La gran obra del Sután Bayezid II
Cuentan las crónicas que el sultán del Imperio otomano Bayezid II, en el apogeo de la expansión de su vasto dominio, se burlaba junto a sus ministros de la corte, de la falta de ingenio que mostraba el rey de España Fernando II de Aragón, al decir: ‘Ustedes están equivocados si creen que el rey de España es inteligente, únicamente está arruinando su propio país para enriquecer el nuestro’. La chanza tenía relación directa con la decisión que adoptaron los reyes católicos en desterrar a los judíos de su reino.
El 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos firmaron en Granada la expulsión de los judíos españoles. Se les otorgaba hasta finales del mes de julio de ese mismo año para abandonar los territorios de las coronas de Castilla y Aragón. Las altezas justificaron la cruel decisión en la búsqueda de la unidad religiosa en sus dominios, en la unión de una sangre limpia en una tierra española católica, y siguiendo la estela de otras potencias europeas que también habían expulsado a los judíos con anterioridad, como era el caso de Inglaterra en 1290; Francia, en tres ocasiones en el siglo XIV; o de los salvájes crímenes de las Cruzadas y de las matanzas en los países centro europeos durante la Peste Negra.
Con el cumplimiento del edicto español dio inicio la diáspora sefardí, alrededor de cien mil judíos se dispersaron por el norte de África, los Países Bajos, Italia y, en especial, el Imperio otomano. Allí fueron muy bien recibidos por el sultán Bayezid II. Arribaron judíos expertos en el comercio, en la incipiente industria, la artesanía, las ciencias y la medicina, que estimularon la consolidación del Imperio otomano. Los judíos sefardíes traían consigo el español, que a comienzos del siglo XVII servía como lengua franca del comercio mediterráneo, y la continuaron empleando y transmitiendo en las florecientes comunidades sefardíes que surgían en los dominios otomanos, llevándola a Oriente.
Bayezid II fue el octavo sultán del Imperio Otomano, quien gobernó desde 1481 hasta 1512. Era conocido por sus esfuerzos por crear una armonía en el imperio entre las culturas de occidente y oriente. Si bien su gobierno estuvo plagado de luchas internas por el control y la supervivencia política, Bayezid II se propuso para su reino un desarrollo integral. Estambul se estableció como una ciudad comercial bulliciosa, con una amplia actividad económica. Una importante expansión de las instituciones financieras oficiales y un enorme crecimiento de la recaudación impositiva, posibilitaron el crecimiento colosal y la expansión del ejército. La armada otomana fue reconstruida y se construyeron buques de guerra de grandes dimensiones en la cuenca mediterránea.
Bajo su mandato, los judíos disfrutaron de un período de paz, que tuvo un enorme impacto en la prosperidad cultural y económica de sus comunidades. Cuando los deportados de España y Portugal llegaron a los territorios del Imperio, hubo una marcada mejora en la situación cultural de las comunidades judías en todo el imperio, que se reflejó en la labor de grandes eruditos judíos y cabalistas de aquella época. Al incorporarse la Tierra de Israel al Imperio, tomaron renombre mundial los círculos cabalísticos de Safed, como las famosas escuelas de Iosef Caro, Moshé Cordovero, Shlomó Alkabetz, Jaim Vital, Ari Hakadosh, entre muchos más.
Los judíos se establecieron en tres ciudades importantes: Estambul, Edirne y Salónica, desde allí su asentamiento se expandió hacia otras grandes ciudades de los Balcanes y por todo el Medio Oriente. Al principio, los judíos españoles establecieron comunidades separadas para sí mismos, pero al mejorar su posición económica y social, su impacto en la vida de las antiguas comunidades fue tan grande que terminaron integrandose en ellas a lo largo de los años.
En el Imperio otomano reinaba el pluralismo étnico, Bayezid mostró siempre compasión por los deportados y mostró una política considerada y prudente hacia los judíos que no existía en los reinos cristianos. Llegó a enviar una flota al mando del almirante Kemal Reis, quien entre los años 1490 y 1492 transportó a musulmanes y judíos que buscaban escapar del infierno español y ser trasladados al reino otomano. Algunos estudiosos afirman que las relaciones de Bayezid con Moshé Kapsali, quien era el rabino principal de Estambul, reconocido como la autoridad suprema de la Torá de todo el reino otomano y amigo cercano del sultán y su padre, logró que se emita una orden judicial a todos los gobernadores de los subdistritos otomanos en Europa ordenándoles que aceptaran a todos los deportados judíos en sus territorios y los trataran de manera amistosa, amenazando con imponer la pena de muerte a cualquiera que violara esta disposición. Hay evidencia que a los judíos no solo se les permitió ingresar a los territorios del imperio, sino que en algunos casos se los ayudó a establecerse e incluso recibieron ofrecimientos de funcionarios otomanos para que vinieran y se establecieran en el imperio.
Así llegaron al Imperio las innovaciones más notables, como la imprenta. En 1493 arribaron los hermanos deportados Shmuel y David Ibn Nachmias quienes fundaron la primera imprenta judía en Estambul. La primera Hagadá de Pesaj ilustrada se imprimió en Estambul en 1512. Además, los judíos desarrollaron y perfeccionaron la industria textil y el teñido de tejidos en el Imperio Otomano. A principios del siglo XVI, la comunidad judía de Estambul contaba con 30.000 judíos y se convirtió en la comunidad más importante de Europa.
Un famoso y conocido viajero francés de la época, Nicolay, relata que le llama la atención la inmensa cantidad de judíos que habitan en Turquía, Grecia y, sobre todo, en Constantinopla, y cuyo número continúa aumentando por la razón de que ellos comercian casi en todas las partes del imperio con mercaderías y dinero. Comenta, que también es frecuente encontrar entre ellos hábiles artesanos y capataces de manufacturas, especialmente entre los marranos que hace poco emigraron de España y Portugal. Éstos le enseñan a los turcos los distintos inventos en materia de armamentos, como la fabricación de balas de artillería, escopeta, pólvora, municiones, etc. Además, cuenta que los judíos instalaron aquí oficinas de imprenta, hasta ahora desconocidas en Turquía, donde imprimen libros en latín, griego, italiano, español y hebreo; ellos se distinguen por sus vastos conocimientos de idiomas.
Mientras el oscurantismo medieval europeo vació al continente de judíos, el historiador y poeta judeo portugués Samuel Usque refleja la realidad judeo otomana escribiendo: ‘El gran imperio turco sin límites, como los mares que lo circundan, se abrió ampliamente ante nosotros. Están abiertas ante ti, hijo de mi pueblo, las puertas de la libertad; sin temor puedes profesar tu fe, puedes comenzar una nueva vida, sacudir el yugo de las falsas enseñanzas y costumbres a que te obligaron los pueblos cristianos, y volver a las viejas verdades de tus antepasados
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