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Razones que llevaron al régimen de Teherán a perpetrar el atentado a la embajada de Israel en Buenos Aires


Aquel mundo de los años 50, del siglo pasado, nos mostraba un escenario global muy diferente al actual, eran los inicios del conflicto entre los bloques Occidental y Oriental, la Guerra Fría signada por la Mutua Destrucción Asegurada o como decía el gran Raymond Aron, “el equilibrio del terror”, un equilibrio que se manifestaba o bien por alianzas y acuerdos, o por conflictos de baja y media intensidad, cuyos protagonistas eran los proxis de Washington o de Moscú, pero en ambos casos, lo que se jugaba geopolíticamente era el Poder Mundial.

En enero de 1953, llega a la Casa Blanca, uno de los referentes máximos del triunfo aliado en la 2ª. Guerra Mundial, Dwight Einsehower, que prosiguió en política exterior, la estrategia de Contención del Comunismo sin provocar una guerra con la URSS, pero si ordenó acciones encubiertas que permitieran obtener enclaves estratégicos que posibilitaran frenar la expansión de la influencia soviética, y entre éstas encontramos la denominada Operación Ajax, llevada a cabo junto con el Reino Unido, a través de la CIA y el MI6, cuyo objetivo fue el derrocamiento del 1er. ministro iraní Mohamed Mossadegh, quién intentó nacionalizar el petróleo, por lo cual la señalada operación tenía tanto el objetivo de salvaguardar los intereses económicos e inversiones propias en ese sector, como también contar con un Estado Llave en aquella región del mundo, que adquiría una importancia geopolítica por su frontera con la URSS, incluido el litoral sur del Mar Caspio y la puerta del Golfo Pérsico, salida hasta hoy del crudo hacia el mundo.

Como resultado de la operación Ajax, Irán quedó bajo el poder del Sha Mohamed Reza Pahlevi, con el respaldo de los EE.UU. y las potencias occidentales, que más allá de seguir con las inversiones en el campo petrolero, Washington propició el programa nuclear iraní con fines pacíficos, que se enmarcaba en las políticas de Teherán para modernizar al país, pero con la Revolución Islamista de 1979, liderada por el ayatollah Khomeini y la instauración en marzo de ese año de la Teocracia iraní, el programa nuclear será suspendido primero, y vuelto a dinamizarse a mediados de la década de los año 80 y con objetivos que transcienden los fines pacíficos y se corresponden con alcanzar capacidad nuclear militar.

Por su parte, la Argentina de 1953, transitaba la segunda presidencia de Juan Domingo Perón marcada por el autoritarismo y la persecución y encarcelamiento de los opositores en lo que era su política interior, y la intención de esgrimir su llamada Tercera Posición, en política exterior, es decir, adquirir una posición equidistante tanto de Washington como de Moscú, y que llevó a Perón a emprender un programa nuclear propio, que si bien desembocó en el fracaso o fraude del físico austriaco Ronald Richter y su proyecto de fusión nuclear en la isla Huemul, San Carlos de Bariloche, no fue un obstáculo para la creación ya en 1950 de la Comisión Nacional de Energía Atómica, que ya sin Perón en el poder, materializará la construcción de la Central Nuclear Atucha I entre 1968 y 1974, para proseguir entre este último año y 1983 con la construcción de la Central Nuclear Embalse, Córdoba, como así también con Atucha II y el desarrollo de enriquecimiento de Uranio, pero para 1990, el entonces presidente Carlos Menem suspende el programa nuclear, el que se volverá a activar recién en el 2006 durante la presidencia de Nestor Kirchner.

Ahora bien, cuando en 1973 llega al gobierno de Argentina el peronismo, con la fórmula Cámpora-Solano Lima, siete científicos argentinos que eran parte de la CONAEA, son declarados prescindibles y son contratados por el régimen del Sha Reza Pahlevi para colaborar con el programa nuclear iraní con usos pacíficos, constituyendo este evento el antecedente de los vínculos, aunque no gubernamentales, entre Argentina e Irán.

