El putsch de la cervecería y la llegada de los nazis al poder
El 8 y 9 de noviembre de 1923, Adolf Hitler y el Partido Nazi lideraron un intento de golpe de Estado que se conoce como el Putsch de la Cervecería. Comenzó en la cervecería Bürgerbräu Keller en la ciudad bávara de Múnich, con el fin de tomar el control del gobierno estatal, marchar sobre Berlín y derrocar al gobierno federal alemán. En su lugar, intentaron establecer un nuevo gobierno para supervisar la creación de un Gran Reich Alemán unificado donde la ciudadanía se basaría en la raza. Aunque el putsch falló -y las autoridades bávaras pudieron enjuiciar a nueve participantes, incluido Hitler-, los líderes finalmente lo redefinieron como un esfuerzo heroico para salvar a la nación y lo incorporaron al relato del ascenso al poder de Hitler y los nazis.
En la acción Adolf Hitler junto a un grupo de miembros de las fuerzas de choque, las SA y sus secuaces, entre los que se encontraban Hermann Göering, Alfred Rosenberg y Rudolff Hess, irrumpieron en la Bürgerbräukeller, una cervecería al sur de Múnich, donde el gobernador de Baviera, Gustav von Kahr, un nacionalista ultraconservador convencido, estaba pronunciando un discurso. Tras tomarse una cerveza, Hitler estampó contra el suelo la jarra y se despojó de la gabardina, dejando a la vista el chaqué negro con una Cruz de Hierro de primera clase y otra de segunda clase, y desenfundó su pistola. Entre disparos y jarras de cerveza hechas añicos.
Hitler saltó sobre una silla y declaró el estallido de “la revolución nacional”. Era el golpe del ascendente Partido Nazi contra el Gobierno de la República de Weimar, los llamados “criminales de noviembre” (término que los detractores del armisticio de 1918 usaban para referirse a los políticos que lo firmaron). Aunque en un principio esta acción podría haber acabado en un descalabro político para Hitler, a la postre se convirtió en el trampolín que lo impulsaría a él y a sus más oscuras ambiciones.
De forma inmediata declaró un gobierno provisional en la mismísima cervecería. Mientras los golpistas ocuparon los cuarteles de la Reichswehr (el ejército de la República de Weimar) y los de la policía, Hitler y algunos de sus seguidores tomaron como rehenes al comisario de Baviera, Gustav von Kahr, y a sus dos hombres de confianza, Von Lossow y Von Seisser.
Alrededor de 2.500 hombres marcharon hacía el Ayuntamiento de Múnich, donde se toparon con un enorme grupo de personas que había salido a la calle al enterarse del altercado. A pesar de la aglomeración, y tras unos minutos de desconcierto, Ludendorff decidió continuar su camino hacia el Ministerio de Defensa donde se encontraban los hombres de Röhm. A lo largo del trayecto se fueron uniendo más persona en apoyo a Hitler y su putsch o golpe de Estado.
Cuando llegó al monumento en honor de los generales alemanes de las guerras patrias, la multitud se encontró con un grupo de policías que le bloqueaba el paso. Ambos bandos quedaron uno frente al otro hasta que un disparo desató el caos. A pesar de que Hitler y Göring resultaron heridos, este último logró escapar. Escondido en casa de un amigo, Hitler planeó incluso suicidarse pensando que si era detenido sería fusilado por las autoridades. Tras pasar dos noches oculto, a la tercera la policía logró dar con él. Fue detenido y encarcelado, donde se le comunicó que sería juzgado por alta traición. El 1 de abril de 1924, Adolf Hitler fue condenado a cinco años de prisión. Tras el fallido putsch de 1923, Hitler y el resto de líderes del partido nacionalsocialista (NSDAP) revisaron sus tácticas para ampliar el partido. Fomentaron alianzas con grupúsculos de derecha, agrupaciones de soldados y pequeños propietarios rurales de Baviera. Pese a ello, su avance parlamentario fue lento. Aunque en las elecciones al Reichstag de mayo de 1924, liderados por Gregor Strasser, lograron 32 escaños, con el 6,6% de los votos, en las elecciones anticipadas de diciembre del mismo año vieron reducida su representación a 14 diputados (3% de los votos).
Pero como desde 1925 a 1929, la República de Weimar gozó de estabilidad política y una apreciable mejora económica, los resultados del partido nazi en las elecciones de mayo de 1928 fueron todavía peores: 12 diputados, con el 2,6% de los votos.
Pese a su escaso peso parlamentario –noveno partido en el Reichstag- el NSDAP era popular entre los agricultores, pequeños empresarios, funcionarios públicos y otras personas de la clase media que se sentían ignorados o traicionados por el gobierno de Weimar.
