La resolución 3379
El 16 de diciembre de 1991 la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) votó abrumadoramente para revocar esta declaración, que aprobó en 1975 que decía que “el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial”.
Es importante señalar que en ese entonces había una mayoría antiisraelí que estaba en condiciones con sus votos de derogar la ley de gravedad si fuera anti-israelí.
En 1975, en un esfuerzo por ganarse el favor de los árabes y avergonzar a EE. UU, la URSS impulsar la declaración sobre el sionismo. Haim Herzog, embajador de Israel en la ONU y futuro presidente, criticó la resolución ante la Asamblea General.
La declaración de 1975 decía que después de revisar otras resoluciones internacionales que vinculan al sionismo con el sistema de apartheid de Sudáfrica, la Asamblea General “determina que el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial”.
En este portal, que ha dedicado y continuará haciéndolo los hitos del Dialogo Judeocristiano, vale la pena transcribir, más que los obvios repudios de los dirigentes judíos, lo que manifestó en ese debate el Padre Benjamín Núnez, que era el embajador de Costa Rica en esa asamblea.
“Soy el padre Núñez, sacerdote católico por profesión y convicción, hombre de izquierda como que sin serlo, algunos en mi patria, me llaman «el cura comunista” y represento en este momento a un pequeño país, pero una gran democracia, que se llama Costa Rica.” Seguidamente y de manera profética, refiriéndose al caso de Jerusalem, dice: “Jerusalem, amigos, por más que mezquinamente lo nieguen algunos, es judía en primer lugar; y es por ser judía que es cristiana y es musulmana; por ser judía, cristiana y musulmana, es también universal.” “Pero advierto que la universalidad de Jerusalem no requiere su internacionalización. Este último es un concepto jurídico-administrativo del todo artificial e impracticable, producto no de la veneración por Jerusalem sino del servicio a intereses políticos, jurídica y moralmente cuestionables. Universalidad, en cambio, es una dimensión espiritual y trascendental.” Con sus claras palabras, , su voz grave y su tono sentenciador, advirtió a los delegados del mundo representados en la Asamblea General, que se estaría cometiendo una injusticia y una afrenta de aprobarse la infame resolución 3379, a la que calificó como “la aberración histórica más grande que pueda imaginarse, una blasfemia a la verdad y al sentido común; ¡qué digo!, un insulto a la decencia humana”.
Veamos algunos párrafos de se discurso: “¿A quién, en realidad, va a perjudicar la aprobación de este proyecto de resolución? El principal herido de gravedad de esta batalla absurda será la propia institución de las Naciones Unidas, cuya carta es vejada en forma flagrante.”
“El Movimiento Sionista constituye históricamente la revolución auténtica de un pueblo que, cansado de tanto sufrir vejámenes y persecuciones por muchos siglos y de participar en las revoluciones del mundo que libertaron a otros pueblos, resolvió en su día hacer su propia revolución de redención nacional.” “Hago un llamamiento (…) a los representantes que patrocinan la resolución de la infamia y de la provocación, para que la retiren del orden del día. Aún estamos a tiempo de evitar esta mancha a nuestra Organización, aún estamos a tiempo de ser dignos de la fe y la esperanza que los pueblos del mundo han depositado en nosotros.” “En nombre de mi pueblo y gobierno, unas pocas palabras a mis hermanos judíos: si una mayoría de esta Asamblea llegara a aprobar ese proyecto de resolución diabólico que les condena a nuevas persecuciones, no desmayéis, seguid luchando, robustecido el corazón por los sagrados ideales y añoranzas, por vuestro inolvidable Sión. Nada ni nadie podrá detenerlos, pues vuestra lucha de redención nacional no es sólo vuestra, sino la de todos los hombres libres y de buena voluntad (…). No perdáis la fe ni la esperanza en un mundo mejor, ni en la decencia humana. Que vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos sigan siendo un ejemplo de lo que es afirmación heroica y constante de la dignidad humana, hasta la redención total de la humanidad.” Fue esa lucha incansable y esa convicción inclaudicable las que infundieron fortaleza y esperanza al padre Núñez para seguir luchando contra las manifestaciones y actos en contra de Israel y los judíos del mundo.
El 16 de diciembre de 1991, como parte del período previo a la Conferencia de Madrid, la Asamblea General aprobó la Resolución 46/86, derogando la Resolución 3379 sin más explicaciones.
El recuento oficial encontró que 111 naciones estaban a favor de derogar la declaración y 25 naciones, en su mayoría islámicas y comunistas de línea dura, votaron en contra.
Trece naciones se abstuvieron. Otros diecisiete países, incluido Egipto, que reconoce a Israel, y Kuwait y China, no participaron en la votación.
Para EE. UU., el fuerte voto a favor de la derogación fue una demostración de su poder diplomático. Después de que el entonces presidente norteamericano George Bush pidiera la derogación de la resolución anti sionismo en septiembre en un discurso ante la Asamblea General, las embajadas de Estados Unidos en todo el mundo recibieron instrucciones de ejercer la máxima presión para asegurar la derogación.
Los 111 votos registrados fueron más de 10 de los que la misión de EE. UU, ante las Naciones Unidas había pronosticado la semana anterior.
La votación reflejó las cambiantes corrientes políticas de los últimos años, la guerra del Golfo Pérsico en particular, que dividió los mundos árabe e islámico, y los cambios en el antiguo bloque soviético, fomentados por el colapso del comunismo.
La resolución de una línea que deroga la declaración sionista declaró que la Asamblea “decide revocar la determinación contenida en su resolución 3379 del 10 de noviembre de 1975”. No utilizó las palabras “sionismo” o “racismo” en el documento.
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