En el tablero de Oriente Medio, un Reino en jaque
La rivalidad entre el Reino de Arabia Saudita y la República Islámica de Irán durante siglos se ha debatido en el campo religioso desde la muerte de Mahoma y los posteriores asesinatos de Alí, yerno del profeta, y sus hijos Hussein y Hassan, lo que dio lugar al cisma religioso musulmán entre las ramas sunita y chiita, y hasta 1980 el Reino, cuna del Islam se veía así mismo como líder del mundo musulmán, sin embargo tras la revolución iraní en 1979 y el establecimiento de una teocracia chiita, Teherán desde entonces ha exportado ese modelo religioso político y se vale de sus proxis, y por lo tanto aquella rivalidad religiosa hoy constituye una confrontación geopolítica que no sólo involucra a los países de Oriente Medio sino también a actores estatales extra regionales.
En más de la última década, la situación se ha ido agravando cada vez más, en particular desde que en el 2003 con la caída del régimen de Saddam Hussein como consecuencia de la intervención estadounidense en Irak, desapareció el contrapeso que frenaba la influencia de Irán en un país donde la población sunita es minoritaria, menos del 40%, y luego con el mal llamado proceso Primavera Árabe en el 2015, aquellos levantamientos ocasionaron una inestabilidad en distintos países del MONA, donde tanto Riad como Teherán jugaron sus fichas para acrecentar sus influencias respectivamente, y que en el escenario de Oriente Medio, los ejemplos de Siria y Yemen son la mejor de esta pugna geopolítica.
En distintas columnas he abordado el accionar de Irán en la guerra civil siria, de la proyección estratégica iraní para consolidar la llamada Media Luna Chiita, que se extiende desde el golfo de Ormuz al Mediterráneo, que representa una amenaza cierta no sólo para Arabia Saudita y los países árabes aliados a Riad, sino también para el Estado de Israel.
Pero lo que denomino “la piedra en el zapato” para el reino saudita es el conflicto en el Yemen, donde el Proxy iraní, los Hutíes, no sólo se limitan a atacar a las fuerzas del gobierno yemení, sino ampliando su accionar al territorio saudita, incluso adjudicándose ataques en aguas del Golfo Pérsico.
El conflicto yemení lleva casi seis años y ha provocado una verdadera crisis humanitaria, y el escenario de una guerra prolongada como consecuencia de un dudoso éxito militar saudita y de un aumento del apoyo iraní a los hutíes, abre la posibilidad cierta de repetir un escenario similar a lo que muestra Siria, Irak o Líbano.
Esta situación, el escaso éxito de Arabia Saudita para derrotar a las fuerzas huties en territorio yemení y la dudosa eficacia para prevenir los ataques con misiles y drones a la infraestructura energética y a la navegación en aguas del Golfo, plantea la debilidad militar saudita por un lado y por el otro los interrogantes en el campo diplomático frente a la nueva administración estadounidense, habida cuenta que los hutíes que en Enero ppdo., días antes de la asunción de Joe Biden a la presidencia, el ex Secretario de Estado Mike Pompeo los había incluido en la lista de Organizaciones Terroristas, ahora el actual inquilino de la Casa Blanca los ha sacado de dicho listado, sin olvidar que uno de los objetivos de la política exterior de EE.UU. hoy es volver a las conversaciones con Irán en el marco de los Acuerdo de Lausana del 2015 y el desarrollo nuclear iraní, algo que parece no alterar el objetivo de Teherán de aumentar el enriquecimiento de Uranio, ahora al 60%, para conseguir su arsenal militar nuclear.
Mientras tanto, el accionar de los rebeldes hutíes se ha intensificado desde finales de febrero ppdo., tal el caso del ataque al navío Helios Ray, propiedad del empresario israelí Rami Ungar, que debió dirigirse a Dubai para reparar los daños sufridos, o que a principios del mes de marzo las fuerzas hutíes han tomado territorios cercanos a la ciudad de Marib que estaban controlados por fuerzas gubernamentales yemeníes, sumado a un ataque a la instalación de carga petrolera saudita en Ras Tanura, al norte del puerto de Damman en el Golfo Pérsico y que tuvo como respuesta el ataque de la fuerza aérea saudita a objetivos rebeldes.
Ahora bien, recordemos los sucedido en Septiembre del 2019, el ataque también reivindicado por los hutíes a las instalaciones petroleras de la empresa binacional ARAMCO que tuvo como consecuencias parar las exportaciones de petróleo en casi el 50% durante un par de semanas, y lo sucedido en el mes pasado donde nuevamente el ataque con misiles y drones a objetivos sauditas importantes y sensibles, se traducen en un aumento en el valor del barril de petróleo, que repercute en lo econóico favorablemente para Irán, pero lo llamativo y por sobre todo preocupante, es la pregunta, ¿cómo pudieron tener éxito estos ataques si los medios utilizados debieron recorrer un espacio aéreo de un poco más de 1.000 Km.?
Es sabido, desde el punto de vista militar, teniendo en cuenta los adelantos tecnológicos en medidas y contramedidas de ataques de este tipo, que el agresor siempre busca achicar los rangos, distancia y tiempo, para tener éxito en lograr los objetivos, por lo cual si es real que desde el territorio que controlan los hutíes se llevaron a cabo los ataques señalados, repito, al menos a 1.000 Km., esto pondría al descubierto las debilidades de los sistemas de defensa sauditas al no poder interceptar, anular o minimizar el accionar de misiles y drones, o plantea otro interrogante, ¿ realmente los ataques fueron llevados a cabo desde Yemen o desde puntos más cercanos a los objetivos sauditas alcanzados, como ser desde las costas de Irak o incluso de Irán?
