Solos contra todos
Buenos Aires, 08 de enero de 2021
A mi querida madre, Rivka Pienezanska:
Apenas te he conocido. Mis recuerdos acerca de tí son tan difusos, que se mezclan entre la realidad y la imaginación.
En algunos sueños, han subido a mi mente, las estrofas de aquellas canciones que me cantabas durante mis primeros meses de vida; cuando estábamos escondidos en el sótano de aquella casa en Kovno (Kaunas).
Hago fuerza para ver tu rostro y me desespero. Lo intentó pero no puedo. Luego trató de comprender tus cánticos, pero mi idish es muy precario y no logro descifrarlos. Enseguida, la melodía apacible es interrumpida por estruendos de disparos, gritos y desesperación.
Tu presencia se desvanece en medio de la humareda que llenaba el lugar. De repente un silencio ensordecedor y una densa oscuridad lo ha colmado todo.
Al cabo de unos minutos me encuentro llorando y abandonada. A tientas empiezo a buscarte y a gritar: ¡Mamele, Mamele! Hasta que alguien bruscamente me rescata del pasado en Lituania y me trae al presente en Argentina. En algunas ocasiones me han encontrado buscándote entre dormida, por la calle.
Hoy con setenta y ocho años a cuestas, me he dado cuenta que una parte de mi alma quedó atrapada en ese sótano y siempre está regresando. No lo puedo evitar, necesito encontrarte. Es desesperante no poder hallarte, ni tener donde llorarte.
Sin embargo, una duda me carcome, es pensar ¿Y si has sobrevivido? ¿Y si aún con “noventitantos” años, estás en alguna parte de este mundo?
Te he buscado por todas partes: Europa, Latinoamérica, Estados Unidos e Israel. He revisado listas y más listas. Interminables listas, pero tú nunca aparecías.
Entre tanta muerte y devastación, has desafiado la prohibición y arriesgaste todo por tenerme. Tal vez pensando que ese mal pronto pasaría, o como un grito silencioso de rebeldía ante el tirano que oprimía.
Papá siempre ha dicho que la valentía y la decisión final, a ti correspondía. Que lo que hubieras decidido él entendería y apoyaría. Aunque fue humilde y nunca se atribuyo ningún gesto heroico, para mi lo fue, ambos lo fueron, vencieron al enemigo que nos perseguía, decidiendo lo que ustedes querían; sin importar que esos esbirros ni un derecho nos concedían.
Nuevamente tu acertada intuición me volvió a dar vida, en el momento en que los nazis encontraron nuestro refugio, y me dejaste escondida dentro de ese sótano sombrío para, que papá me encontrase al regresar.
Tampoco era seguro su regreso, pues había salido junto a otros a buscar algo de comida por los alrededores; y la mayoría que salía, no volvía.
La barbarie nazi nos ha separado muy pronto, casi no hemos podido disfrutarnos. Tenías tan solo veinte años. La edad de mi nieta mayor, tu bisnieta. Toda mi vida te he extrañado y esperado, tu lugar en nuestras vida siempre ha estado reservado.
Papá te ha esperado por largos años, le costó mucho volver a creer en el amor. Casi que fue empujado por sus amigos a volver a empezar. Siempre te ha añorado y en todo momento te ha recordado.
Por lo que me ha contado, su aventura romántica fue fugaz y por apenas días su amor alcanzó un bienio. Tiempo suficiente para que haya quedado una huella eterna en el corazón de papi.
Él se ha ocupado siempre de mí, estuvo en todos los detalles, fue papá y mamá al mismo tiempo.
Nuestro mundo se redujo a él y yo. No contábamos con nadie de la familia, no sabíamos que había sido de ellos. Estábamos solos. Solos contra todos.
Una mañana todo cambió. Un golpe de suerte -según él, aunque yo prefiero creer que el Eterno se apiadó de nosotros-. Sucedió que mientras vagábamos sin destino en busca de algo que comer, y al mismo tiempo nos ocultábamos de todo, y de todos, fuimos rescatados por un vecino de la infancia de papá.
