Argentina y la farsa institucionalizada en Nicaragua
Por el Prof. Luis Fuensalida
Durante de las gestas libertadoras en la América Española, allá por la primera mitad del Siglo XIX, Hipólito Bouchard, un marino francés se ponía al servicio del 1er. Triunvirato con patente de corso y al mando de la fragata La Argentina, llevó a cabo una campaña de acoso a los navíos españoles a lo largo y ancho de los tres océanos. Es por ello, que navegando el Pacífico desde Hawai al puerto de California, luego puso proa a América Central para después dirigirse al puerto chileno de Valparaíso para colaborar con el Gral. San Martín, pero antes colaboró con los criollos centroamericanos en su lucha por la libertad e independencia del reino de España, lo que llevó años más tarde al patriota salvadoreño Manuel José Arce a adoptar como bandera para las proclamadas Provincias Unidas de Centroamérica, una similar a la que lucía el navío de Bouchard, azul celeste y blanca, lo que se constituyó en modelo para las banderas de las futuras repúblicas de Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala, esta última en orden vertical, todo un símbolo de anhelos y lucha por la dignidad y la libertad.
Uno de estos países, Nicaragua, formó parte de aquellas Provincias Unidas de Centroamérica cuando nacieron en 1824, pero en 1838 se constituye en Estado independiente y a partir de 1854 adopta la denominación actual de República de Nicaragua, y a lo largo de su historia se ha visto convulsionada por conflictos armados, algunos con potencias como los EE.UU., Alemania y Gran Bretaña, y otros internos, en particular en el Siglo XX, con motivo de verse inmersa en una sucesión de dictadores de la familia Somoza, desde 1936 a 1979, cuando es derrocado Anastasio Tachito Somoza Debayle por el FSLN o Frente Sandinista de Liberación Nacional, donde se destacaba la figura del joven comandante Daniel Ortega, agrupación apoyada por Cuba, Méjico, la URSS y el resto de países del bloque comunista, y con el objetivo de construir un Estado Socialista.
Para 1990, se celebraron las primeras elecciones democráticas, siendo triunfadora Violeta Barrios de Chamorro, candidata antisandinista del partido Unión Nacional, quién llevó a cabo un programa de reconstrucción nacional que comenzó a dar sus frutos, bajó la inflación, crecieron las exportaciones, se privatizaron la Banca, el transporte, la salud, la educación, la minería y el modelo propició el auge de la empresa privada, sin embargo, la desocupación creció en gran parte a la desmovilización de ex combatientes.
En 1996, las elecciones fueron ganadas por el candidato del Partido Liberal Constitucionalista, Arnoldo Alemán, quien dos años después fue acusado, tanto por sandinistas como liberales disidentes de nepotismo, a lo que se sumó el trágico saldo en vidas y en la economía por el paso del huracán Mitch, lo que propició que un año después, estallara una crisis política y social, lo que se tradujo en el triunfo de Enrique Bolaños del mismo partido de Alemán en las elecciones del 2001, quién no logró los objetivos de reconstruir, tanto el dañado tejido social como la economía, por lo que en las elecciones del 2006 triunfa el candidato del partido Sandinista de Liberación Nacional, el excomandante Daniel Ortega Saavedra, quién a medida que fue pasando el tiempo se fue convirtiendo en aquello que alguna vez él mismo combatió, un Dictador, un calificativo con el que lo apunta su propio hermano, Humberto Ortega y otros ex líderes y fundadores del FSLN, como Víctor Tirado López, Jaime Wheelock, Luis Carrión y Henry Ruiz.
Desde entonces, Ortega ha ido avasallando todas las instituciones republicanas y democráticas y ha ejercido el poder con mano de hierro, tal como ya lo documentaba en el 2018 la Comisión Interamericana de DD.HH., cuyo informe refiere a la muerte de más de 320 ciudadanos, muchos de ellos estudiantes, a manos de unidades de la Policía Nacional y grupos paramilitares leales al dictador, lo que llevó también al entonces presidente de los EE.UU., Donald Trump a firma una orden ejecutiva que declara al gobierno de Ortega como una amenaza a la Seguridad Nacional y en diciembre del mismo año se aprueba la Nics Act o Ley de Condicionalidad de las inversiones nicaragüenses por la cual se autoriza a sanciones contra el FSLN con el objetivo de limitar el acceso a prestamos internacionales a Nicaragua.
Sin embargo, esto no amedrentó al dictador nicaragüense, por el contrario fue aumentando la presión, la persecución y encarcelamiento a los opositores, ha llevado a juicio con prisión preventiva, por el cargo de Traición a la Patria, a tres candidatos presidenciables, Félix Maradiaga, Arturo Cruz y Juan Sebastián Chamorro y a una treintena de dirigentes políticos y gremiales, como es el caso del presidente y vicepresidente de la más importante patronal nicaragüense, Michael Healy y Álvaro Vargas.
