Yuval Noah Harari: “Estamos entrando en una era colonial nueva, la era del colonialismo de datos”
El historiador israelí Yuval Noah Harari es uno de los pensadores más influyentes de nuestro siglo. Prueba de ello está en la larga lista de líderes mundiales, que incluye a Barack Obama, Angela Merkel o Emmanuel Macron pero también multimillonarios empresarios de la talla de Bill Gates o Mark Zuckerberg, que admiran o han consultado con este filosofo.
Su trilogía Sapiens: De animales a dioses, Homo Deus: Breve historia del mañana y 21 lecciones para el siglo XXI se ha convertido en el pilar de un nuevo movimiento conocido como Sapienship. Su principal meta es aclarar la conversación global, centrar la atención en los retos más importantes y apoyar la búsqueda de soluciones.
Una misión que cobra aún más importancia dada la pandemia del coronavirus todavía en curso. Para ello ha decidido adaptar una de sus obras clave, Sapiens, como una novela gráfica. “Uno de mis principales objetivos es llevar información científica precisa a la mayor audiencia posible”, confiesa a este periódico. De esta forma, Harari considera que este formato permitirá llegar a la gente que no puede leer un libro académico como Sapiens. “Como estamos viendo durante esta pandemia, si no haces un esfuerzo para llevar la ciencia a todos dejas el terreno libre para campañas de desinformación y teorías de conspiración”, aclara.
¿Qué es lo que más le preocupa de cómo el mundo está cambiando durante la pandemia?
Lo que más me preocupa es la total falta de liderazgo político mundial. La batalla contra el Covid-19 ha sido todo un triunfo de la ciencia que ha tenido que aguantar un desastre político enorme. Científicos de todo el globo han cooperado para identificar el nuevo virus, contener su propagación y desarrollar una vacuna. Gracias a este esfuerzo científico conjunto, la humanidad cuenta con mejores herramientas para combatir la pandemia como nunca antes en la historia. Sin embargo, los políticos no han sabido aprovechar estas herramientas. Nos encontramos un año después desde el inicio de la pandemia y aún no hemos sido capaces de encontrar un liderazgo global, un plan mundial para detener el virus o un proyecto conjunto para enfrentarnos a la crisis económica. Esta brecha entre el poder científico de nuestra especie y nuestra incompetencia política es muy preocupante. La lucha contra el coronavirus debería haber sido un proyecto político directo desde el principio. Cualquiera entiende que, si el virus sigue desarrollándose y propagándose, aunque sea en un solo país, ningún país está a salvo. Pero aun así no hemos sido capaces de trabajar juntos de forma eficaz. ¿Qué le va a pasar a la humanidad cuando nos enfrentemos a amenazas más complejas como un colapso ecológico o el auge de la inteligencia artificial?
¿Qué debería inquietarnos sobre la forma en que los gobiernos han respondido a esta crisis?
Muchos líderes de todo el mundo en este momento están cometiendo un error fundamental. Están actuando como si hubiera una contradicción entre la lealtad nacional y la cooperación mundial. Pero ese no es el caso. El nacionalismo no significa odiar a los extranjeros. Nacionalismo significa amar a tus compatriotas. Y hay muchas situaciones, como una pandemia, en las que la mejor manera de proteger la salud y la seguridad de tus paisanos es cooperando con los extranjeros. En estas situaciones, para ser un buen nacionalista también debes ser un globalista. Los humanos son mucho más fuertes que cualquier virus, pero solo si cooperan eficazmente. Solo basta con mirar la investigación científica. Muchos de los documentos clave sobre el coronavirus fueron coescritos por investigadores que trabajan en diferentes laboratorios y universidades de todo el mundo. Imagine si todos estos científicos tuvieran que trabajar únicamente con científicos de su propia nacionalidad. Nunca habríamos adquirido los conocimientos necesarios para superar este virus. Nuestros políticos deberían cooperar de la misma manera que los científicos. Diferentes países experimentan con diferentes estrategias de confinamiento y políticas económicas. En lugar de que cada país repita los mismos errores, si los países comparten información fiable, pueden aprender unos de otros. Cuando el Gobierno de España contempla políticas de confinamiento y cierre, debería observar y aprender de la experiencia y el consejo del Gobierno de Corea o Grecia. Necesitamos un plan global para combatir el virus y asegurarnos de que cualesquiera que sean las medicinas y vacunas que desarrollemos se distribuyan por igual entre todos los miembros de la humanidad. Sería terrible que algunos países entraran en una carrera armamentística de vacunas y trataran de monopolizarlas o de utilizarlas para obtener influencia política sobre otros. También necesitamos un proyecto mundial para hacer frente a la crisis económica derivada de la epidemia y prestar asistencia de emergencia a los países que la necesiten. De lo contrario, podríamos ver cómo se derrumban las economías nacionales. Esto podría desencadenar olas de violencia y migración que desestabilizarían el mundo entero. Lo mejor para todos es evitar que esto suceda.
