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AMIA: 27 años ¿hay esperanzas?

Por Silvia Chab*

En el año 2001, siete años después del atentado a la AMIA, salió publicado un libro de mi autoría que llevaba por título “AMIA: entre la Crisis y la esperanza”, donde hacía un recorrido de lo vivido a partir del primer atentado terrorista sufrido por el país –el de la Embajada de Israel en 1992- y el de la AMIA dos años más tarde. Tal vez inocentemente creí en ese momento que había lugar para la esperanza de hacer justicia. Pero no tuve en cuenta que el lugar donde habían ocurrido ambos atentados era Argentina.

La respuesta solidaria de distintos sectores de la sociedad -incluida la llegada de grupos de rescatistas, profesionales de la salud e investigadores provenientes en particular de Israel y los EE.UU.- surgió en forma inmediata movilizándose desde distintos ámbitos institucionales públicos y privados. Pero en contraste con ella desde los primeros momentos que siguieron al ataque a la AMIA, una vez más como en 1992, se puso en evidencia la ineptitud del Estado para lograr el esclarecimiento total del hecho y la materialización de los juicios y condenas a todos los culpables.

Las justificaciones dadas por las autoridades nacionales por la falta de previsión de un ataque de tamaña magnitud resultaban insostenibles dados los antecedentes tanto a nivel nacional como internacional en materia de ataques terroristas. Y si bien pudieron haber sido tomados en cuenta al ocurrir el atentado contra la Embajada de Israel, en esta oportunidad mostraban una incapacidad cercana a la desidia y eran inaceptables en cualquier país que se preocupe seriamente por la seguridad de sus ciudadanos.

Pero vivimos en Argentina.

Entonces, que después de 27 años se vuelvan a erigir voces reclamando Justicia por la AMIA, parece más un ejercicio de Memoria que una esperanza de concreción de ese más que legítimo fin buscado cuando se trata de crímenes cometidos contra la Humanidad. Porque de eso se trata.

Retomo el tema de la “ineptitud” del Estado- que cuanto menos no debería considerarse falta de experiencia, por lo ya expresado. Sabemos que resulta excesivamente benevolente el apelativo de “inepto” ante un hecho que desde sus comienzos estuvo salpicado de irregularidades tanto en la investigación –ni siquiera se preservó completamente la escena del crimen- como en los obstáculos y desviaciones que debió sortear un proceso judicial que desde el vamos fue puesto en el lugar incorrecto: se dejó en manos de la justicia federal un acontecimiento que debió ser tomado como Cuestión de Estado. Porque el atentado a la AMIA –al igual que el perpetrado contra la Embajada de Israel-fueron crímenes contra Argentina, llevados a cabo en suelo argentino, contra instituciones constitutivas del tejido nacional argentino, sea en el ámbito diplomático como en el social y comunitario. Y contra ciudadanos de distintos orígenes de religión, culto o nacionalidad pero que habitaban el país.

Desde el mismo momento en que comenzaron las pesquisas y siguiendo por todos los pasos que fue siguiendo el juicio de la Causa AMIA, todo fue nadar contra la corriente. La “politización” de la Causa tomó prioridad por sobre la búsqueda de justicia y definió los avatares que fue sufriendo la misma. Las enormes divisiones que atravesaron y enfrentaron a sectores de la comunidad que de algún modo se fueron insertando también con las políticas de turno, agregaron más piedras al camino y el fin perseguido se fue diluyendo. Las víctimas se convirtieron en victimarios, las subjetividades le ganaron al objetivo colectivo, y los perpetradores siguieron gozando de buena salud.

El juego de hipótesis alocadas, sin sustento, bien o mal intencionadas, difundidas a través de infinidad de artículos periodísticos, libros, declaraciones, opiniones supuestamente de voceros especializados de distintos ámbitos, y que acompañaron el largo y empinado tránsito que se inició luego del derrumbe del edificio de la AMIA, y que siguió todos los pasos judiciales hasta su punto de llegada – o de detenimiento más bien-, ensuciaron cada uno de los pequeños avances que pese a todo y en medio de semejante caos, pudieron ir consiguiéndose.

A fin de no redundar en adjetivaciones, remito a los lectores a un extenso volumen de más de 800 páginas, en el cual uno de los letrados de la Causa AMIA a cargo de la querella de dicha institución – uno de los que siguieron la causa hasta el año 2015 y que se cuenta entre los que más conocen sus detalles y pueden hablar de ella con absoluta propiedad, el Dr. Miguel Bronfman- redactó un informe sobre “la causa más voluminosa de la historia judicial argentina”. El libro fue publicado por AMIA con el título “Causa AMIA” Informe de lo actuado 1994-2015, y además de describir los pormenores de muchas de las situaciones que rodearon a la causa, deja sentados algunos puntos referidos a algunas de las conclusiones a las que se llegó y que están basados en prueba irrefutable.

En el prólogo, escrito por el entonces presidente de AMIA Leonardo Jmelnitzky, este subraya lo siguiente.

Cito:

“Se sabe quién ordenó el atentado; se saben cuáles fueron los motivos; se sabe dónde y cómo se tomó la decisión de atacar en Argentina; se sabe quiénes fueron los encargados de llevar a cabo el atentado; se sabe quién coordinó el atentado; se sabe cuándo ingresó al país el grupo operativo encargado de ejecutarlo; se sabe cuándo salió del país dicho grupo operativo”.

Los temas que quedan por esclarecer son muchos sin embargo y ya no existe ningún detenido; incluso buena parte de los autores y sus cómplices siguen sin haber enfrentado un juicio y menos una condena, ni en el plano local ni en el internacional.

Después se agregaron hechos oprobiosos y delictivos como el Memorándum de Entendimiento con Irán y la muerte del fiscal Alberto Nisman, quien fue el último fiscal a cargo de la Causa AMIA, que sacaron de eje el interés del estado en la misma. Sobre todo si eso implicaba tener que asumir responsabilidades.

Ineptitud-Politización-Desidia es un trio que sigue motorizando repetidamente la marcha atrás de la historia argentina. Basta con remitirnos al reciente manejo de la Pandemia y de toda la situación sanitaria, como botón de muestra.

¿Cómo mantener la esperanza de Justicia en un país cuyas autoridades siguen eligiendo como aliados a estados ligados a Irán, cuna del terrorismo de Hezbolláh organización que estuvo detrás de ambos atentados?

Las circunstancias y el paso del tiempo nos hacen ver cada vez más lejano el cumplimiento de lo que reclamamos año tras año desde el año 1992. Pero el curso de la historia y los procesos sociales así como la vida individual no están dados de una vez y para siempre; hay delitos imprescriptibles y más tarde o más temprano sus autores y colaboradores deberán enfrentar nuevos Juicios de Nüremberg. Probablemente nosotros no estaremos, pero quienes hoy siguen difiriendo la necesidad de hacer justicia, mañana tampoco estarán.

Por eso, seguiremos levantando la voz y les transmitiremos a las generaciones que nos siguen que en Argentina tuvieron lugar dos veces dos monstruosos atentados terroristas cuya resolución sigue pendiente.

¡Juicio y Castigo a todos los culpables!

 

*Psicoanalista. Autora del libro “AMIA: Entre la Crisis y la Esperanza”-

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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