La odisea de los ‘Niños de Teherán’
El 18 de febrero de 1943 llegaron a Israel los llamados Niños de Teherán, un grupo de jóvenes que huían de la Shoá y que fueron trasladados de Polonia a Teherán, Irán, y luego enviados a Israel.
Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial estos niños judíos polacos habían huído con sus familias de sus hogares hacia las regiones del este de Polonia, que fueron capturadas por el Ejército Rojo el 19 de septiembre de 1939 con la partición polaca por el Pacto Ribbentrop-Molotov. Algunos de los refugiados fueron enviados por los soviéticos aún más al este, hacia la propia Unión Soviética y Siberia, situación que se agravó aún más, en estos territorios, con la invasión de la Alemania nazi a la Unión Soviética a partir del 22 de junio de 1941, con el inicio de la Operación Barbarrosa.
En 1942, con la creación del ejército polaco en suelo soviético bajo el mando del general Wladyslaw Anders, conocido como el ‘Ejército de Anders’, miles de refugiados, incluidos los niños, fueron incorporados a esta unidad. Cuando el ejército de Anders llegó a Irán, controlado por los británicos, la Agencia Judía en Teherán instaló un campamento para los niños del grupo llamado ‘Hogar de Niños Judíos’, que albergó a 719 jóvenes.
El trajín de los niños fue durísimo, durante el largo periplo sufríeron escasez de alimentos y todo tipo de privaciones. En enero de 1943, después arduas gestiones, la Agencia Judía obtuvo los certificados de inmigración de las autoridades británicas y organizó el viaje de los jóvenes a Israel. La mayoría de ellos llegaron vía Jordania, otros viajaron por mar desde Karachi (entonces en la India británica) a Port Said en Egipto y desde allí en tren a la estación de Atlit, a la que arribaron en víspera de la fiesta de Purim.
El periódico Hatzofé escribió en un titular: ‘Y los niños regresaron a sus fronteras’. El convoy trajo a 1.228 personas en 12 vagones. Se organizó una recepción festiva para ellos en la estación de tren, jóvenes sabras los recibieron con banderas e inscripciones, y con carros llenos de todo tipo de golosinas, frutas y manjares. El periódico narra que cuando el tren se acercaba al andén, la multitud estalló en grandes aplausos y recibió a los niños cantando el Hatikva.
Los testimonios de los jóvenes son sobrecogedores, la mayoría de los niños de Teherán eran huérfanos. Algunos tenían padres que se quedaron en la Unión Soviética, habían entregado a sus hijos a monasterios y orfanatos polacos para salvarlos y de allí llegaron a Irán.
La crónica periodística relata que muchos de los jóvenes arribados se hallaban desolados por el dolor y la muerte, delgados y escasamente vestidos. No podían creer los que sus ojos veían, los recibían judíos en la Tierra de Israel. Una niña de 13 años lloraba desconsoladamente, al preguntarsele el motivo, contó que añoraba a sus padres, intentaron consolarla diciéndole que ellos estarán contentos ya que ella estaba viva y en Israel, a lo que respondió que no era posible porque los había enterrado con sus propias manos.
La llegada de los niños de Teherán provocó un acalorado debate entre sectores religiosos y seculares del yshuv sobre su absorción, en especial en lo referente a la educación que debían recibir los niños. Los líderes religiosos, incluido el Gran Rabino de Israel, exigieron que todos los niños judíos sin padres fueran enviados a un entorno educativo religioso. Por el contrario, los dirigentes laicos exigieron que los niños fueran trasladados a entornos seculares, y en particular a los kibutzim, aduciendo las mejores condiciones de vida que había allí.
Henrietta Szold, a cargo de Aliat Hanoar, decidió que los niños mayores de 14 años eligieran el marco, ellos mismos, en el cual querían vivir, y los niños menores de 14 años serían interrogados para ver si habían crecido en el seno de familias religiosas en Polonia, para decidir luego su destino.
Con el paso de los años, muchos de los niños de Teherán se hicieron soldados y lucharon en la Guerra de la Independencia de Israel, varios de ellos murieron en combate en actos de heroísmo.
*Yehuda Krell es profesor de Historia Judía graduado en el Instituto Superior de Ciencias Judaicas, Bs. As., y profesor en Educación Judía con especialización en Historia Judía para niveles Medio y Terciario del Ministerio de Educación de la Argentina. Realizó estudios de posgrado en Israel.
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