En un principio su familia se opuso, y nos quisieron dejar en la calle. Hasta hablaron de delatarnos para que nos fuéramos; pero se enternecieron con mi llanto pavoroso de hambre, y así nos permitieron quedarnos. Con el tiempo el cariño fue mutuo con nuestros salvadores, y aún hoy mantengo una profunda amistad con los descendientes. Hasta el día que Kovno (Kaunas) fue liberada, permanecimos ocultos allí. Luego, te buscamos por todas partes, hasta que papi se decidió a aceptar la llamada de su hermana desde Argentina, y nos vinimos aquí, en 1949.
Te escribo y lloro. La hoja se humedece con mis lágrimas, pero cada gota derramada me libera de la bronca y la congoja. Una carta al cielo me dijeron, lo imaginé y me reí, más luego pensé y comprendí que es una forma de poner en palabras un sin fin de sentimientos.
Poder hablarte, es poder mimarte y también recuperarte por lo menos durante un instante.
Además es reecontrarme como mi niña interior, la que tuvo que crecer de golpe y hacerse adulta antes de tiempo.
Tu recuerdo me da fuerza. Valiente mujer que decidió acertadamente sobre cuestiones de vida o muerte, en un mundo sin esperanza con la tragedia como acechanza.
Cuando flaqueo, y ya no creo, a tu ejemplo me aferro y a partir de allí despego.
En mi patria adoptiva, hemos hecho una gran prole: papá tuvo otros hijos; yo me casé, tuve 3 hijos, y por ahora 5 nietos.
En otro momento te contaré mas detalles sobre mi familia, pero ahora estoy en rol de hija, me siento una niña y solo yo quiero disfrutar de tu compañía.
A veces pienso que consejo me darías cuando me involucro emocionalmente en las cuestiones políticas argentinas. Sufro con el derrotero que la lleva rumbo a puerto incierto, entre tanto la democracia y la demagogia se debaten por manejar los destinos de la Nación. Entre su disputa, se encuentra la Justicia, quien con sus virtudes y defectos es el equilibrio de poder que arbitra entre ambos contendientes. Sin embargo, las esquirlas del enfrentamiento han herido su legitimidad, y si no reacciona a tiempo puede ser demasiado tarde.
En el medio de la batalla, nos encontramos nosotros: los judíos argentinos, quienes por décadas hemos buscado justicia y nos fue esquiva. Tanto hemos sufrido en el pogrom de Buenos Aires, con los ataques de los nacionalistas, los crímenes durante la dictadura militar, los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, el asesinato del Fiscal Nisman, entre tantos hechos.
¿Argentina, yo? Si, una argentina que nació en Lituania, pero su tierra ancestral es en Eretz Israel. Tantos países, y años de historia, requieren de un poco de explicación para quien no conoce la historia de nuestro pueblo.
Nuevamente nos han vuelto a extranjerizar. Un diputado de la Nación nos trató de errantes sin patria. Aparentemente no conoce nuestra historia, pero sí los mitos antisemitas de antaño. ¡Vaya casualidad… o causalidad! Me cuesta entender sin indignarme, como cualquiera siendo ignorante, logra llegar a un lugar tan importante.
Por momentos siento que estamos solos contra todos. Es parte de nuestra historia, hemos sobrevivido al Faraón, a los griegos, a los romanos, al Zar y tantos otros que nos han querido borrar de la faz de la tierra.
Al tener tu ejemplo de valor y coraje, no puedo amargarme, ni amilanarme, sino más bien empoderarme y luchar hasta ver Justicia.
Al escribirte, me invaden los recuerdos. Es como estar soñando despierta, incluso comienzo a percibir olores y aromas que nunca había experimentado. Me dejó llevar y trató de recordar, aunque ya no queda a quién preguntar.
Mi adorada madre prometo escribir más seguido y por más que parezca una locura, guardo una pequeña luz de esperanza, de que tal vez estés en alguna parte, y esta carta logré encontrarte.
Te quiere y extraña, tu hija Rosa Kalesninsky
Historia ficcionada.
Por Ruben Budzvicky
Ilustración: Sabrina Fauez
Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai
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