestrales con los ritos de la Fe católica.
No solamente hay rastafaris blancos, lo cual es imposible al momento de reivindicar la pertenencia a la diáspora negra. Los hay en todo el continente, por lo general provenientes de los sectores sociales más acomodados.
En muchos casos se convirtió en una moda, un dispositivo atractivo para quienes buscan participar de un movimiento que se percibe a sí mismo como pacifista y contemplativo, amante del consumo recreativo de marihuana, como si fumar canabis fuera un precepto religioso.
Las “rastas”, o dreadlocks tan propios del movimiento, expresan la búsqueda de parecerse al León de Judá, aunque no es obligatorio, pero sí característico.
Probablemente haya sido Bob Marley el mayor difusor de la cultura rastafari.
Por lo demás, el Ras Tafari Makonen de Etiopía murió el mismo año en que Israel reconoció como judíos a los falashas: 1975.
Quizás fue una señal, quizás una coincidencia. Mientras tanto, el judaísmo sigue dando que pensar.
Por Diego Huberman para Radio Jai.
Reproducción autorizada citando la fuente.
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