Putin silencia a la oposición
El endurecimiento de la política interna del presidente ruso Vladímir Putin se está haciendo cada vez más evidente hacia los grupos opositores que reconocen el liderazgo de Alexei Navalny, actualmente en prisión. El viernes levantó su huelga de hambre por indicación de sus médicos, pero el martillo está golpeando fuerte contra sus partidarios, que están siendo detenidos y se les ha prohibido hacer publicaciones en internet. Navalny fue tratado el año pasado en Alemania por envenenamiento por un arma química que se le administró subrepticiamente, Novichok, ya desarrollada en la etapa soviética. Al retornar a su país, fue detenido.
Cuando el presidente Putin pronunció su discurso anual ante el parlamento, aproximadamente 1500 manifestantes opositores fueron detenidos en las calles. Ya no es sólo por la prohibición de reunirse en multitudes, sino un despliegue sistemático de acallamiento de una fuerza política que aspira a participar en las elecciones legislativas del otoño del hemisferio boreal. Lo cierto es que si bien hay otros partidos políticos en Rusia, éstos son funcionales al esquema de poder de Vladímir Putin, quien el año pasado logró la reforma de la constitución para que se le habilitara ser reelegido para la presidencia por dos períodos más, de seis años cada uno.
El autoritarismo cada vez más desembozado de Putin también tiene una faceta externa, desplegando regimientos rusos en la Bielorrusia de Lukashenko –en donde en 2020 se celebraron elecciones fuertemente cuestionadas por la oposición-, así como el envío de embarcaciones militares al Mar Negro, presionando a Ucrania. La diferencia, no obstante, es clara con respecto a la República Popular China, en donde está prohibida toda expresión de disidencia, con una censura severa en las redes sociales. En este sentido, Putin intenta proyectar una imagen de “normalidad” hacia el exterior, con la apariencia de una democracia, pero con un alto grado de paternalismo y nacionalismo en lo interno, y de uso geopolítico de la vacuna Sputnik V.
A casi treinta años de la desaparición de la Unión Soviética, perviven con fuerza los rasgos autoritarios en Rusia, una tierra en donde la democracia liberal sigue siendo una promesa lejana.
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