Fraude electoral en Nicaragua
Por Ricardo López Göttig
Tal como se venía anticipando en los últimos meses, el matrimonio presidencial de Daniel Ortega y Rosario Murillo manipuló todos los recursos a su disposición y encarceló candidatos opositores para llegar al 75% de los votos, de acuerdo a las cifras oficiales del Consejo Electoral. En un pelotón muy atrás, aparecen cinco fórmulas que son funcionales a la continuidad del régimen, los llamados “zancudos” que obtienen beneficios económicos por la complicidad.
Estuvo vedado el ingreso de observadores externos, de modo que el régimen de Ortega, en el poder desde 2007, ha puesto en evidencia su decisión de encubrir el fraude sin recurrir a maquillaje alguno. Observatorios electorales internos e independientes, como Urnas Abiertas, indican que la abstención de la ciudadanía habría sido más del 80%, un desplome del apoyo al Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Daniel Ortega llegó al poder, primero, entre 1979 y 1990, cuando cayó la larga dictadura familiar de los Somoza, pero en 1990 fue vencido en comicios libres y limpios por Violeta Barrios de Chamorro. En esa primera etapa, el sandinismo fue apoyado por Cuba y la Unión Soviética, pero la ola democratizadora que venía recorriendo a América Latina, Europa y Asia también llegó a América Central.
Ortega esperó pacientemente para retornar al poder en el 2007, cuando parecía haber abandonado a Lenin por Lennon y Gandhi, mostrándose como un líder pacifista y comprensivo… Desde entonces, ha ido desmontando toda la arquitectura institucional que le ponía equilibrios y controles, incluyendo la prohibición constitucional para sus sucesivas reelecciones. Ahora, el soporte internacional pasaba a ser el chavismo venezolano.
Si bien las sanciones económicas internacionales a los miembros más destacados y cercanos al régimen serán una gran ayuda para presionar por cambios fundamentales, así como el aislamiento diplomático, la clave será el hartazgo de la ciudadanía nicaragüense ante estos atropellos de un gobierno ilegítimo, violento y empobrecedor. La alta abstención es una buena señal.
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