Hasta acá, he tratado de exponer un cuadro de situación de la cuestión nuclear para la República Islámica de Irán y la Argentina, y que de esta forma me sirva para desarrollar una hipótesis de porque el 17 de marzo de 1992, la embajada del Estado de Israel en Buenos Aires, fue el objetivo del terrorismo islamista radical shiita, planificado y ordenado por Irán y ejecutado por su Proxy, la organización terrorista libanesa Hezbollah.

Durante la guerra de 1980 a 1988 entre Irak e Irán, las fuerzas iraquíes lograron destruir las instalaciones nucleares de producción de energía iraníes, Bushehr I y II, por lo que el régimen de Teherán puso su atención en la Argentina, para la reconstrucción de las mencionadas plantas, habida cuenta que nuestro país cuenta con una empresa estatal para la construcción de centrales nucleares, INVAP, pero las conversaciones entabladas en ese sentido no llegaron a un acuerdo, si en la cooperación argentina en la producción de material nuclear, Uranio.

De esta manera, en 1988 se firmaron dos acuerdos, uno para la construcción de una planta de purificación y conversión de Uranio, por aproximadamente u$s.10 millones, y el segundo por u$s. 15 millones para construir una instalación para fabricar el combustible para reactores nucleares.

Previo a la firma de estos dos acuerdos, la OIEA, solicitó a la Argentina que reconformara el reactor dependiente de la Universidad de Teherán que utilizaba Uranio altamente enriquecido, que permitía el uso potencial de dicho material nuclear para fines militares, de forma tal que se redujera el enriquecimiento al 20%, lo que se materializó en 1987, y que constituyó la única actividad concretada entre ambos países en el marco de cooperación nuclear.

Así la situación, los EE.UU., que en épocas del Sha había construido el reactor de la Universidad de Teherán, ahora, junto a otras potencias occidentales, llevaron a cabo las medidas diplomáticas para presionar al entonces gobierno del presidente Menem a dejar sin efecto los Acuerdos firmados en 1988, lo que llevó al gobierno argentino a suspender la efectivización de los mismos, cuando el primer embarque de material sensible estaba listo para ser enviado en 1991, lo que llevó a la teocracia iraní a iniciar una demanda internacional por el incumplimiento unilateral de los ya mencionados acuerdos, exigiendo una suma millonaria de dólares, que finalmente, en 1996 se saldó con el pago de u$s.5 millones por parte de Argentina.

Si se profundiza el tema de la firma de los Acuerdos de 1988, nos encontramos que para principios de 1990, el entonces Secretario para Asuntos Especiales de la Cancillería Argentina, Alfredo Karim Yoma, había iniciado conversaciones con quién era presidente de Irán, Alí Rafsanjani, que involucraban la transferencia de material nuclear sensible y la provisión de un par de reactores para la central de Bushehr, lo que contrarió al entonces canciller argentino, Domingo Cavallo, que contó también con el dictamen negativo de la Dirección de Asuntos Internacionales y Nucleares del Palacio San Martín, todo lo cual terminó con la renuncia en Julio de ese mismo año de Karim Yoma.

Lo señalado, guardaría relación con un Informe de quien en ese momento era Director de la CIA, Robert Gates, donde se señalaba que tanto la Argentina, como Brasil y Pakistán, eran los principales actores estatales que estaban en condiciones de suministrar o suministraban tecnología para enriquecimiento de Uranio a la República Islámica de Irán, algo que era motivo de seguimiento y preocupación tanto para los EE.UU. como para Israel, más teniéndose en cuenta que Argentina, desde 1970 se había resistido a firmar el Acuerdo de No Proliferación de Armas Nucleares, algo que recién hizo en 1995.