Esto ha generado, que tanto desde Washington como otros países, han alzado fuertes críticas en la comunidad internacional y se trabaja en la aplicación de nuevas sanciones al régimen sandinista, las que podrían imponerse en respuesta a la farsa de las elecciones presidenciales del 7 de noviembre ppdo., por ejemplo, la revisión de la participación de Nicaragua en el Acuerdo de Libre Comercio con Centroamérica, sin olvidar las trabas financieras y prohibiciones de viaje que pesa sobre Ortega y decenas de sus funcionarios, pese a lo cual, el dictador ha declarado que “no doblegarán su gobierno”.
Por su parte, la Unión Europea ha aprobado la implementación de sanciones similares como forma de presionar financieramente al régimen sandinista, que pese a todo esto profundiza aún más la represión, como lo documenta el Informe el observatorio Mecanismo para el Reconocimiento de Personas Presas Políticas, que señala que son más de 150 los ciudadanos opositores encarcelados, una cifra que es avalada por la Comisión Interamericana de DD.HH., entre los cuales se cuentan 10 mujeres, una de ellas la candidata presidenciable Cristina Chamorro y también la ex primera dama, María Fernanda Flores de Alemán, algunos con prisión domiciliaria y unos 111 en distintas unidades carcelarias, oficinas policiales y en la Dirección de Auxilio Judicial, un verdadero centro de Detención y Torturas, todos sufriendo de carencia de asistencia médica, mala alimentación, violencia de género sobre las mujeres, incomunicación, aislamiento, acoso y malos tratos a sus familiares, sin olvidar que las cifras pueden ser aún mayores debido a que el régimen no proporciona datos oficiales, pero que evidencian claramente que en la actualidad Nicaragua se ha convertido en un Estado Dictatorial, que sólo puede ser apoyado por regímenes similares, como el caso de Cuba o Venezuela, o gobiernos a fines a los principios populistas.
Es así, que en ámbito regional, en el mes de octubre ppdo., tuvo lugar una votación en la OEA, donde la mayoría de los países americanos, donde la democracia y el respeto por el republicanismo y los DD.HH. son inalienables, se han pronunciado exigiendo la inmediata liberación de los presos políticos, fueron 26 votos a favor, sin embargo, el representante de la República Argentina, Carlos Raimondi, votó en abstención, convalidando una vez más el actual gobierno nacional su posición de no condenar una dictadura, tal como lo viene haciendo con los regímenes de La Habana y Caracas, sumándose a un alineamiento que comparte con Bolivia y Méjico, que también votaron en abstención y que no casualmente son miembros del llamado Grupo de Puebla, la versión aggiornada del Foro de San Pablo, lo más rancio del llamado Progresismo, que no es otra cosa que un vil Populismo, o digámoslo con todas sus letras, la Nueva Etapa de la expansión del Socialismo de Estado, que en América Central tiene como objetivo conformar un bloque de gobiernos autocráticos y narcoterroristas, Nicaragua, Guatemala, El Salvador y Honduras.
La Argentina de esta manera, ha quedado en el ámbito regional nuevamente desubicada en relación a sus socios del MERCOSUR, y de los demás países americanos que condenan las dictaduras.
El resultado de las elecciones del domingo, el triunfo de la dupla Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, más que una farsa, ha sido una afrenta a la democracia y al pueblo nicaragüense, que mayoritariamente se pronunció por la abstención al voto, en que el régimen sandinista permitió sólo la participación de los Zancudos, los seis partidos que simularon ser la oposición y que son funcionales a los intereses y objetivos de Ortega, quién negó la presencia de observadores de la OEA y otros organismos idóneos, aunque si admitió a veedores de países afines con su gobierno o de aquellos que no se sumaron a condenar a su régimen, como es lamentablemente el caso del argentino Hipólito Irigoyen, el dirigente K y secretario general de la agrupación Populismo K que viajó a pedido del propio dictador.
Finalizando mi columna de hoy, recuerdo que el primer Premio Nobel adjudicado a un argentino, el de la Paz, le fue otorgado a quién fuera canciller de nuestro país entre 1932 y 1938, el Dr. Carlos Saavedra Lamas, por sus esfuerzos por la paz, el Pacto Antibélico que lleva su nombre, avalado por la firma de 21 países y se convirtió en un valioso instrumento de Derecho Internacional, sin olvidar su decisiva participación como presidente en la Conferencia de Paz del Chaco, que puso fin al conflicto armado entre el Paraguay y Bolivia, un hito en la política exterior argentina, una República Argentina cuyos valores eran los mismos que hace más de doscientos años la fragata La Argentina al mando de Bouchard, pregonó y que inspiró a que nuestra bandera fuera tomada como modelo para una Centroamérica libre del yugo de toda tiranía, y sin embargo hoy, ese legado es mancillado por una política exterior que nos avergüenza al dar la espalda a pueblos latinoamericanos castigados por regímenes dictatoriales, como Venezuela y como ahora también Nicaragua, donde se convalida una burla a la Democracia, por todo esto, tomo las dos memorables palabras dichas por el escritor francés Emile Zolá, “YO ACUSO”.-
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