¿Obligará esta pandemia a reajustar el concepto de capitalismo y democracia en el siglo XXI?
La idea principal del capitalismo es que el crecimiento económico es lo más importante del mundo. Esta creencia es ahora compartida por casi todos los países. No importa si sus gobiernos se llaman a sí mismos progresistas o conservadores o si sus habitantes son en su mayoría cristianos o musulmanes: su principal objetivo es el crecimiento económico. Incluso China, un país comunista autodeclarado, cree en el crecimiento económico mucho más que en la igualdad social. Incluso con la pandemia, este concepto no muestra ningún signo de desaparecer pronto. La democracia también puede ser muy resistente. Una razón de ello es que, si un líder elegido comete un error hay otras personas o instituciones con poder -incluida la prensa libre- que pueden exponer el error e impulsar un curso de acción alternativo. Las democracias liberales son flexibles en este sentido. Tienen la capacidad de ajustar sus políticas y cambiar de rumbo. En una sociedad más autocrática, los líderes tienden a suprimir las noticias de sus errores o bien a culpar a los enemigos y traidores. Esto solo maximiza el error en lugar de arreglarlo. El principal desafío tanto para el capitalismo como para la democracia liberal proviene del hecho de que los gobiernos y las empresas están acumulando cantidades sin precedentes de poder de computación, datos personales y conocimiento biológico. Esto creará una situación en la que los algoritmos conocen a la gente mejor que nosotros mismos. Quienquiera que posea estos algoritmos tendrá el poder de manipular a los seres humanos y este poder podría allanar el camino para dictaduras digitales peores que cualquier cosa que se haya visto en el siglo XX.
¿El futuro orden mundial se basará en una nueva Guerra Fría entre Occidente y China o en la cooperación entre esas dos fuerzas?
Dado que la crisis está acelerando el proceso de digitalización y que Estados Unidos y China son las superpotencias digitales del mundo, preveo que ambos se van a beneficiar económicamente del orden mundial después de la pandemia. Mucho depende del desarrollo de la carrera armamentista digital. Ya estamos en medio de una carrera global para controlar la infraestructura digital como el 5G y una carrera igualmente importante para controlar los flujos de datos globales. Aquellos que ganen la carrera armamentista digital gobernarán el mundo. Estamos entrando en una nueva era colonial. La era del colonialismo de datos. Para dominar un país, ya no es necesario enviar tanques. Solo tienes que obtener sus datos. Imagine la situación dentro de 20 años, cuando alguien en Pekín o San Francisco tenga todos los datos personales de cada político, alcalde, periodista y juez del país. Cada enfermedad que han tenido, cada encuentro sexual, cada broma que han contado, cada soborno que han aceptado. ¿Seguiría siendo un país independiente, o sería una colonia de datos? Mi esperanza es ver una UE fuerte que actúe como una potencia equilibradora mundial que medie en las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China y que controle los excesos imperiales de ambos. Si ambos se enfrentan, no hay nada que un solo país como España pueda hacer al respecto. Sin embargo, si los países europeos actúan al unísono pueden desafiar la supremacía de Estados Unidos y China en la inteligencia artificial y otras tecnologías clave.
¿Por qué adaptar ‘Sapiens’ para convertirlo en una novela gráfica? ¿Nos estamos convirtiendo en una sociedad en la que la capacidad de atención es más limitada y dependiente visualmente (debido a las redes sociales, la publicidad…)?
Uno de mis principales objetivos es llevar información científica precisa a la mayor audiencia posible. La novela gráfica es una forma de llegar a la gente que no puede leer un libro académico como Sapiens. Sin embargo, no veo la novela gráfica como un formato menos complejo. Es un experimento intelectual y artístico con diferentes formas de contar la historia. En un capítulo describimos la forma en que los humanos exterminaron a otros animales como si fuera un misterio de asesinato. Inventamos al detective ficticio López, que viaja por todo el mundo tratando de atrapar a los peores asesinos en serie de todos los tiempos. En otro capítulo describimos la evolución humana como un reality show de televisión, con diferentes especies compitiendo por la supervivencia. Un tercer capítulo es como una película de acción de superhéroes. Inventamos el superhéroe Dr. Ficción, que personifica el superpoder humano para inventar y creer todo tipo de mitologías. Pero aún estamos trabajando muy duro para asegurarnos de que todos los hechos históricos sean exactos. En todo caso, hacer la novela gráfica requería investigar aún más. Esto es porque mientras que las palabras pueden ser abstractas, las imágenes son siempre concretas.
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