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Zygmunt Bauman

Zygmunt Bauman nació en Poznan 19 de noviembre de 1925

Considerado por muchos como uno de los intelectuales esenciales de nuestro tiempo, ha sido uno de los pensadores clave para comprender la sociedad actual, imbuida en las redes sociales y en la revolución de Internet, y los movimientos sociales de finales del siglo XX y principios del XXI. El sociólogo polaco creó el término “modernidad liquida” y ahondó en el estudio del hombre postmoderno en un mundo inestable y carente de valores duraderos.

Apenas tenía 13 años cuando su familia, judía aunque no religiosa, escapó de la invasión nazi de Polonia en 1939 refugiándose en la URSS. El joven Zygmunt se alistó después en la división polaca del Ejército rojo, lo que le valió una medalla en 1945. Tras la guerra pudo volver a Varsovia, casarse con Janina Lewinson (superviviente del gueto de Varsovia, también escritora, su compañera hasta su muerte en 2009) y compatibilizar su carrera militar con los estudios universitarios, además de la militancia en el Partido Comunista.

La decepción llegó cuando topó, otra vez con el antisemitismo, durante las purgas desatadas en Polonia en 1968, tras una serie de protestas estudiantiles y de colectivos de artistas contra la censura del régimen y con el trasfondo internacional de la Guerra de los Seis Días.

Ese mismo año Bauman tuvo que dejar su tierra natal por segunda vez. Se instaló primero en Tel Aviv y, desde 1972, en la Universidad de Leeds (Inglaterra), de la cual ya no se movió más que para explicar su pensamiento por el mundo.

Cuando llegó a Leeds, Bauman ya era una autoridad en el ámbito de la sociología. Luego se convirtió en lo más parecido a una celebridad que se puede ser en esa disciplina Su obra abarca, entre otros temas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el Holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza.

Su tarea, que comenzó en los años sesenta, ha sido reconocida con premios como el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2010, junto a su colega Alain Touraine.

Durante más de medio siglo ha sido uno de los más influyentes observadores de la realidad social y política, el azote de la superficialidad dominante en el debate público, crítico feroz de la burbuja liberal que inflaron Reagan o Thatcher en los ochenta y que reventó más de 30 años después. Retrató con agudeza el desconcierto del ciudadano de hoy ante un mundo que no ofrece seguridades a las que asirse. Se refería al “precariado” como al nuevo proletariado, con la diferencia de que no tiene conciencia de clase, pues no comprendió porque se cayó de la clase media.

Se le considera un pesimista. Su diagnóstico de la realidad en sus últimos libros es sumamente crítico. En ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? (2014) explica el alto precio que se paga hoy por el ya mencionado neoliberalismo, triunfal de los ochenta y la “treintena opulenta” que siguió. Su conclusión fue que la promesa de que la riqueza de los de arriba se filtraría a los de abajo ha resultado una gran mentira. En Ceguera moral (2015), escrito junto a Leonidas Donskis, alerta de la pérdida del sentido de comunidad en un mundo individualista. Un nuevo ensayo, realizado bajo el formato de un diálogo con el sociólogo italiano Carlo Bordoni, se llama Estado de crisis y trata de arrojar luz sobre un momento histórico de gran incertidumbre.

Se caracterizó por extenderse en cada explicación, porque detestaba dar respuestas simples a cuestiones complejas. Desde que planteó, en 1999, su idea de la “modernidad líquida”, una etapa en la cual todo lo que era sólido se ha licuado. “No es sólido el Estado-nación, ni la familia, ni el empleo, ni el compromiso con la comunidad. Y hoy “nuestros acuerdos son temporales, pasajeros, válidos solo hasta nuevo aviso”. Su voz sonó lúcida hasta el fin de sus 91 años.

Su denuncia de la desigualdad creciente, su análisis del descrédito de la política o su visión nada idealista de lo que ha traído la revolución digital lo han convertido también en un faro para el movimiento global de los indignados, a pesar de que no duda en señalarles las debilidades, pues la gente suspendió sus diferencias por un tiempo en la plaza por un propósito común. Si el propósito es negativo, enfadarse con alguien, hay más altas posibilidades de éxito. En cierto sentido pudo ser una explosión de solidaridad, pero las explosiones son muy potentes y breves; sostuvo.

Zygmunt Bauman falleció en Leeds el 9 de enero de 2017

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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