Lectura de la Toráh de esta semana: Vayeshev
Los hijos de Iaakov: De todos los hijos que tenía Iaakov, su preferido era Iosef, el primogénito de Rajel (su esposa favorita). Iaakov reafirmó esta preferencia obsequiándole a Iosef una espléndida túnica. Para empeorar las cosas, Iosef le contó a sus familiares dos sueños que tuvo, los cuales tenían un mensaje bastante claro: algún día, todos ellos se subordinarían a él.
Cuando los hermanos de Iosef estaban vigilando los rebaños de su padre, Iaakov lo envió a observar cómo iban las cosas. Los hermanos vieron que ésa era la oportunidad para deshacerse de él. Primero lo tiraron a un pozo, y luego lo vendieron como esclavo a una caravana de ismaelitas que transportaban mercancías a Egipto. Luego, empaparon su hermosa túnica en sangre de cabra y la llevaron a Iaakov, a quien le dijeron que Iosef había sido devorado por una bestia salvaje. Iaakov quedó devastado.
La familia de Iehuda: Iehudá (el cuarto hijo de Iaakov) se había casado con una mujer cananea, quien le dio tres hijos: Er, Onán y Sheilá. Er se casó con una joven llamada Tamar, pero murió poco después. Siguiendo la costumbre de la época, Tamar fue casada con Onán; debido a su iniquidad, éste falleció al poco tiempo. Le correspondía desposarse con Sheilá, pero Iehudá postergó indefinidamente el enlace, temiendo que algo malo le sucediera a él también. Pero Tamar estaba decidida a tener descendencia, por lo que se disfrazó de prostituta, y así consiguió unirse a Iehudá. Cuando se divulgó la noticia que Tamar estaba encinta, Iehuda la condenó a ser quemada por adúltera. No obstante, ella pudo comprobar la paternidad de Iehudá, quien admitió su error, y le perdonó la vida. Tamar dio a luz mellizos, a los que llamó Peretz y Zeraj.
Iosef en Egipto: Una vez en Egipto, Iosef fue vendido como esclavo a un funcionario llamado Potifar. D’s estaba con Iosef, y éste tenía éxito en todo lo que hacía. Al notar esto, Potifar lo designó intendente de su casa. Iosef era un joven muy apuesto, y la esposa de Potifar se fijó en él. Ella trató de seducirlo, pero él rechazó sus diarios asedios. Despechada, lo acusó de intentar atacarla, por lo que Iosef fue enviado a la cárcel. Pero incluso en la prisión, el Señor estuvo con Iosef, y éste encontró gracia en los ojos del carcelero, quien lo puso a cargo de todos los prisioneros. Así fue como conoció al panadero y al copero del Faraón, quienes estaban en prisión aguardando la sentencia. Una noche, cada uno de ellos tuvo un sueño, y la interpretación que hizo Iosef fue que el copero sería absuelto, y el panadero sería ejecutado. Todo ocurrió tal como Iosef había predicho. Pidió, entonces, al copero que intercediera ante el Faraón en su favor, pero tal cosa no sucedió, y Iosef continuó en la cárcel…
Comentario:
En esta semana, continuamos viendo los conflictivos vínculos que había en la familia de Iaakov. Ya hemos visto las disputas entre sus esposas; ahora vemos las terribles tensiones entre sus hijos.
Generalmente, se suele ver a Iosef como una inocente víctima de la maldad de sus hermanos. Pero en realidad, todos ellos eran víctimas. Iaakov cometió el error de tener un hijo preferido; y por si fuera poco, reafirmó esta preferencia al darle una túnica especial (muy probablemente, esa vestimenta de lujo demostraba que Iosef estaba exento del trabajo manual). Es perfectamente comprensible que los otros hijos de Iaakov se sintieran heridos. Y el propio Iosef también alimentó la situación (Bereshit 37:1 dice que Iosef tenía la costumbre de contarle a su padre las cosas malas que hacían sus hermanos).
No podemos justificar lo que hicieron los hijos de Iaakov con Iosef. Pero está claro que fue el resultado final de una larga cadena de acciones erróneas. El hecho de vender a Iosef quizá les trajo un alivio momentáneo, pero (como veremos más adelante) su conciencia no los dejó en paz. En cierta forma, ellos también se convirtieron en cautivos.
Al igual que su bisabuelo Abraham, y su padre Iaakov, Iosef recién pudo tener un encuentro personal con Hashem cuando salió de su tierra natal. Hasta ese momento, él había sido un muchacho consentido que seguía al D’s de su padre. Paradójicamente, recién cuando estuvo esclavizado en un país lejano, Iosef tuvo una auténtica oportunidad de elegir su camino. En Egipto, sin nadie que pudiera presionarlo o influenciarlo en ese sentido, Iosef decidió seguir a D’s y cumplir sus mandatos.
“Y D’s estaba con Iosef” La primera vez que la Torá dice esto es cuando Iosef empezó su vida como esclavo. Y esta misma frase se reitera en el que quizá fue el momento más difícil de su vida: encarcelado por un delito que no cometió. ¿Acaso se podía estar peor?
No conocemos cuales eran los pensamientos profundos de Iosef (después de todo, él era tan humano como nosotros, y seguramente habrá pasado por momentos de angustia y desesperación). Lo importante es que, a pesar de las terribles circunstancias por las que tuvo que vivir, decidió mantenerse firme.
¿Seremos como los hijos de Iaakov, que ante una situación adversa, tomaron una decisión que solo empeoró las cosas? ¿O seremos como Iosef, quien, en el momento más oscuro de su vida, pudo ver la luz de Hashem iluminando su vida y conduciéndolo a un futuro mejor?
Por: Rocio S Jurado
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