El pensamiento de Franz Rosenzweig
El próximo viernes, 25 de diciembre, se conmemorará un nuevo aniversario del natalicio de Franz Rosenzweig, uno de los más importantes filósofos, teólogos y educadores judeo alemanes del siglo XX, quien influyó en importantes pensadores de la talla de Walter Benjamin y Emmanuel Levinas, entre otros.
Rosenzweig nació en Kassel, Alemania, en 1886, hijo único de una acomodada y asimilada familia con cierta afinidad por el judaísmo liberal. Fue su abuelo Adam-Abraham Rosenzweig quien lo introdujo en los valores religiosos del judaísmo.
Estudió historia, filosofía, idiomas europeos, entre otras disciplinas, y apreciaba la obra de Goethe y de los filósofos Kant, Nietzsche y Hegel. Fue un renovador de la cultura y del pensamiento filosófico judío. Su énfasis estaba puesto en nutrirse de las fuentes clásicas del judaísmo para así ayudar al judío asimilado a retornar a su primigenia identidad.
Dos acontecimientos marcaron su vida: el redescubrimiento del judaísmo y la Primera Guerra Mundial. Su elección por el judaísmo se dio en 1913, mientras pensaba en convertirse al cristianismo, visitó casi por casualidad una pequeña sinagoga en Berlín en Yom Kipur con la intención de acercarse a las tradiciones de sus ancestros. Al finalizar el servicio religioso estaba convencido que deseaba dedicar el resto de su vida al estudio y a la enseñanza del judaísmo.
Comenzó a profundizar sus investigaciones sobre los orígenes del judaísmo a partir de las cuestiones filosóficas y teológicas. Para ello, estudió con el filósofo Hermann Cohen, exponenete del judaísmo liberal, creándose una relación entre ellos muy significativa. En ese tiempo conoció a Martin Buber con quien desarrolló una profunda amistad y juntos tradujeron la Torá del hebreo al alemán.
Durante la Primera Guerra Mundial fue miembro de los voluntarios del ejército alemán y sirvió como paramédico. Su participación en la guerra confirmó sus desacuerdos respecto de la filosofía de Hegel, quien justificaba la muerte de los individuos en aras de causas superiores, teoría que lo llevó a romper de manera definitiva con el idealismo hegeliano.
En 1917 publicó su artículo,’ Un tiempo para hacer’, en la que explica la necesidad en renovar la vida judía en Alemania mediante el rediseño de la religión. Un año después, tuvo oportunidad de visitar Varsovia y observar la vida y las costumbres de los judíos de Europa oriental, quedando fuertemente impresionado por la vitalidad y la riqueza de la religión judía.
En el campo de la educación judía, Rosenzweig centró sus esfuerzos en el establecimiento de un beit midrash abierto para estudios judíos, creó en Frankfurt el ‘Das Freie Jüdische Lehrhaus’ (Instituto Libre de Estudios Judíos). El beit midrash tenía la intención de promover un renacimiento judío moderno en una sociedad abierta. Entre sus conferencistas, además de Rosenzweig, se encontraban Martin Buber, Siegfried Krakower, Gershon Sholem, Erich Fromm, y varios más.
La obra de Rosenzweig se compone de una variedad de libros, ensayos, y traducciones sobre judaísmo, historia, filosofía y religión. El más importante de sus trabajos es ‘La Estrella de la Redención’, 1921, obra en la cual trata de demostrar que un judío alemán puede ser inteligente, moderno, educado, integrado a la sociedad, y al mismo tiempo conservar su identidad judía.
Para Rosenzweig la redefinición de la identidad judía no surgiría de fórmulas como el sionismo, la ortordoxia o el liberalismo, sino de la práctica del judaísmo. Explicaba que en el período pre-emancipatorio, los judíos experimentaron la unidad de tres elementos: la Halajá, el hogar y la sinagoga, y en el siglo XIX esta unidad se perdió. Por lo tanto, el judío debía encontrar en la modernidad un modus vivendi que le permita conservar su identidad particular sin renunciar al mundo mayoritariamente no judío en el que vive.
En el campo de la fe, afirmaba que hay tres elementos en el judaísmo que expresan el todo, y son: Dios, el mundo y el hombre, que a través de las historias de la creación, la revelación y la redención, enuncian la relación entre Dios y el mundo.
En lo referente a la relación de las naciones con el pueblo judío, sostenía que las naciones se definen por una parcela de tierra en la que viven, por el idioma en el que hablan, y según sus leyes y costumbres, es decir, por componentes físicos que están fuera de ellas y son temporales. Si estos pueblos emigran a otras tierras, y las lenguas se olvidan o se pierden, no habrá quedado nada a lo que puedan aferrarse.
Por el contrario, el pueblo judío, que ya ha perdido su país, su idioma, y sus leyes, se eleva por encima del tiempo. Así, la Tierra de Israel, la ciudad de Jerusalén, las leyes de la Torá, y la Lengua Sagrada, se convirtieron en elementos eternos en su identidad. Los judíos pueden moverse y andar entre diferentes países, idiomas y leyes durante miles de años sin ser tocados, ya que su identidad está arraigada en su interior.
Aunque no era sionista, Rosenzweig respetaba al movimiento sionista. Criticó las posiciones antisionistas y reconoció el valor del sionismo para preservar la existencia del pueblo de Israel. Sin embargo, creía que un Estado judío era solo un medio y no un fin, que un idioma y un país eran simplemente insuficientes, y que no representaba ninguna necesidad real para los judíos. Sostenía que la conexión entre los miembros del pueblo de Israel es una conexión de sangre, y no una conexión nacional que involucra una patria común.
Según Rosenzweig, es el calendario y el ciclo de las fiestas el que sirve como factor aglutinador entre los judíos del mundo, que los unen en las fiestas en sociedades diferentes, y es el que define la identidad de los judíos. Es la periodicidad del calendario la que permite la eternidad en la que vive el pueblo judío, que refleja los valores del judaísmo, tanto particulares como universales.
Muy joven, a principios de 1922, Rosenzweig sufrió una esclerosis que gradualmente lo paralizó y limitó su habilidad para escribir y hablar, no obstante continuó con su labor. Fue así como publicó un volumen sobre la poesía de Yehuda Halevi, preparó una introducción a la obra de Hermann Cohen, un ensayo sobre legislación judía y colaboró con su gran amigo Martín Buber en una nueva traducción de la Torá al alemán. Murió el 10 de diciembre de 1929, en Frankfort del Meno, a casi los cuarenta y tres años.
*Yehuda Krell es profesor de Historia Judía graduado en el Instituto Superior de Ciencias Judaicas, Bs. As., y profesor en Educación Judía con especialización en Historia Judía para niveles Medio y Terciario del Ministerio de Educación de la Argentina. Realizó estudios de posgrado en Israel.
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