Las andanzas de Naftali Herz Imber
El 8 de octubre se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de Naftali Hertz Imber, poeta y autor del himno hebreo ‘Tikvatnu’, cuya versión abreviada ‘Hatikva’, se convirtió en el himno nacional del movimiento sionista y del Estado de Israel.
Imber nació el 27 de diciembre de 1856, en Zloczow, Galizia, en aquel entonces perteneciente al Imperio austrohúngaro, hijo de una familia de ‘mitnagdim’ (antijasidistas). En su niñez estudió en el Talmud Torá de la ciudad y sus maestros y rabinos quedaban pasmados por sus capacidades, a la edad de 8 años compartía los cursos de jóvenes de 15 años, y a la edad de 10 comenzó a estudiar el Zohar.
En su juventud se sintió atraído por las ideas de la educación, la literatura general y también ahondó en el estudio de la Cabalá. Unos años más tarde compuso un poema llamado ‘Austria’, que dedicó al emperador Franz Joseph, quien le otorgó un premio monetario por la canción, y gracias a esta canción se hizo famoso dentro de la comunidad.
A los 18 años, Imber se trasladó a Brody, allí conoció a miembros de la Ilustración judía, como Avraham Krochmal, Yehoshua Heschel Shur y Jeremiah Mozen, entre otros, y contrató a maestros para que le enseñen estudios generales.
Al morir sus padres, decidió viajar por Europa, recorrió Hungría, Serbia y Rumania. Su vida nómade y de continuos cambios, su carácter peregrino lo llevó a deambular por distintas ciudades. En 1881 llegó a Constantinopla, la capital del Imperio Otomano, donde se ganó la vida como vendedor ambulante. En Constantinopla conoció a Sir Lawrence Oliphant, un diplomático inglés cristiano y simpatizante del sionismo, cuya amistad será determinante para su futuro.
Oliphant le ofreció a Imber viajar con él a conocer Eretz Israel y establecerse en Carmel. En 1882, Imber llegó a Israel como secretario y traductor de Sir Oliphant. Allí, no sólo dedicó su tiempo a su tarea sino también escribió ensayos, artículos y poemas para la prensa hebrea. En 1886, publicó en Jerusalén su primer libro de poemas “Barkai”, uno de los cuales era ‘Tikvateinu’ (Nuestra esperanza), inspirado por la fundación de la ciudad de Petaj Tikva en 1878. El poema era leído frente a granjeros de diferentes nuevas colonias judías que lo recibían de manera entusiasta.
En una de esas presentaciones, Samuel Cohen, decidió musicalizarlo en base a una canción folklórica moldava-rumana llamada ‘Carul cu Boi’.
A menundo Imber visitaba las primeras colonias del yshuv sionista: Rishon Lezion, Zichron Yaacov, Ekron, Gedera, Rosh Pina, Petaj Tikva, entre otras, e incluso escribió canciones en honor a los colonos que infundían esperanza en su tarea y expresaban su gran admiración por los ‘nuevos judíos’ de la primera aliá.
Durante su estancia en Israel, Imber publicó numerosos artículos y extractos de sátira en la revista ‘Havatzelet’ y en el periódico ‘Hatzvi’, en las que resaltaba la labor del barón Rothschild. Al estallar el conflicto y la ira de los colonos contra la burocracia y la explotación de la organización del barón, Imber cambió su valoración de las acciones del filántropo. En sus artículos acusaba a los funcionarios del barón de faltar el respeto y de perjudicar a los colonos, inclusive criticó duramente a Eliezer Ben-Yehuda a quien acusó de ocultar la explotación de los burócratas, una controversia que provocó una fuerte disputa entre ellos.
Su estilo nómade lo llevó a Beirut a obtener una formación de relojero para luego abrir en Haifa una tienda del ramo sin éxito. Luego, intentó ingresar a Mikvé Israel para estudiar agricultura, pero no fue aceptado. En 1885, junto a colegas, Imber viajó a Egipto a conocer las pirámides, viaje en el cual escribió las impresiones de su visita en un conocido artículo “Viaje a Egipto” que publicó el periódico ‘Havatzelet’.
Al decidir Lawrence Oliphant regresar a Inglaterra, Imbar se quedó sin apoyo financiero y también abandonó el país en dirección a Europa, en 1887. Allí comenzó un periplo que lo llevó por Berlín y París, continuó por África y llegó hasta Bombay, India.
De la India viajó a Londres y se instaló allí. En la capital inglesa se hizo amigo de Israel Zangwill, un conocido escritor judeo-inglés, autor de ‘Los hijos del Gueto’ y ‘El rey de los Shnorer’, y uno de los fundadores del movimiento sionista en Inglaterra. Zangwill tradujo el ‘Hatikva’ y ‘Mishmar HaYarden’ al inglés, e Imber escribía regularmente canciones y artículos para el periódico ‘Jewish Standard’.
En 1892 partió hacia Estados Unidos, donde su vida estuvo plagada de sufrimiento y escasez. Viajó por el país y pasó algún tiempo en Boston, Chicago, San Francisco y Los Ángeles. Mientras vivió en Boston, editó un periódico llamado “Ariel”, que estaba dedicado a la Cabalá. En cada ciudad se conectaba con personas interesadas en el misticismo, tema sobre el que escribió varios folletos, por ejemplo: ‘La historia del becerro de oro’ y ‘Discurso a la Ciencia Mística’. Durante sus andanzas compuso poemas y escribió artículos en varias revistas en hebreo, yiddish e inglés. En 1904 escribió un libro de poemas en hebreo, Barkai III, que dedicó al emperador de Japón Motsuhito, en el cual incluyó canciones de alabanza a Japón por su victoria en la guerra contra ‘la antisemita Rusia zarista’.
Imber, se definía como un sionista, en el Quinto Congreso Sionista le propuso a T. Herzl que su poema ‘Tikvateinu’ sea el himno del movimiento sionista, a lo cual el líder se opuso. En el Sexto Congreso Sionista, cuando se discutió el Plan de Uganda, en 1903, los antiterritorialistas cantaron el ‘Hatikva’ de pie debido al verso que decía ‘y hayan ojos que miran a Sión’, reforzando así la idea que solo la Tierra de Israel debía ser el hogar nacional judío. A partir de allí se instaló el hábito que al cierre de las convenciones sionistas se cantara el Hatikva de pie.
Desde el XVIII Congreso Sionista en 1933, el ‘Hatikva’ se convirtió en el himno del movimiento sionista. Es interesante señalar la singularidad de la elección del Hatikva como himno nacional: no hubo aquí un comité de gobierno que encargó la creación de un himno, sino que el Hatikva durante 30 años fue una canción folclórica junto a otras muchas canciones de índole nacional que podrían haber sido el himno. Fue una elección del pueblo judío cuya esperanza e ilusión se vieron reflejadas en los versos del himno de Imber.
Imber falleció el 8 de octubre de 1909 en New York, a la edad de 53 años, de una enfermedad renal causada por el consumo excesivo de alcohol, y en la más absoluta pobreza e indigencia. Fue enterrado en el cementerio Mount Zion en Maspeth, Long Island, siendo su féretro acompañado por unas diez mil personas. Desde 1953, sus restos descansan en Jerusalén.
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