Mensaje de la Unión Mundial Macabi
Queridos amigos:
De las muchas historias jasídicas propicias para estos Días de Reflexión, de Evaluación y de profundo Arrepentimiento y Cambio, hay una de enorme belleza que enfatiza el valor de lo que nos rodea:
En un pequeño pueblo judío había un hombre muy humilde, Yósele, que vivía con la constante preocupación de su falta de recursos para lograr el feliz matrimonio de sus cuatro hijas casaderas. Por semanas, el turbado padre tenía un sueño recurrente: la imagen de un castillo hermoso – al que nunca había visto durante su vigilia – rodeado de un gran jardín con un único árbol. Una voz, de enorme autoridad, aparecía en ese momento ordenándole: “Yósele: viaja hacia el castillo, excava delante del árbol, y encuentra el tesoro que se esconde allí. Con él resolverás las angustias en torno al casamiento de tus hijas”. Yósele, cada mañana, compartía su sueño con su esposa, cada vez más convencido de que debía dirigirse al destino indicado en él. Una noche fue tan intenso lo soñado, que Yosele decidió emprender su camino al castillo más cercano a su pueblito – un edificio famoso por su belleza -. Se despidió de sus amadas hijas y de su esposa, y viajó por dos días hasta el paraje desconocido.
Cuando vio por primera vez el palacio, su corazón palpitó descontroladamente, y se estremeció: era exactamente igual al soñado, con idéntico jardín, y ese único árbol. Lo que descontó era la presencia de los guardias reales, que protegían la zona. De noche, y con mucha precaución, el hombre comenzó a excavar al lado del árbol indicado. En cuestión de minutos los guardias reales lo detuvieron, y lo enviaron al calabozo del palacio. La historia de lo ocurrido llegó a oídos del rey, quien, intrigado, ordenó a sus oficiales que trajeran al pobre judío a su presencia.
Yósele relató su sueño: el palacio, el jardín, el árbol, la voz… El rey, estallando en una gran carcajada, le respondió:
“Eres un tonto judío que se deja llevar por sueños vanos. Yo también he tenido un sueño repetido, en el que se me dice que en la casa de un judío que vive en un pequeño pueblo de judíos se encuentra un tesoro bajo el horno del pan. Si yo fuera como tú, judío, hace tiempo que me hubiera dejado llevar por estas nimiedades… Ahora vete, judío: te perdono la vida. No retornes jamás a esta comarca”.
Yósele corrió sin detenerse hasta retornar a su hogar. A su llegada, abrazó a su esposa y a sus amadas hijas, excavó bajo el horno del pan… y encontró el tesoro que siempre, siempre, había estado en su casa.
El mensaje es sencillo:
lo más importante,
aquello que nos llena de felicidad y emoción,
de alegría y de plenitud,
de verdadero sentido y de trascendencia,
eso
está en nuestro hogar,
en nuestra familia,
en nuestros amigos,
en nuestra Kehilá,
en nuestro Macabi.
Durante este último año y medio hemos sido confinados a separaciones y lejanías forzadas por una pandemia que rehúsa abandonarnos. Más que nunca hemos sentido la necesidad del abrazo a abuelos, nietos, padres, hermanos y amigos… ese “tesoro” que “está esperándonos en casa” – en lo que es más cercano a nosotros. Los varios confinamientos impuestos para retornar al camino de la salud física han enfatizado cuán importantes son los seres que amamos en nuestras vidas… Cuán imprescindible es el calor, la voz y la presencia de los que más cerca están a nuestros corazones.
En este año que se abre, cuando la Humanidad toda está aún luchando contra esta devastadora pandemia, roguémosle a Dios que ilumine a los científicos para que encuentren un tratamiento para los enfermos y vacunas accesibles para todos, y que todos, debilitados por esta calamidad, podamos recuperarnos pronto para un presente mejor y un futuro promisorio.
Quiera Dios que este año nuevo 5782 traiga salud y bendiciones para nosotros y para todos.
Quiera Dios que en este año entrante sepamos valorar los tesoros de nuestras vidas, en una permanente búsqueda de quienes nos aman y que tanto nos necesitan.
Que podamos emular la acción Divina de los Yamim Noraím, trayendo a la existencia de quienes nos son importantes creación, buenos deseos, armonía y solidaridad; como reza el Majzor – el libro de rezos – de las Altas Fiestas, que seamos inscriptos en el libro de la vida, la paz, la bendición y el buen sustento.
Con nuestros mejores deseos,
¡LeShaná Tová ticatevu vetejatemu!
¡Que seamos inscriptos y rubricados para un año bueno!
¡JAZAK VE’EMATZ!
Rabino Carlos A. Tapiero
Vice-Director General & Director de Educación
Unión Mundial Macabi
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