Yom Yerushalaim

El 28 del mes de yar del año 5717 del calendario hebreo, el 7 de junio de 1967, en el
tercer día de la Guerra de los Seis Días, culminó la batalla sobre Jerusalén con la
rendición de las tropas jordanas y el resonante triunfo del ejército israelí que logró la
reunificación de la histórica ciudad que se hallaba dividida desde hacía 19 años.
La gran y rápida victoria despertó un gran entusiasmo y emoción en los corazones de
los judíos de Israel y de la diáspora. Se había recuperado la Antigua Jerusalén con su
Monte del Templo y el Muro de los Lamentos. A más de cinco décadas de este
acontecimiento histórico, único e irrepetible, nos siguen emocionando oír y ver las
imágenes y las grabaciones testimoniales de los soldados, quienes con rostros cansados,
sin afeitar, y con los ojos enrojecidos por la fatiga de combates interminables, se
abrazan y besaban mientras exclaman: ¡Yerushalaim es nuestra! Era como si la ciudad
los estuviera esperando, era el regreso de esos jóvenes a lugares que nunca antes habían
estado allí, a quienes la trascendencia del lugar los embargaba en una emoción de
sentimientos únicos.
Se reunía así Yerushalaim, ciudad con más de 4.

000 años de historia que fue testigo del
nacimiento y la formación del Pueblo de Israel, la capital del rey David, la ciudad del
Templo del rey Salomón, la metrópoli del Estado Jasmoneo y el escenario de una
trágica rebelión contra los romanos. En ella los profetas hebreos enseñaron los valores
ético-morales y el modo de vida que practica hoy media humanidad. Una ciudad que es
cuna de civilizaciones, testigo del surgimiento de las grandes religiones de Occidente, y
por ella han pasado pueblos conquistadores, en la cual cada uno de ellos dejó su huella y
su aporte.
Jerusalén se encuentra en el corazón de Israel, recostada sobre los montes de Judea, es
una ciudad cuyas milenarias piedras junto a una moderna arquitectura le confieren una
belleza particual, que conjugan el presente y las raíces más profundas de sus orígenes.
Hoy la ciudad ocupa un lugar central en la vida del pueblo judío, en el último siglo
Yerushalaim cobró especial significación por el retorno de los judíos a la Tierra de
Israel, con el advenimiento del movimiento nacional judío miles de hombres y mujeres
le dieron un significado especial.
La histórica ciudad es hoy la capital del moderno Estado de Israel, es un gran centro de
creación literaria y artística, su ritualidad religiosa, su acervo académico y de
investigación hacen de ella una metrópoli pujante, de trascendencia mundial, y que mira
al futruo. Hoy, ya no deben los judíos, como en el pasado, contentarse con observarla
desde lejos como lo refleja la antigua canción de añoranza que comienza con la frase
‘Meal pisgat har Hatzofim, Shalom laj Yerusalaim’ (Desde la cima del monte Scopus,
Shalom Jerusalén), en el cual el poema la evoca diciendo que, ‘durante cien
generaciones he soñado contigo, para merecer/llorar, y contemplar la luz de tu rostro’.
Y si bien, sectores políticos israelíes y de la población árabe se oponen a la efemérides y
solicitan derogar la ley de la jornada festiva, para la mayoría de la sociedad hebrea Yom
Yerushalaim es una festividad a la que van unidas múltiples ceremonias

conmemorativas, como la los mártires que lucharon en Jerusalén durante la Guerra de
los Seis Días, y en los últimos años la comunidad Beta Israel de inmigrantes etíopes
suele evocar, en el Monte Herzl, a los judíos etíopes que perecieron en su duro camino a
Israel y cuyo lema era: ‘A Yerushalaim’; ciudad que hoy en día, a pesar de los choques
violentos entre israelíes y palestinos, sigue expectante en lograr la convivencia y la paz,
tan necesaria, y que se demora en llegar.

Por Yehuda Krell