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Voria Stefanovsky, testimonio de la discriminación hacia el pueblo Romaní


Voria Stefanovsky, es una integrante del pueblo romaní (gitano) con una historia de vida marcada por la discriminación y la superación personal constante.

Voria cuenta que durante los primeros años de su niñez tuvo un estilo de vida nómade, trabajando para el circo internacional de su familia, haciendo de contorsionista, danzarina y payasa. Pero a los 10 años de edad, vio ese estilo de vida interrumpido, cuando en un pueblo fronterizo con Brasil en el que estaba instalado el circo, hubo una gran pelea que terminó con un asesinato, del cual fue acusado injustamente su abuelo. En medio de la investigación, además acusaron a su familia de habérsela robado a ella de sus “verdaderos padres” debido a que al ser rubia y tener tez clara no cumplía con los estereotipos de lo que la sociedad espera de una romaní.

Por ello, la policía la separó de su familia llevándosela a un orfanato católico donde sufriría de discriminación por parte de las monjas y de sus compañeros, pero tendría por primera vez acceso a la escolarización, aprendiendo rápidamente a leer y escribir. Cuenta, que “Para alejarme del bullyng de los otros chicos del lugar, que me trataban de gitana, que robaba me pasaba mucho tiempo en la biblioteca”, allí explica que leyó y aprendió mucho; por lo que concluyó que se aferraría a la educación, para conseguir una mejor situación de adulta.

Tras casi dos años de vivir en el orfanato, su familia consiguió que un hombre se hiciera pasar por su “verdadero padre”, se la llevara del orfanato y la devolviera a donde pertenecía. Pasó el tiempo, y Voria continuó con su educación de manera precaria en los lugares donde se instalaba temporariamente el circo.

Pero a los 15 años, la situación se volvió a transformar cuando, como marca la costumbre, fue obligada a casarse con un hombre romaní. Pasó un año, y la gente a su alrededor se comenzó a preguntar porque todavía no había tenido hijos, descubriendo que tomaba pastillas anticonceptivas; debido a que consideraba que de tener hijos no podría continuar con la educación que tanto anhelaba.

Esa situación la obligó a huir, consiguiendo refugio en la casa de una mujer mayor judía que la albearía al igual que otras familias judías en el tiempo siguiente. Durante los años posteriores, fue ayudada por personas en variados países de América Latina (Honduras, Uruguay, Brasil), consiguiendo terminar la secundaria.

Pero su educación no terminó allí, estudió periodismo, artes escénicas, y literatura, incluso consiguiendo una maestría y un doctorado sobre esta última disciplina. Actualmente, sigue estando relacionado con el ámbito académico, dictando el primer curso de posgrado de Cultura Gitana en América Latina en la Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Por otro lado, también es la directora del Observatorio de Mujeres Gitanas en Argentina.


Reflexionando sobre como la discriminación la marcó durante su vida, analiza que su impacto puede ser visto de dos lados: el negativo, relacionado a “los traumas que se te quedan para toda la vida”; y el positivo a través del “lado bueno a las cosas malas”, vinculado con la posibilidad que tiene ahora de transmitir y hacer algo con lo que le pasó.

Según Voria, la discriminación y estigmatización de los romaníes tiene que ver con un desconocimiento que tiene la sociedad sobre ellos: “Somos los conocidos más desconocidos de la historia… no hay quien no sepa de un gitano [pero]… el imaginario social de las sociedades está basado en el estereotipo”. Desarrolla que la gente “se basa en lo que escuchó decir, en las leyendas, en lo que leyó en la literatura, en cervantes”, aclarando que fue tal autor quien instauró en un primer momento la imagen de la gitana que roba niños que luego sería tomada por otros escritores, agregando que, “según un estudio de la DAIA, [los romaníes] somos el pueblo más detestado de Argentina”.

Asimismo, la entrevistada encuentra como problema que al día de hoy también los propios romaníes se apropiaron de la estigmatización de la sociedad: “Hoy faltaría deconstruir los estereotipos no solo en la población mayoritaria, sino también entre los gitanos… que interiorizaron ese estereotipo”, entendiendo que no deben estudiar y que les corresponde dedicarse a bailar, cantar y comerciar.

Por otro último, explica que hay una historia de cooperación en la comunidad. La misma, inició el 8 de abril de 1971 cuando “hubo por primera vez un Congreso Internacional Romaní”, en el que se definió una bandera, un himno y el termino Roma para unificar a la comunidad y terminar con el término “gitano” de connotaciones negativas; ese día se conmemora año a año como el Día Internacional del Pueblo Romaní. De igual modo, Voria lamenta que todavía hay divisiones internas producto de diferencias religiosas (principalmente entre evangélicos y no evangélicos), que se está intentando solventar.

Por TP/RJ
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