Decisiones judiciales ante el antisemitismo rampante
Sarah Halimi, una doctora judía de 66 años y maestra de jardín de infantes, fue brutalmente asesinada en Paris en abril del 2017 por un hombre musulmán que gritó “Ala Akbar” y llamó a la Dra. Halimi “Satán”.
En ese momento, la policía francesa acusó al asesino de cometer un homicidio con agravante, y se rehusó a calificar el asesinato como un crimen de odio. La Dra. Sarah Halimi era una judía ortodoxa. Su familia sentía que podían surgir problemas con uno de sus vecinos, Kobili Traore, un joven traficante de drogas, quien ya había anteriormente insultado a su hija gritándole “judía sucia”.
El 4 de abril del 2017, Kobili tocó la puerta de uno de sus vecinos a las 4:25 de la madrugada y entró a la fuerza al departamento del tercer piso. Fue violento y agresivo y la familia de inmigrantes de Malí estaba tan aterrada que atinaron a encerrarse en una habitación.
El padre podía escuchar a Kobili recitando versículos del Corán a través de la puerta y llamó a la policía. Le respondieron un cuarto de hora después, y fueron a otro edificio. Trágica presunta equivocación policial. Kobili salió al balcón del departamento de la familia de Malí y luego se trepó al balcón de los Halimi en un edificio cercano. La policía empezó a recibir más llamadas. Mientras la Dra. Halimi gritaba, varios vecinos se despertaron y escucharon el ataque. Algunos lo escucharon gritando “Ala Akbar”, “Cállate la boca” y llamando a la Dra. Halimi “Satán”.
A raíz de las llamadas, seis oficiales de policía llegaron a la escena, pero, declararon que como temían enfrentarse a una situación terrorista, esperaron que una unidad antiterrorismo llegara. Mientras tanto, Kobili golpeó brutalmente a la Dra. Halimi, dejándola casi irreconocible y luego la tiró por su ventana, desde unos diez metros de altura. La Dra. Halimi no sobrevivió. Kobili regresó al departamento del edificio contiguo y comenzó a rezar. Fue arrestado mientras seguía rezando a las 5:35,una hora después que se había comenzado a llamar a la policía. A pesar de la evidencia, la policía se resistió a tratar el asesinato como un ‘delito de odio’. El asesino no tenía historial de enfermedad mental, pero se declaró “demencia temporal” y la policía lo puso en evaluación psiquiátrica.
Aunque la ley francesa permite que los criminales sean acusados de ‘crímenes de odio’, lo cual puede agregar más condena a la severidad de sus sentencias, los fiscales franceses redactaron la acusación del asesino de la Dra. Halimi como ‘homicidio voluntario’, sin mención al crimen de odio.
Sarah Halimi compartía un apellido con otra víctima francesa de un asesinato antisemita: Ilan Halimi, quien fue secuestrado, torturado por veinticuatro días y luego asesinado en el 2006 en París. A pesar de que su secuestro, a manos de un grupo de inmigrantes musulmanes y africanos fue notorio y conocido en el vecindario, la policía no encontró a Ilan ni ninguna pista hasta que se halló su cadáver.
Shmuel Trigano, sociólogo, filósofo, profesor emérito de sociología en la Universidad Paris Nanterre, quien ha escrito varios ensayos sobre el antisemitismo, rastrea la explosión del odio antijudío y la violencia en Francia a comienzos de este siglo, cuando los crímenes antijudíos comenzaron a aumentar rápidamente. De acuerdo a Trigano, muchos de estos ataques son reportados e investigados como simples crímenes, y el carácter antijudío de algunos ataques es simplemente escondido debajo de la alfombra.
En el 2014, por ejemplo, una familia judía en el suburbio parisino de Creteil fue atacada por cuatro afrodescendientes, quienes agredieron a la hija, robaron la casa y luego alardearon que se habían dirigido a esa familia porque eran judíos. Un juez francés más tarde sacó la parte del crimen de odio de la acusación, y borró la parte de “circunstancias agravadas” de su acusación. En el 2015, un rabino y otros dos hombres fueron apuñalados afuera de una sinagoga por un hombre que gritó “Alahu Akbar” durante el ataque. Las autoridades inicialmente calificaron al agresor como ‘mentalmente enfermo’ y solamente agregaron el cargo de un ‘crimen de odio antijudío’ después de mucha presión popular. Más atrás en el tiempo, en 2003, en el mismo vecindario en donde vivía Sarah Halimi, Sebastien Selam, un judío de 23 años, fue asesinado por un amigo de la infancia que era musulmán. El asesino gritó, “¡Voy a ir al cielo, maté a mi judío!”. El asesino de Sebastien Selam fue enviado a cuidado psiquiátrico en vez de ser acusado de un ‘crimen de odio’.
Y retornamos al presente. Esta semana, el tribunal que debió analizar el crimen de odio contra la Dra. Halimi, confirmó la irresponsabilidad criminal del asesino que se encuentra internado en psiquiatría desde que cometió su acto de barbarie hace 4 años. La Corte Suprema, que rechazó la apelación interpuesta por la familia de Sarah Halimi contra el veredicto de la Corte de Apelaciones de París en 2019, declaró al joven inocente e irresponsable, basándose en tres peritos, que concordaron en culpar a la marihuana por el asesinato.
La Sra. Mireille Knoll sabía muy bien lo que era el horror. En 1942 era solo una niña cuando logró escapar de la redada, en la que más de 13.000 judíos franceses, entre ellos 4.000 niños como Knoll, fueron detenidos por policías franceses bajo órdenes del régimen colaboracionista de Vichy entre el 16 y 17 de julio y llevados al velódromo de invierno de París, desde donde fueron trasladados a Auschwitz. Sólo hubo 400 sobrevivientes.
Knoll logró huir con su madre, que tenía un pasaporte brasileño, hasta Portugal. Al terminar la guerra, regresó a París, donde se casó con otro sobreviviente del Holocausto. El 23 de marzo de 2018,casi un año después del crimen de Sara Halimi, Mireille Knoll de 85 años no pudo volver a huir.
Su cuerpo carbonizado fue hallado entre los restos de la vivienda en el distrito 11 de París donde vivía sola, ya que su esposo había fallecido hacía unos años. La autopsia reveló que había sido apuñalada varias veces antes de que su piso fuera incendiado. Knoll vivía en el mismo distrito parisino donde residía Sarah Halimi. Esta vez, la Justicia francesa condenó a los dos asesinos “por homicidio voluntario motivado por la pertenencia real o supuesta de la víctima a una religión”, así como por robo agravado. El lenguaje jurídico tampoco incluyó crimen de odio.
Sería a todas luces injusto no subrayar que el Presidente Macron se ha manifestado muy contrariado por la falta de transparencia en no reconocer los crímenes de odio como tal. Es importante que una sociedad democrática tenga importantes reservas éticas y morales para enfrentar prejuicios y entre ellos el antisemitismo. Pero, haciendo una inevitable metáfora futbolística, las reservas no jugaron en Francia cuando el caso Dreyfus y menos durante la Shoá. Ante tanto antisemitismo en este siglo, parece hora que, además de opinar, declamar y prometer, las reservas pasen a actuar como titulares. La perversa continuidad de los crímenes de odio lo demanda.
*Eduardo Kohn (Montevideo, 1949) es Doctor de Relaciones Internacionales y. Director de Latinoamérica en B´Nai B´rith.
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