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Lej Lejá – Las migraciones y los inmigrantes

Por el Rab. Yerahmiel Barylka

La guemará en Baba Batra 91 a dice que Rav bar Janán bar Rava dijo que Rav expresó: Nuestro antepasado Abraham fue encarcelado durante diez años, porque rechazó el culto a los ídolos que fue aceptado en su tierra. Estuvo preso tres años en la ciudad de Khuta y siete años en Kardu. Y Rav Dimi de Nehardea enseña lo contrario, que estuvo encarcelado siete años en Khuta y tres en Kardu. Rav Jisda dijo: El pequeño pasaje de Khuta, este es Ur de los caldeos (ver Génesis 11:31).

Sin embargo, como tantas personas en la historia que fueron perseguidas no tomó la iniciativa de migrar.

Nuestro patriarca sabía sin duda las consecuencias de la migración.

La experiencia de la inmigración y el tipo de sufrimiento que implica vivir en una sociedad y cultura que no es propia; los inmigrantes se ven obligados, por respeto a sí mismos y al grupo que les permitió abandonar su país de origen, a minimizar el sufrimiento de su emigración pero no siempre lo logran.

Ningún inmigrante puede cantar, jugar, trabajar o escribir bien, sin vivir momentos del dolor y la angustia más profundos. Todo talento real ha conocido momentos de tortura y depresión cuando el corazón en su agonía ha clamado a Dios: “¿Por qué me has desamparado? ¿Qué he hecho para que sufra tanto?”

“El destino puede ser tan cruel como le plazca; pero si tenemos calor y amor en nuestros corazones, nunca estaremos solos, nunca desesperados, y nunca pensaremos en la autodestrucción, aunque solo sea por compasión por todos nuestros hermanos que sufren, quienes, mientras vivamos, nosotros siempre tenemos la oportunidad de ayudar”.

Abraham tuvo que recibir la orden divina de partir y comenzó su emigración acompañado por sus familiares que en su mayoría no llegaron al nuevo destino.

“Y luego, mucho después en el momento más oscuro, ¡de repente, el velo se les arranca de los ojos! La verdad, con su antorcha encendida, se para delante de ellos, y entienden que Dios les envía sufrimiento a fortalecer y ennoblecer su talento, para que pueda tocar los corazones de los hombres y mostrar a los vagabundos cansados en la tierra vislumbres del cielo”.

“Ese sufrimiento no distingue entre raza, etnia, inmigración e identidad y hoy día es estudiado en sociología, antropología, estudios culturales, política y geografía”.

Los fragmentos entrecomillados los tomé de textos de Lyubov Dostoyevskaya, comentando el libro The Emigrant, que describen con suma delicadeza la terrible situación por la que atraviesan quienes empujados por razones políticas, militares y por el hambre, toman la decisión de dejar sus lugares de residencia y parten a un destino desconocido sin tener ninguna certeza que llegarán a él y aún en ese caso, de poder brindar educación a sus hijos e integrarlos o para organizarse en comunidades independientes sin morirse de hambre.

Abraham migró porque tuvo una revelación y descubrió su misión. Pese a ello nada le fue fácil. A su familia le fue muy difícil vivir con armonía. La absoluta mayoría de sus hijos no quedó registrada como continuadora de su padre. Tuvo que pasar por pruebas que difícilmente otra persona hubiera podido superar.

Su nuevo hogar fue abierto a todos los que pasaban por allí. Sara era proactiva en la enseñanza de los principios que creía debía compartir con los lugareños. Tuvo dificultades en encontrar familia para sus hijos. Y la hambruna le obligó a migrar y salir de la tierra prometida. “Y hubo hambre en la tierra; y Abram descendió a Egipto para pasar allí un tiempo, porque el hambre era severa en la tierra” (Bereshit 12:10).

Cuando leemos los versos de la parashá no podemos evitar pensar en la manera en la que buenas personas y buenos gobiernos maltratan a los migrantes, los discriminan, y en no pocas oportunidades provocan su muerte.

La historia colocó a los hijos de Abraham en esas circunstancias terribles cada vez que debieron cambiar su lugar de residencia perseguidos y expulsados por los señores.

Hoy sus hijos tienen ya un espacio propio donde vivir y muchos hermanos desparramados por el mundo siguen temiendo asumir la orden que Dios le dio a Abraham, porque no desean pagar el precio que él tuvo que pagar. La primera consecuencia es que tampoco les queda misión que cumplir.

Y en paralelo no podemos menos que solidarizarnos con otros pueblos perseguidos y a ellos debemos ayudar a sobrevivir incluso si se trata de culturas muy lejanas a la nuestra.

Abraham nos lo enseña en esta parashá.

Rabino Yerajmiel Barylka

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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