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Netanyahu. ¿El fin de una era?

El polémico e incombustible Benjamín Netanyahu, deja el poder, luego de años al frente del gobierno israelí en diversas etapas. El nacionalista Neftalí Bennett, líder de una amplia colación, si el Parlamento aprueba su nominación, será el próximo primer ministro.

Esto ha desatado una fuerte respuesta del premier saliente, quien habla al mejor estilo Trump, de fraude. Pero la transición no será para nada fácil, dado la dura oposición del partido Likud, contra los nacionalistas de Yamina, el partido de Bennett, ya que los partidarios de Netanyahu, les cuesta entender, que al parecer una etapa se ha terminado.

La crisis del COVID, que impuso a los israelíes, vivir en confinamiento estricto, la crisis económica, sin ninguna duda alimentó el clima de tensión que vive el país. El estilo del primer ministro Netanyahu, ha sido el de confrontación, viéndose a sí mismo, como el único que puede conducir los destinos de Israel.

Esto ocasionó críticas, por impulsar determinadas situaciones, como el titular del servicio de seguridad interior, o Shin Bet, donde llamó la atención del duro discurso del premier, que a su entender, que iba generar más tensiones, en una sociedad, políticamente muy fragmentada. La Policía consideró que la Marcha por el Día de Jerusalén, era otra provocación.

El gabinete de seguridad de Netanyahu, pospuso la marcha para el 15 de junio, con una ruta acordada con las fuerzas policiales, para evitar los incidentes, como las que derivaron en la crisis con el grupo terrorista Hamas en el mes de mayo.

La coalición que ha logrado conseguir los votos para desplazar al entonces todopoderoso Netanyahu, abarca ocho partidos, que van desde el nacionalista Yamina, hasta grupos de izquierda e incluso un partido árabe, el Raam.

El aspirante a premier, Bennett, señaló que su rival, estaba dispuesto a todo, por no dejar el poder, lo que podría acarrear una crisis mayor para el sistema político israelí. Pero también, salir del poder, implica a Netanyahu, tener que enfrentar la justicia penal por cargos de corrupción.

Desde el poder, cuando fue electo como jefe de gobierno, en 2015, fueron impulsados proyectos para lograr la inmunidad judicial del primer ministro.

Netanyahu, no lo logró, y eso generó tensiones en el arco político. Sus crecientes simpatías por el estilo populista de conducir el país, fue visto también como una amenaza a la democracia vigente en el país.

La clase política israelí, le cerró la puerta, cuando intentó en el marco de las reformas, limitar el poder de la Corte Suprema para la revisión de leyes del parlamento, como decisiones administrativas del gobierno. Esto fue visto como un ataque al sistema de controles que tiene el país, vital para la lucha contra la corrupción y mantener la estabilidad institucional.

El premier Netanyahu, permaneció nada menos que 15 años en el poder, entre sus diferentes gestiones (llegó al gobierno como primer ministro por primera vez en 1996). Esto ha generado un enorme desgaste, y la nueva coalición de gobierno, debatirá cambios destinados a reducir el número de mandatos que pueda ejercer el primer ministro, hasta un máximo de dos.

Aquellos que hayan estado ocho años en el poder, quedarían fuera del Parlamento por un plazo de cuatro años. El objetivo es que determinadas figuras se “eternicen” en le poder, con el consecuente desgaste para el sistema institucional del país. Nir Orbach, miembro de la coalición liderada por Bennett, atacó en duros términos a Netanyahu, al considerarlo como una amenaza a la democracia israelí, por el discurso, cada vez más duro y agresivo, la intolerancia hacia la oposición política y los intentos de extender su mandato por un período más. Bennett, ha sido más moderado y busca que su antecesor, tenga una salida ordenada del poder y entienda que su tiempo ha terminado.

Benjamín Netanyahu, no solo es un político polémico, tiene un largo historial, héroe de guerra, educado en la Escuela de Negocios del Instituto Tecnológico de Massachussets, lo que demuestra un alto nivel educativo. En 1986, luego de ocupar cargos en el sector privado y como diplomático, Netanyahu, ingresó al partido conservador Likud (“La Consolidación”, partido creado en 1973 por el Menahem Beguin). El asesinato de Rabin, llevó al presidente Shimón Peres, a convocar elecciones, donde ganó el Likud, llevando como jefe de gobierno a Netanyahu por primera vez.

Tuvo que hacer frente a las complejas negociaciones para implementar los Acuerdos de Oslo y la puesta en marcha de la Autoridad Nacional Palestina. En el plano económico, llevó a cabo reformas estructurales de una economía afectada por la inflación, el control de divisas y fuerte injerencia del Estado. Las principales medidas fueron la liberación del mercado de divisas, programas de privatizaciones, y otras medidas de sesgo liberal.

