La difusión del antisemitismo francés en el mundo árabe
Desde comienzos del siglo XIX se fue instalando en sectores de la intelectualidad y la política francesa la necesidad de convertir al judío en un enemigo de Francia, de Europa y de la humanidad. Estos pensamientos alcanzaron sus máxima expresion con la aparción del libro La France Juive (La Francia Judía) de Édouard Drumont en 1886, y la creación de la Liga Antisemita de Francia en 1889, sin omitir el Affaire Dreyfus a partir de 1894.
Durante esa centuria se multiplicaron resonantes casos antisemitas, no solo en el territorio galo, sino también en las colonias francesas, en especial en el mundo árabe del Medio Oriente,
Uno de los casos más renombrados comenzó la noche del 5 de febrero de 1840, cuando un monje misionero capuchino francés conocido como el padre Thomas y su criado musulmán Ibrahim Amara, desaparecieron en la ciudad de Damasco, Siria, sin dejar rastro. El hecho sucedió después que el monje había colocado un aviso comercial en el barrio judío. Al cabo de unos días, los compañeros capuchinos de Thomas difundieron el rumor que los judíos lo habían asesinado para obtener su sangre para preparar las matzot (pan ázimo) para la próxima fiesta de Pesaj (Pascua judía).
En Siria y Líbano existían comunidades cristianas francesas que traían consigo la cultura del antisemitismo y que eran difundidas en el mundo árabe. El asesinato ritual era una de las acusaciones más frecuentes para atacar a las comunidades judías, dramáticos sucesos se registraron en: Alepo en 1810, Beirut en 1824, Antioquía en 1826, Hama en 1829, Trípoli en 1834 y en Jerusalén en 1838. Por lo que la sociedad árabe estaba acostumbrada a este tipo de denuncias y participaba en la difusión del estigma sobre el ‘antiguo culto a la sangre’ de los judíos.
En el plano geopolítico, la presencia francesa en Siria era central, desde 1840 Damasco fue ocupada por el gobernante egipcio Muhammad Ali, un aliado de Francia, que luchaba contra el sultán turco quien era apoyado por Gran Bretaña y Austria. Eran tiempos de la decadencia del Imperio otomano, y muchos países europeos vieron la oportunidad de ampliar su presencia e influencia en la región al respaldar a una u otra parte. Mientras Francia respaldaba a Muhammad Ali, Gran Bretaña y Austria apoyaban a los otomanos.
La desaparición del Padre causó una gran conmoción, si bien Thomas era un conocido misionero francés, se sabía que estaba involucrado en negocios dudosos y turbios, pero esto no impidió que las comunidades cristianas francesas de la ciudad salieran con semejante acusación.
Prestamente, el cónsul francés en Damasco, Ratti Menton, inició una enérgica investigación contra los dignatarios de la comunidad judía. Aunque resulte increíble, la investigación se basó en la acusación de que los judíos necesitaban sangre cristiana. El primer ministro de Francia, Adolf Tiro, apoyó abiertamente a su representante en Damasco, y en una conversación con James Meir Rothschild le dijo: ‘Si los judíos en la Edad Media participaron en asesinatos rituales, ¿por qué los judíos oscuros de Damasco no deberían hacer lo mismo hoy?’
Con semejante apoyo, el gobernador egipcio de Siria, Pasha de Sherif, envió sus condolencias al gobierno francés, y Muhammad Alí permitió que las acusaciones tomaran fuerza. Se ordenó la detención de trece miembros notables de la comunidad judía de Damasco bajo la acusación de asesinar al monje cristiano para los propósitos rituales.
La difamación antijudía dio rienda suelta al odio antisemita, los acusados fueron encarcelados, ferozmente torturados, mientras la población atacaba la sinagoga del barrio de Jobar, saqueándola y destruyendo los rollos de la Torá.
El principal sospechoso resultó ser un barbero judío llamado Shlomo Halek (de unos 20 años), se lo acusó porque el anuncio que el monje colgó en la puerta de la sinagoga fue encontrado en la pared de su barbería. Bajo tortura fue obligado a declararse culpable, y los dignatarios de la comunidad arrestados como complices fueron sangrientamente torturados, algunos confesaron y cuatro murieron en cautiverio.