Lo cierto es, que a 29 años del atentado a la embajada del Estado de Israel en Buenos Aires, Argentina, hay algunas cosas que al menos para mi están claras, veamos:

La hipótesis que las razones que llevaron al régimen de Teherán a perpetrar el atentado a la sede la embajada de Israel en Buenos Aires, fue el incumplimiento de los Acuerdos de cooperación nuclear, pues el programa en ese campo retomado por Irán tras la Revolución de 1979, tiene como objetivos, primero los fines pacíficos, pero segundo y el más importante, el acceder a poseer de un arsenal nuclear que le permita llevar a cabo su visión hegemónica en Oriente Medio y equipararse a Israel en el plano armamentístico ante la eventualidad de un conflicto armado, de ahí, que la suspensión e incumplimiento de los Acuerdos de 1988 representaron un duro retroceso en la carrera nuclear militar.
¿Por qué la Argentina y el objetivo elegido?, pues bien, por el citado informe de la CIA, nuestro país junto al Brasil y a Pakistán eran los tres países que estaban en condiciones de suministrar o suministraban tecnología de punta en el campo nuclear a Irán, en el caso de Brasil sería un objetivo descartado por tener una ruta financiera importante para las actividades de la organización terrorista Hezbollah, desde la Triple Frontera a Sao Paulo y de allí los giros a Beirut, y en cuanto a Pakistán, es un país musulmán con un casi 20% de shiitas, además con un relevante arsenal nuclear, con bolsones islamistas radicales anti-occidentales, y con relaciones con Corea del Norte en cuanto al programa militar nuclear de este país, por lo cual, de los tres países mencionados en el citado Informe, Argentina fue el seleccionado y en cuanto al objetivo elegido, la sede de la embajada de Israel, Israel es en la visión estratégica iraní el enemigo a destruir en el proyecto geopolítico mencionado en el punto anterior
Hezbollah el autor material del atentado, como brazo terrorista armado del régimen de Teherán más allá de Oriente Medio, una conclusión a la que arribaron, en los EE.UU. la jueza federal Ellen Segal Huvelle, en el 2008, quien condenó a la República Islámica de Irán a indemnizar a las víctimas del atentado y determinó que el mismo fue llevado a cabo por la organización terrorista libanesa Hezbollah con el apoyo de Irán, mientras que las investigaciones llevadas a cabo por el Mossad cuyos resultados no se han hecho público, pero que arribarían a las mismas conclusiones, sumado a que en el 2010 el ex embajador de Israel en la Argentina, Daniel Gazit, afirmó que los autores ya habían sido eliminados, y finalmente la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quién interviene por aplicación de los artículos 116 y 117 de la Constitución Nacional, en una acordada de 1999, estableció la responsabilidad penal de Hezbollah, determinándose que se utilizó un rodado Pick Up Ford F100 con explosivos, y dictó la Captura Internacional del ciudadano libanés Imad Muniyeh, a cargo de las operaciones especiales en el exterior de la mencionada organización terrorista, quién luego también fue responsable de las acciones que dos años más tardes, el 18 de Julio de 1994, tuvieran como blanco el edificio de la AMIA, en Buenos Aires.
Que este tipo de atentados terroristas deben ser investigados a través de la cooperación internacional, donde muchas veces las informaciones obtenidas se originan y se basan en tareas de inteligencia y contrainteligencia, propias de las Agencias especializadas en ese campo, informes que son de difícil plexo probatorio sino se tienen los instrumentos jurídicos adecuados a la investigación del Terrorismo Internacional, y que en relación al ordenamiento legal argentino esto no haya posibilitado la elevación a juicio de la causa, pero no diluyen en nada la autoría, tanto material como intelectual de Hezbollah e Irán.

Ya en mis conclusiones de la columna de hoy, primero debo rendir un sentido homenaje a las 22 vidas perdidas y mi irrestricto apoyo a las 242 víctimas restantes, segundo reconocer las deficiencias incurridas en la investigación y del que no puede escapar la responsabilidad del Poder Ejecutivo Nacional, tanto el contemporáneo al ataque como los sucesivos, como así también al Poder Legislativo que nos ha dado un régimen penal antiterrorista más que acotado, debido a presiones de ciertos sectores políticos y finalmente a una Justicia lenta y burocrática, y como reflexión me lleva a citar una frase del historiador Paul Johnson, que dijo:”…la democracia tiene muchos enemigos, y el terrorista es sólo uno de ellos…”.

*Luis Fuensalida es especialista en asuntos internacionales. Fue Comisario Inspector y Jefe de Departamento Interpol de la Policía Federal Argentina.

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