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Oslo

“Oslo” trata de las etapas más secretas y ocultas de un proceso difícil; a tal punto, que la mayoría sostiene que los Tratados de Oslo fracasaron. Más allá de los parlamentos ideológicos y políticos en boca de los personajes (todos ellos reales), “Oslo” consigue humanizar profundamente lo que de otra manera no es más que un mojón en una historia de frustraciones y desencuentros. Si el propósito original de la obra fue rescatar el valor del individuo y  la negociación, la proximidad, compartir, en aras de soluciones nacionales colectivas, a la luz de los hechos termina reflejando una gran frustración histórica. Los méritos de la pareja noruega, los negociadores de una y otra parte, y los riesgos asumidos por los líderes del momento (hoy todos difuntos), quedan sepultados por la marea de la Historia, sea el asesinato de Rabin o la 2ª Intifada.

Al mismo tiempo, en un mundo que se debate ante el escepticismo y los populismos facilistas, donde los acuerdos parecen concretarse sólo por la voluntad un líder o por intereses corporativos (ver Acuerdos de Abraham), “Oslo” viene a rescatar los temas de fondo: la identidad nacional, los derechos y las claudicaciones, la ignorancia mutua, los prejuicios atávicos, el territorio, el orgullo, la viabilidad. “Oslo” nos recuerda que, por debajo de los aviones que milagrosamente conectan TLV-DXB sobrevolando Arabia Saudita, viven personas reales en sociedades reales. No en vano la redacción de los acuerdos definitivos comienza por quién recogerá qué basura en qué territorios y para qué población. El pragmatismo israelí desnuda tanto el idealismo como la ingenuidad palestina; o tal vez cuánto había de reivindicativo en sus demandas y cuánto de real; después de todo, Arafat nunca terminó de aceptar mucho más que lo que firmó en ese momento de aparente epifanía en el césped de la Casa Blanca en setiembre de 1993.

Por todo esto ver “Oslo” (HBO) es una oportunidad: de repasar la Historia, de vivirla a través de sus protagonistas reales en su dimensión íntima y humana, y de contextualizar los hechos que nos toca vivir en estos tiempos. Las negociaciones y los tratados de Oslo, aun denostados como están, son el último intento de que los auténticos protagonistas acuerden su forma de coexistir. Por ahora, nadie ha estado tan cerca como se estuvo entonces. Casi treinta años después, el fracaso del “proceso de paz”, visto a través del lente de “Oslo” la película, puede ser la prueba que precisaban los pesimistas o la esperanza que siempre mantienen los pacifistas. Como sea, y la obra deja el asunto ambiguamente planteado, nada sucederá si en algún momento, como sucedió en Noruega en 1993, no están sentados a la mesa los líderes que se harán cargo de limpiar la basura al final del día. Porque eso es, en definitiva, un Estado.

 

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