Francia estuvo directamente implicada en las investigaciones y supervisó el interrogatorio de un judío tras otro. Cuando los judíos se negaban a hablar, los franceses se los entregaban a los sirios, quienes los torturaban hasta que les dijeran a las autoridades lo que querían escuchar.
La situación se agravó el 28 de febrero, ese día se encontraron unos huesos en una zanja en el barrio judío. Aparentemente eran los huesos del padre Thomas, que al ser declarados como tales, fueron enterrados en una ceremonia solemne. Pero estos huesos eran muy pequeños y no podían ser huesos humanos, es posible que hayan sido trasplantados allí, sin embargo, el descubrimiento alcanzó para realizar una gran manifestación de condena antijudía.
Pero las cosas no terminaron allí, las autoridades sirias comenzaron a buscar ‘la sangre almacenada por los judíos’. Sesenta y tres niños de entre 3 y 10 años fueron secuestrados y torturados para obtener una confesión de sus padres. El alcance del ultraje alcanzó dimensiones desconocidas. Hombres de negocios y diplomáticos europeos en Damasco apoyaban al cónsul francés en sus acusaciones sobre el crimen, hasta el cónsul americano en Beirut le envió una misiva a su Secretario de Estado, diciendo: El más bárbaro secreto del que se sospechaba sobre la comunidad judía al fin salió a la luz. Lo que sus manos hacen con la sangre cristiana para fabricar las matzot dejó de ser un secreto después de 1840 años.
El hecho provocó la circulación de ‘libelos de sangre’ por distintos lugares, lo que llevó a muchas personalidades interceder para frenar la difusión de los libelos y salvar a los rehenes. El dirigente y benefactor Sir Moshé Montefiore viajó a Constantinopla y logró persuadir al Sultán Abdulmecid para detener la difusión del sangriento libelo en todo el Imperio otomano.
El poeta alemán, el judío converso Heinrich Heine, exiliado en París, hizo oír su voz de protesta. El ministro británico Lord Palmerston, encabezó una delegación que se presentó ante el gobernador sirio a exigir el fin de las agresiones y la liberación de los acusados. La comunidad judía estadounidense organizó mitines políticos de protesta en seis ciudades americanas en nombre de sus hermanos sirios. El ministro de Relaciones Exteriores de EEUU, John Forsyth envió un urgente pedido para poner fin a las torturas.
El asunto de Damasco fue difundido ampliamente por la prensa judía, Les archives Israélites en París y El Jewish Chronicle en Londres, se ocuparon intensamente en denunciar el ultraje. Una delegación de judíos franceses encabezada por Adolf Carmiya demostró la mentira al gobernante Muhammad Ali, y le exigió que interviniera personalmente.
Finalmente, con la ayuda del cónsul de Austria, la familia Rothschild pudo hacerse con los documentos que testimoniaban la falsedad de la acusación y los distribuyó en la prensa internacional.
Por el escándalo producido en la opinión pública mundial, el gobierno francés presionó a Muhammad Alí para la liberación incondicional y el reconocimiento de la inocencia de los prisioneros que aún quedaban con vida. El gobernador egipcio así lo hizo.
Como dato anecdótico, es interesante mencionar que veinte años después de los acontecimientos, en octubre de 1860, el periódico Hameilitz publicó en Rusia una noticia, sin tener la certeza de la fuente, según la cual el monje Thomas estaba vivo y escondido elaborando vinos y champagne, y los jesuitas eran quienes lo sostenían económicamente con la condición que se mantenga oculto y que el mundo lo considere muerto…
*Yehuda Krell es profesor de Historia Judía graduado en el Instituto Superior de Ciencias Judaicas, Bs. As., y profesor en Educación Judía con especialización en Historia Judía para niveles Medio y Terciario del Ministerio de Educación de la Argentina. Realizó estudios de posgrado en Israel.
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