Si nos basamos en el razonamiento y pensamiento militar, en el marco actual del desarrollo misilístico y aviones no tripulados, y el desarrollo de las contra medidas defensivas para neutralizar ataques con aquellos medios, tenemos que concluir que las posibilidades y probabilidades que los ataques hayan partido de una distancia más próxima a los objetivos, es mayor, sino excluyente, es decir, desde Irak o Irán, lo que nos plantea dos interrogantes, el primero, ¿ porqué los hutíes se adjudican la autoría de los ataques a objetivos sauditas en el Golfo Pérsico? y la segunda, ¿ si los ataques provinieron desde costas iraquíes o iraníes, cual es la capacidad de la inteligencia militar saudita para neutralizar este tipo de ataque?
Al primer interrogante, se podría inferir que los hutíes se adjudicaron los ataques siguiendo órdenes de Teherán para que no sea internacionalmente acusado de los mismos y que asimismo le sirva a los rebeldes chiitas yemeníes como exhibición de poder que aumente el apoyo de la población local.
Ahora, en cuanto a la segunda nos plantea varios escenarios, el más simple sería que efectivamente la inteligencia saudita no sea del todo eficaz y eficiente para prevenir o neutralizar este tipo de acciones, pero si esto no fuera así, sea por mérito propio o por la interrelación con agencias de inteligencia de otros estados, y se tuviera conocimiento del lugar desde donde provinieron los ataques ubicados en Irak o Irán, el no desmentir a los hutíes estaría motivado por alguna de las siguientes causas, 1) no comprometer la fuente, 2) no dejar al descubierto cosas que los sauditas saben y que los iraníes quieren ocultar, 3) ser concientes que un enfrentamiento directo con Irán podría denunciar la debilidad de la capacidad militar saudita actual y que Riad no estaría dispuesto a pagar y 4) que fuera consecuencia de la presión de Washington, que no sólo tiene en la agenda Biden el lograr un acuerdo de paz en el Yemen sino también teniendo en cuenta la intensión de la actual administración estadounidense respecto a retomar el diálogo con Teherán en el marco del desarrollo nuclear iraní.
Pero, la influencia iraní también existe dentro del mismo Reino, si bien se calcula que la población árabe chiita no sobrepasa al 15% en territorio saudita, que se hallan ubicados en el Este de la península en las localidades de Al Ahsa y Qatif y en el Oeste en cercanías a la ciudad santa de Medina, dentro de esas comunidades la ideología khomenista esta presente, incluso quienes siguen esta línea, en materia religiosa reconocen la preeminencia de de Irán sobre el Reino.
Ya a principios de la década de los años 80 del siglo pasado, jóvenes árabes saudíes chiitas, en su mayoría no residentes en el Reino conformaron una organización político religiosa pro iraní, Organización para la Revolución Islámica en la Península Arábiga, quienes tras el indulto dado por el entonces rey Fahd en 1993, muchos regresaron a Arabia Saudita, pero en la actualidad Riad tiene su foco puesto en una nueva organización chiita, Ansar al Imán, o también llamado el Hezbollah Saudita, que esta activo en su territorio y con visión khomeinista.
Como podemos apreciar, al Hezbollah libanés, primera organización chiita radical de accionar terrorista y político, hoy hay que sumar el Hezbollah iraquí o Kataib Hezbollah y el Hezbollah en Siria cuya presencia está en al menos 58 localidades distruidas en las provincias de Quneitra y Dera´a, en la región sur siria.
Pero volviendo al Reino, los problemas no sólo están el campo militar, donde el equilibrio de poder con Irán nos revela una ligera superioridad iraní en la modernización de su fuerza aérea y la diversidad de naves de su armada, sino que las dificultades parecen presentarse también en el campo diplomático con la actual administración demócrata en Washington, que tal como lo señalé retiró a los hutíes de la lista de organizaciones terroristas con el pretexto que sólo son sospechas las que unen al grupo yemení con la Guardia Revolucionaria iraní, o que busca toda costa imponer una pacificación en el Yemen sin tener en cuenta la influencia de Teherán ni los esfuerzos puestos por la alianza conformada por Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Omán y el propio EE.UU., y menos aún Washington quiere una conflicto armado directo entre Irán y cualquier país del Golfo mientras busca regresar al acuerdo nuclear con Teherán, todo lo cual nos lleva a concluir que la visión de Biden en política exterior para Oriente Medio y en relación particularmente para el Reino, es que no garantiza su seguridad territorial y por ende la misma casa real ni a sus subditos.
Finalizando la columna de hoy, y en relación a este conflictivo y complejo tablero geopolítico de Oriente Medio, cualquier línea de acción que lleve a cabo el Estado de Israel, debe tener en cuenta que Irán y sus proxys son la real amenaza y por lo tanto es consecuente la alianza estratégica con el Reino de Arabia Saudita, pero sin condicionamientos y por lo tanto la aproximación diplomática debe ser cautelosa ya que estas relaciones son más de interés de Riad que de Jerusalén, lo que demuestra la debilidad del Reino.
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