La cuestión de Hebrón, quedando bajo administración palestina, le generó una fuerte oposición en su base electoral, unido a la presión de la centro izquierda por medidas económicas. Los escándalos de su vida privada por los conflictos matrimoniales, las denuncias por tráfico de influencias y otros delitos vinculados con la corrupción, erosionaron aún más su figura. La investigación del Fiscal General quedó frustrada, por pruebas insuficientes. En 1999, Ehud Barak, ganó las elecciones, retirándose de la política por el momento.

Los años como ministro de finanzas 2003-2005, durante la gestión de otro “gigante” de la política israelí, Ariel Sharon, fueron de elogios para muchos observadores. Su política, no exenta de criticas en el frente interno incluyó reformas en la seguridad social, tributarias, impulso a la competencia, reducción de los empleados públicos y del gasto en general, reforma del sistema bancario, que tuvieron éxito para el desempeño de la economía global israelí.

En 2009 logró imponerse en las elecciones, iniciando su segundo período como primer ministro. Su posición sobre el tema palestino, entró en roce con Estados Unidos, especialmente por las críticas que hizo el presidente Obama a la política de asentamientos en las zonas ocupadas. Netanyahu, es un firme defensor del proceso de hebraización de dichos de Cisjordania y no ha ocultado planes anexionistas.

Los colonos, no cabe duda que tiene su peso político en Israel, y el hábil Netanyahu, lo sabe muy bien, por ende, no iba ceder ni un ápice en dicha política, mas allá de declaraciones públicas. Hábilmente ganó tiempo y continuó con un proceso de hechos consumados.

Mientras tanto el liderazgo palestino, dividido, con un apoyo netamente simbólico del mundo árabe, no ha logrado grandes avances, agregándose un discurso ambiguo sobre la actividad terrorista de grupos como el Hamas.

El frente externo, ha sido complejo, especialmente con el ascenso del presidente iraní Mahmoud Ahamdineyad, que presentó una agenda netamente agresiva hacia el exterior. El premier israelí, tuvo una postura muy dura ante el programa nuclear iraní, dejando entrever que no dudaría en hacer uso de la fuerza para evitar que Irán contara con arsenal nuclear propio.

El alto costo de vida, generó en 2011, importantes protestas, generando desgaste en la coalición de gobierno. La política de asentamientos se mantuvo, pero ello no impidió que Netanyahu, reconociera el derecho a los palestinos a tener un estado, eso si desmilitarizado.

En 2013, a pesar de retrocesos electorales, la coalición liderada por el premier, se impuso y formó un nuevo gobierno de tinte conservador, en alianza con partidos de centro derecha, y religiosos.

En materia económica, continuaron las reformas, destacándose la privatización del sistema portuario, combate a los monopolios, concentraciones empresarias y un mayor grado de apertura del mercado. En 2014, lanzo una operación militar contra la infraestructura militar de Hamas en la Franja de Gaza.

En 2015, tras una crisis ministerial, hubo elecciones anticipadas y fue formado un nuevo gobierno. El Likud tuvo una importante victoria, amplio en 30 escaños su representación, pero no los suficientes para formar gobierno.

Sus aliados fueron los partidos religiosos y conservadores Casa Judía, Judaísmo de la Toráh, Kulanu y Shas. En esta etapa saltaron casos de corrupción, donde quedó vinculada la esposa del premier, con regalos empresarios: las conversaciones con el director del importante periódico israelí Yedioth Ahronoth, que a cambio de apoyo a sus políticas, sería fomentada una legislación que beneficiara los intereses de este medio; la compra de submarinos de origen germano donde contratistas israelíes, cercanos al primer ministro se vieron beneficiados.

El 21 de noviembre de 2019, el Fiscal General de Israel, Avichai Mandelblit, imputó formalmente a Benjamín Netanyahu por soborno, fraude y abuso de poder, algo inédito en la historia del país y que generó un vendaval político dentro y fuera del parlamento.

En mayo de 2020, en el quinto mandato como jefe de gobierno, Netanyahu, acordó con su rival Benny Gantz, formar un gobierno de unidad nacional para hacer frente a la crisis del COVID 19, la falta de acuerdo en torno al presupuesto derivaron en las elecciones de 2021, donde pareciera ser que el tiempo de Netanyahu, al frente de los gobiernos israelíes, ha finalizado.

En la última etapa, la habilidad en materia de política exterior quedo manifiesta por parte de Netanyahu. Hábilmente ha explotado la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, para que la Casa Blanca, apoyara las iniciativas israelíes.

El creciente poder de Irán, especialmente por la pésima política de Washington en el Próximo Oriente, la hostilidad de Turquía que busca ser también una potencia regional, hizo que el gobierno israelí, diseñara una nueva estrategia, para acercarse a los regímenes árabes conservadores, con la normalización de relaciones con Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, y Sudán. Sin ninguna duda, Israel busca un “escudo” contra el avance iraní, que tiene una fuerte presencia en Siria, Irak, Yemen, y Líbano.

La torpe política de Trump, ha permitido la ruptura del acuerdo nuclear con Irán, abriendo paso a que este país, iniciara nuevos trabajos destinados a contar con un arma nuclear. La creciente competencia entre Estados Unidos con Rusia y China, abre las puertas para que dichos actores, apoyen de una manera más decidida a Irán como potencia regional, a los efectos de erosionar los intereses de la Casa Blanca en la región.