En 1928, el partido tenía más de 100.000 afiliados, apoyados en un eficiente aparato de propaganda, dirigido por Joseph Goebbels, que aprovechaba la insatisfacción y el resentimiento para ir creciendo. Paralelamente, la rama paramilitar, las temidas tropas de asalto (Sturm Abteilung ), engrosadas con ex soldados y jóvenes descontentos alcanzaban los 80.000 miembros. También aumentaba su influencia entre militares, empresarios y grandes industriales que le proporcionaron financiación y cobertura en las altas esferas. Entre ellos, Alfred Hugenberg, dueño de varios periódicos y, desde 1928, líder del nacionalista Partido Nacional del Pueblo Alemán, que apoyaría decisivamente a los nazis en 1933.
Cuando en octubre de 1929 se produjo el crac de la bolsa de Nueva York, la frágil economía alemana se deterioró rápidamente. En pocos meses hubo tres millones de desempleados. En las elecciones de septiembre de 1930, los nazis obtuvieron 6,4 millones de votos (18,3%), 107 escaños. Aunque fuera del gobierno, su protagonismo político era indiscutible: era el segundo partido en el parlamento e tenía una intimidatoria presencia en las calles.
El gabinete de centroderecha de Heinrich Brüning no pudo evitar el agravamiento de la crisis económica y política. Ante el bloqueo del parlamento por el veto de socialdemócratas y comunistas, el presidente Hindelburg empezó a gobernar por decreto, basándose en el artículo 48 de la constitución de Weimar. En abril de 1932, Hindelburg fue reelegido en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales con el 53% de los votos frente al mismo Hitler, al que votaron 13,4 millones de alemanes – 36,8% de los sufragios-. Muy lejos, el comunista Ernst Thälmann con el 10,2%.
En mayo dimitió Brüning e Hindelburg eligió a Franz von Papen, otro dirigente del Partido del Centro para dirigir el Gobierno. Pero la crisis económica empeoró hasta límites insostenibles: cinco millones de parados, un tercio de la población activa alemana. Aunque no fue aquel ejército de desempleados el que votó por Hitler, sino los que teniendo trabajo temieron las consecuencias del paro. Todo ese proceso hizo que una parte de la sociedad alemana apoyara al partido nazi como el garante del orden, la autoridad y la disciplina. En las elecciones del 31 de julio de 1932, los nazis ganaron las elecciones al Reichstag obteniendo 13,7 millones de votos, el 37,4% de los sufragios; 228 diputados. Aunque eran el partido más votado, Hitler no contaba con el suficiente apoyo parlamentario y von Papen siguió gobernando, apoyándose en los debilitados partidos de centro y legislando a base de decretos. Pero la inestabilidad política obligó a convocar nuevas elecciones el 6 de noviembre. El NSDAP volvió a ser el partido más votado, pero perdió dos millones de votos (11,7) con el 33,1%. El partido estuvo a punto de romperse por la negativa de Hitler a aceptar un papel subordinado en el gobierno. Gregor Strasser, sondeado por la derecha conservadora para escindirse, perdió la batalla en el partido y renunció a sus cargos.
En un último intento de evitar que los nazis llegaran al poder, el general Kurt von Schleicher formó gobierno el 2 de diciembre, con el apoyó cada vez menos firme de los católicos y nacionalistas de Hugenberg. Pero día el 28 de enero, aislado por las maniobras nazis, dimitió.
El anciano presidente Hindenburg, aconsejado por Von Papen, que pactó su nombramiento de vicepresidente, y venciendo su antigua aversión al cabo austriaco, entregó la cancillería a Adolf Hitler. Este había sabido combinar la violencia callejera, imputada hábilmente a los comunistas, con la presión política a los partidos de la derecha antirrepublicana y antisocialista de centro que no pudieron evitar que muchos de sus votantes se aproximaran a los nazis. Una vez instalado en el poder, le bastaron unos pocos meses para establecer una dictadura absoluta. Inmediatamente presionó a Hindenburg para que convocase el 5 de marzo nuevas elecciones que le permitiesen lograr la mayoría absoluta. El incendio del Reichstag el 27 de febrero, atribuido a los comunistas, le permitió presionar a Hindenburg para que firmase el estado de excepción, que le facilitó deshacerse de sus enemigos. Miles de comunistas, socialistas y pacifistas fueron encarcelados en los primeros campos de concentración. Se legislaron las primeras medidas contra los judíos y en mayo se creó la Gestapo. Sólo un año más tarde, el 30 de junio de 1934, en la conocida noche de los cuchillos largos, fue descabezada la cúpula de las SA, que dirigía Ernst Röhm. Junto a los dirigentes de las tropas de asalto fueron ejecutadas más de 300 personas, entre ellas el dirigente nazi Gregor Strasser y el excanciller Kurt von Schleicher.
El 2 de agosto de 1934, murió el presidente Hindenburg y Hitler asumió el cargo de jefe de Estado, comandante de las fuerzas armadas y se proclamó Führer del III Reich.
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