Asimismo, los desaciertos de Estados Unidos, han sido explotados por Moscú y Pekín, que irrumpen con fuerza en la conflictiva región del Próximo Oriente. Israel, observa los pasos que lleva a cabo Teherán, y lo ve como una amenaza a su existencia, jugando de manera inteligente sus cartas, creando canales de diálogo con estados árabes abiertamente enfrentados a Irán, y que además pueden ser interlocutores con Arabia Saudita.

Las reformas económicas, se han caracterizado por el impulso de una economía de libre mercado, en un país que históricamente tuvo mercados regulados y un estado muy presente en actividades productivas. Los cambios introducidos, permitieron al país, ser más competitivo, terminar con la inflación, impulsar las inversiones, las regulaciones sobre ahorro en divisas extranjeras, un moderno sistema financiero y una notoria expansión del sector privado.

Estas medidas no han estado exentas de críticas, por sus costos sociales. Israel, es un país del primer mundo, con una economía que cuenta con sectores de alta tecnología, siendo por ejemplo, uno de los mayores exportadores globales de chips. El país cuenta con una moderna infraestructura, resultado de los cambios introducidos en los últimos años.

El proceso de paz palestino, desde hace tiempo que está muerto, por muchos factores. Netanyahu, vio en la política de instalar asentamientos en Cisjordania, como un mecanismo para crear una base social que beneficie su propia proyección política.

Esto ha tenido su costo en el frente externo, pero lo ha logrado superar, especialmente ante un mundo árabe dividido, el terrorismo de Hamas y un débil gobierno palestino incapaz de generar cierto consenso en su frente interno, algo que fue aprovechado por Netanyahu.

Sin anexar legalmente los territorios, donde están las llamadas “colonias”, por la reacción que puede tener su principal aliado, Estados Unidos, ante la reacción de los estados árabes (por pura retórica para sus frente internos, no porque les interesa realmente el tema palestino), no fue mas allá, pero sabe que con su política hace inviable un estado palestino, con el agregado, de la presencia de un actor como Hamas, donde un acuerdo razonable, es una idea peregrina. Seguramente esto le ha granjeado simpatías entre los colonos, sectores conservadores y religiosos.

Pero son muchos años de poder, y la táctica de confrontación, de demonizar a la oposición, al mejor estilo “corte populista” no es tolerado por el sistema político israelí. Las denuncias de corrupción, los intentos de romper el sistema de controles constitucionales, para beneficio propio, fueron el canto del cisne para Netanyahu.

Los intentos de hacer populismo o subir el “tono” de su discurso, generó un clima de tensión en la opinión pública, desgastada por la crisis COVID y una creciente división política que preocupa a muchos dirigentes israelíes. La respuesta ante la tentativa de llevar a cabo un “estilo Trump” a la israelí, tuvo como respuesta una coalición, insólita, que agrupa partidos con profundas diferencias, pero que pareciera que los une el espanto, la posibilidad que un desgastado Netanyahu, siga “atornillado” en el poder. La oposición logro 61 diputados, en esta frágil coalición, los suficientes de un parlamento de 120, para elegir un nuevo gobierno.

El premier saliente habla de fraude, resiste a salir del poder y busca por todos los medios que la endeble coalición se rompa. El 13 de junio se llevará a cabo el debate sobre la elección del Gobierno del Cambio, como le gusta decir al líder centrista Yair Lapid.

Netanyahu jugará sus cartas, para colocar a un hombre suyo como presidente del Parlamento, dilatar las sesiones, ganar tiempo y evitar su salida del poder. Sus detractores ven esta actitud, como un sesgo autoritario. Bennett, un empresario millonario, aspirante a ser jefe de gobierno, es un hombre de derecha, con posturas más duras sobre la política de asentamientos en Cisjordania y es abiertamente contrario a un estado palestino, teniendo al respecto una postura mas dura que Netanyahu.

En el caso de formarse el llamado “Gobierno del Cambio” tiene enfrente, serios desafíos, especialmente por las consecuencias de la crisis COVID, para la economía, que sin ninguna duda quedará muy golpeada, el generar consensos que van mas allá de de sacar del poder a Netanyahu, que permita cierta estabilidad – aunque somos escépticos – un frente externo, muy complicado, especialmente por el ascenso de potencias regionales en Próximo Oriente, que están en pugna, donde el discurso anti israelí, puede ser una herramienta muy útil por los dirigentes de dichas potencias, para incrementar su influencia en las audiencias locales, expuestas a un creciente proselitismo del extremismo islámico.

Israel deberá mantener delicados equilibrios con la UE, muy crítica sobre la política hacia los palestinos, con Estados Unidos, especialmente para no entrar en abierto choque con Rusia y China, actores de peso creciente en la región. El posible nuevo gobierno israelí que surja del debate del 13 de junio, tiene un panorama para nada fácil.

Por Jorge Suárez Saponaro

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